martes, 13 de mayo de 2014

TAN FELIZ

"Parece tan feliz, qué bonito es el vestido, y se la ve tan guapa con la lluvia mojando su cara, con ese cabello brillante y de aspecto sedoso". El anuncio de una marca europea me saludaba cada mañana de camino a la escuela. Esa imagen me animaba a pensar que quizás para mí el futuro sería diferente. Pero esa mañana, había sido distinto, unos camiones habían llegado justo a la hora de salir para la escuela. Los soldados salieron tiroteando a todo el mundo en la aldea. Mi padre corrió hacia nosotras, con la cara desencajada y chillando algo que ya no recuerdo. En ese momento, Mami me estaba colocando la vieja mochila a la espalda. Todo sucedió muy deprisa. La sangre de mi padre nos alcanzó, mientras lo remataban a machetazos. Mamá me protegió con su cuerpo atravesado por las balas. Ahora camino atada, descalza, con la cara manchada de lágrimas y tierra. La sangre de mis padres en las manos, y el sencillo uniforme escolar, de falda tableada y camisa blanca, destrozado y hecho jirones. Me sabía herida pero no sentía dolor. Era como si mi alma se hubiera ido y solo se hubiera quedado la carcasa de mí misma. Ya el miedo, el horror de ver morir a mis padres, y la violencia posterior parecían lejos. Sentí como algo húmedo, espeso y caliente se deslizaba por mis muslos y miré hacia abajo; sangraba. Tomé conciencia de que no llevaba las braguitas que me hizo mi madre. De golpe todo lo acaecido volvió de forma atroz a mi mente. El recuerdo fue tan brutal que me revolvió el estómago, se me encogió y retorció de tal forma que la arcada a la boca llegó inesperadamente. Vomité con tal fuerza que caí de rodillas al suelo. El soldado que me llevaba atada arrastras, me chilló. —¡Levanta, pequeña zorra! Noté el culatazo en la cabeza y la imagen de aquella niña tan feliz, sujetando su peluche, se alejó. Luego, solo oscuridad.