miércoles, 28 de mayo de 2014

DE CORAZÓN A CEREBRO



Hasta aquí hemos llegado querido amigo. Llevo toda la vida haciéndote caso y, seamos sinceros, no me ha ido nada bien. Acuérdate por ejemplo de Francisco, o de Juan, o de Luis. Eran perfectos, con trabajo, de buena familia y me esperaba un futuro con ellos, pero ¿qué pasó? pues que faltaba la chispa, me faltaba sentir algo con ellos. Fracasos amorosos uno tras otro y al final el que sufre soy yo. Sé que vales mucho y eres competente para muchas cosas pero, a partir de ahora, en temas del amor mando yo. 

NUNCA TE DEJES EL SOMBRERO EN CASA


Ernesto estaba trabajando cuando llegó su jefe.
- Buenos días – saludó éste quitándose el sombrero.
- Mierda – pensó al recordar que había olvidado el suyo en el perchero de casa.
Le empezaron a sudar las manos, durante unos segundos, ni una palabra acudía a su boca, hasta que tuvo una idea:
- Buenos días – dijo quitándose la cabeza y volviéndola a colocar en su sitio.
Ante los ojos desorbitados de su jefe contestó a modo de excusa:
- Lo siento, me he dejado mi sombrero en casa – y siguió trabajando.
FOTO PROPIEDAD DEL ESCRITOR ESTEBAN NAVARRO

FOTO DE LA SEMANA DEL 27 DE MAYO AL 2 DE JUNIO DE 2014

lunes, 26 de mayo de 2014

DE CAMINO

De camino...
Bajabas sin mirar atrás para llegar a la playa. La pendiente hacía acelerar tus pasos obligándote a enterrar tus pies en la fina arena. En el horizonte el sol caía rendido por un largo día de calor y tranquilidad. La brisa tocaba tu cara erizándote los pelos de la nuca y arrancándote una sonrisa. Recuerdas a tu hijo, a tu marido y al resto de tu familia que aparecían de forma fantasmal a lo largo del recorrido. Algo te empujaba, sin perder el equilibrio, a la orilla del mar. Te quedaban bastantes pasos para tocar el agua, cuando te diste la vuelta y viste, al principio del camino que acababas de recorrer, una columna de humo y el sonido de la sirena de una ambulancia.
Estabas en la playa de los muertos, de camino a la no vida... zambulléndote...

EL OBERVADOR

La tormenta rugía sobre el mar  a lo lejos y, aunque se veían los rayos iluminar el cielo de la noche, en tierra todavía reinaba la calma. La temperatura cálida y la brisa suave no anunciaban lo que estaba por llegar.
Como cada noche de tormenta veraniega cogía el camino hacia la playa. Los postes de madera, atados entre sí con viejas maromas, delimitan una senda marcada, descendente, suave, de arena fina y cálida, que ella hacía descalza las noches en las que los temporales formaban en alta mar.
Esos momentos nocturnales era cuando le gustaba bajar por el sendero; despacio, deleitándose en el paseo, en la calidez del verano, para bañarse en las aún aguas calmas de esas horas de la noche.  Una cierta luminosidad dejaba ver con claridad los contornos del paisaje y enmarcaba las negras nubes de la tormenta, que aunque en alta mar, se acercaba rápida, cabalgando sobre olas.  Olas que emitían lucecitas plateadas como estrellas brillantes sobre el mar, ondas rizadas por la brisa en la superficie del agua, dándoles aspecto de puntillas blancas como delicados encajes.  En ese entorno, ella bajaba por el sendero como una sonámbula, andaba sobre la cadencia de sus caderas, con un ritmo que lo hipnotizaba.
Él la observaba desde las dunas, sabía que en esas noches veraniegas de luna llena y tormenta, acostumbraba a bañarse.  La veía llegar a la orilla,  como se desprendía de su camisola blanca, que dejaba en la orilla de forma descuidada, y como,  pasito a pasito, despacio, entraba en el mar.  Tan despacio, que apenas se movía el agua, ni se formaban ondas alrededor de ella.  Era un momento en el que, todo alrededor de ella se paraba, el tiempo, las olas, el viento. Todo se detenía, toda la playa contenía el aliento, incluso él no respiraba.  Intuía y esperaba, ese momento en el que el agua marina humedecería la piel de ella, con un leve chasquido, al sumergirse en las aguas.   Sus largas piernas se transformarían y aparecería su aleta caudal, se transformaría en la sirena que era. La observaría bañarse de forma lánguida, jugar con las olas, la luz de la luna le robaría la plata a su cola, que destellaba con cada rayo de la aún lejana tormenta. 
Era la mujer que vivía en la cabaña junto a las dunas, justo al final del malecón donde él dejaba su barca. Una sirena. El la observaba y callaba no fuera a espantarla.


jueves, 22 de mayo de 2014

LA BÚSQUEDA 2

El abuelo me contó la historia del Milagro y me aseguró que se había hundido no muy lejos de nuestra casa, así que esa noche salí a comprobarlo. Cogí una linterna y me dirigí a la cala. Desde ella podría ver el barco... si realmente aparecía. Al llegar allí me sentí un poco tonto, pero hacía una noche tan agradable que decidí disfrutar de ella. Llevaba un buen rato mirando al mar cuando me pareció ver una sombra sobre el agua. Una nube caprichosa ocultó en ese momento la luna y tuve que forzar la vista para descubrir qué era aquello. Aún esperando su aparición no pude evitar maravillarme de la visión del bergantín surcando las aguas. Y allí, en el puente de mando, el capitán del Milagro y la capitana del Delfín unidos en un eterno abrazo. Sus ojos me miraron y sentí una profunda tristeza y, a la vez, la alegría de saber que el amor puede vencer a la muerte.

miércoles, 21 de mayo de 2014

EN EL MAR

El viejo Eustaquio murió, como tantos otros miles y millones de personas, sin haber visto nunca el mar. Sin haber sentido el aroma salitre de la costa, sin haber bañado sus pies en la espuma que las olas traen a la orilla, sin haber podido admirar la majestuosidad de un paisaje dominado por el horizonte inalcanzable. El viejo Eustaquio murió sin conocer el mar; tal vez por eso no debería parecer contradictorio que su última voluntad fuera, precisamente, que esparciesen en él sus cenizas.

LA PLAYA

En aquel camino de arena que conducía a la playa, cerró los ojos y recordó las tardes en las que corría delante de papá para llegar cuanto antes al agua. Ella jugaba sin alejarse mucho mientras su padre plantaba la sombrilla y extendia las toallas. Luego se iba a jugar con ella. Hacian castillos en la arena, peleas en el agua o simplemente se sentaban a tomar el sol en el borde, mientras las olas les golpeaban los pies. Hoy ese camino era distinto. En vez de correr iba andando despacio, sintiendo la arena fria bajo sus pies mientras la brisa de aquella tarde de otoño acariciaba sus mejillas secando sus lágrimas. Llego a la playa, abrió la urna y fue dejando caer las cenizas hasta llegar al agua. Se sentó mirando al horizonte disfrutando de aquella tarde de playa con su padre.

DEFENSA DE LA NATURALEZA

La vio surgir, inmensa, del agua revoltosa del mar. La contempló a la luz de la luna. Ella, solemne, se acercó a un montículo de arena y comenzó a cavar, despacio, sin pausa, de forma autómata. Él se relamía los labios. En cuestión de minutos tendría su premio. La tortuga escarbó en la duna. Los granos de arena volaban. El agujero era profundo, perfecto. La diosa naturaleza había grabado perfectamente en su precaria memoria los pasos a dar. Era primeriza y estaba agotada pero consiguió colocarse en el centro del hoyo, agarrándose con las patas a la arena. El esfuerzo dio sus frutos. El espía contemplaba la maravilla de la naturaleza contó, veintitrés, veinticuatro, veinticinco....casi ya estaba todo hecho. La tortuga marina terminó de expulsar los huevos con dolor y comenzó a tapar el lugar para esconderlo de los depredadores. Él corrió, no quería que el animal terminara de ocultar los huevos; si lo conseguía, sería incapaz de encontrar el lugar de nuevo. Se acercó y empujó a la tortuga que, aterrada, se escondió en su caparazón. Desde los arbustos del otro lado de la arena unos ojos negros vigilaban a la luz de la luna. Cogió su fusil de mira telescópica y apuntó. El silenciador que llevaba acoplado apagó el sonido del disparo. Se acercó al lugar y ayudó a la tortuga a tapar el agujero, luego la empujó suavemente hasta que las patas de la criatura rozaron el agua y contempló como retomaba su camino de vuelta a las profundidades del océano. Se giró y observó el cuerpo inerte del asesino de tortugas que yacía con los ojos en blanco, mirando al cielo. -Central, aquí Moreau. Uno menos. Sin ruido, todo perfecto. Continúo la batida. Hasta mañana. Mientras el soldado caminaba despacio por la playa con un cigarrillo en la boca, una camioneta se acercaba al lugar. Recogerían el cadáver y no quedarían restos de la puesta de la tortuga ni testigos de lo ocurrido. Isla de la Sal (Cabo Verde)

martes, 20 de mayo de 2014

LA PLAYA

Era extraño. No recordaba lo que había pasado. Sólo sabía que tenía unas ganas terribles de sumergirse en el agua. Estaba sedienta, no podía caminar, ni siquiera sabía si sus piernas se habían mantenido en pie alguna vez. O qué habría sido de su silla de ruedas. Centímetro a centímetro la orilla se acercaba, pero a la vez estaba tan lejos… No tenía fuerzas en los brazos, el pelo le caía seco a los lados de la cara. Ni siquiera era capaz de sudar. Y el agua estaba allí, su deseo a punto de cumplirse. Era incapaz de tragar. Tenía la cara tan cerca del suelo que sentía la arena entre los dientes y los granos se le incrustaban en la garganta. Se arrastraba hasta llegar a su meta pero no conseguía avanzar más de un centímetro cada vez que lograba moverse. Ya faltaba poco, un segundo más y ese martirio desaparecería. Tocó el agua, la palpó, jugó con la punta de los dedos con ella. Su cuerpo se llenaba de vida por momentos y recuperó la fuerza suficiente para entrar y sumergirse. Lo último que se vio antes de que las aguas volviesen a su quietud, fue una cola de pez.

LA ESPERA

La guerra, aunque lejana todavía, había llegado. - Espérame – le había dicho poniéndose el macuto al hombro. – Regresaré. Su promesa la mantenía viva y anclada allí a pesar de la proximidad del peligro. Todos los días acudía a la playa y se sentaba a esperar mientras contemplaba las olas chocar contra la orilla. Pero no tenía noticias suyas. Un avión pasó entre las nubes mientras las gaviotas se alejaban chillando. No quería llorar. Luchaba contra esas traidoras que asomaban a sus ojos pillándola desprevenida. - Volverá – pensaba, mientras cada día que pasaba lo sentía más lejano. El avión regresó y rompió la barrera del sonido. Mientras se tapaba los oídos, vio algo que caía y su cara reflejó el terror al descubrir la bomba. Pensó en él. La onda expansiva la empujó decenas de metros por la arena sin sentir apenas nada. Una luz la cegó. Cuando logró abrir los ojos, descubrió que todo había cambiado, a pesar de seguir en la misma playa: el mar estaba tranquilo, no había rastro de aviones y ni siquiera las lágrimas la acompañaban. La calma lo inundaba todo. Se volvió a sentar en el mismo sitio. Tarde o temprano, regresaría.

FOTO DE LA SEMANA DEL 20 AL 27 DE MAYO DE 2014

martes, 13 de mayo de 2014

TAN FELIZ

"Parece tan feliz, qué bonito es el vestido, y se la ve tan guapa con la lluvia mojando su cara, con ese cabello brillante y de aspecto sedoso". El anuncio de una marca europea me saludaba cada mañana de camino a la escuela. Esa imagen me animaba a pensar que quizás para mí el futuro sería diferente. Pero esa mañana, había sido distinto, unos camiones habían llegado justo a la hora de salir para la escuela. Los soldados salieron tiroteando a todo el mundo en la aldea. Mi padre corrió hacia nosotras, con la cara desencajada y chillando algo que ya no recuerdo. En ese momento, Mami me estaba colocando la vieja mochila a la espalda. Todo sucedió muy deprisa. La sangre de mi padre nos alcanzó, mientras lo remataban a machetazos. Mamá me protegió con su cuerpo atravesado por las balas. Ahora camino atada, descalza, con la cara manchada de lágrimas y tierra. La sangre de mis padres en las manos, y el sencillo uniforme escolar, de falda tableada y camisa blanca, destrozado y hecho jirones. Me sabía herida pero no sentía dolor. Era como si mi alma se hubiera ido y solo se hubiera quedado la carcasa de mí misma. Ya el miedo, el horror de ver morir a mis padres, y la violencia posterior parecían lejos. Sentí como algo húmedo, espeso y caliente se deslizaba por mis muslos y miré hacia abajo; sangraba. Tomé conciencia de que no llevaba las braguitas que me hizo mi madre. De golpe todo lo acaecido volvió de forma atroz a mi mente. El recuerdo fue tan brutal que me revolvió el estómago, se me encogió y retorció de tal forma que la arcada a la boca llegó inesperadamente. Vomité con tal fuerza que caí de rodillas al suelo. El soldado que me llevaba atada arrastras, me chilló. —¡Levanta, pequeña zorra! Noté el culatazo en la cabeza y la imagen de aquella niña tan feliz, sujetando su peluche, se alejó. Luego, solo oscuridad.

lunes, 12 de mayo de 2014

BRONCO

Me lo dijo mi amiga Nuria, poniéndose muy chulita: -Si sacas a pasear a Bronco y se moja con agua de lluvia se convertirá en un tigre de verdad. Lo he leído en un libro secreto de magia que me regaló mi abuela. Esta tarde, cuando más llovía y mientras mi madre estaba entretenida hablando por teléfono, he bajado con él a la calle. Nos hemos mojado hasta empaparnos, pero Bronco sigue siendo el muñeco de peluche que me trajeron los Reyes hace dos años. Estoy contenta, creo que lo prefiero así. Nunca pasará hambre ni sed, no podrá enfermar ni le atropellará ningún camión o le comerá un dinosaurio; quiero que me esté conmigo el resto de mi vida. Porque le quiero.

FOTO DE LA SEMANA DEL 11 AL 21 DE MAYO DE 2014

EXPERIENCIA

En una ocasión estuve un rato muerta, sí como lo oís, muerta de verdad, de esas que oyen el piiiiiiiiiiiiiiiiii de la máquina de la respiración en el hospital y todo el mundo corre a coger unas palas para reanimarte. Mientras todos hacían eso, y mis padres gritaban y lloraban, yo era feliz. Solo duró un momento, un tierno momento donde la lluvia mojaba mis cabellos y yo estrujaba entre mis brazos a Muzifi, mi gato que murió atropellado por el camión de la basura. Pero tuve que regresar a la camilla de hospital; algo tiró fuertemente de mí, sentí una descarga recorrer todo mi cuerpo y abrí los ojos. El médico me miró, sonrío, soltó las palas y escuché su voz: _¡Ha vuelto, ha vuelto! Pero....¿por qué lleva los cabellos mojados?

DISFRUTANDO DE LA LLUVIA

Era un día normal,como tantos otros que me dirigía hacia al colegio. Al salir a la calle me di cuenta que estaba lloviendo,en un momento me volví el niño mas feliz del mundo. Me puse a chapotear en los charcos ,con mi peluche entre mis brazos, iba girando mirando al cielo y corriendo debajo de la lluvia. Notaba que me iba empapando y el agua fresca tocaba mi piel. Me preguntaba por qué la gente llevaba paraguas y no disfrutaban de algo tan maravilloso. Veía como los gatos corrían para refugiarse de la lluvia y yo me sentía tan feliz que solo me reía.

CONSENTIDA

Quiero ese muñeco – gritó señalando el escaparate de la tienda de juguetes mientras su madre seguía ignorándola. La calle estaba abarrotada de gente. La madre sentía sus ojos fijos en la espalda a causa de la escena. - He dicho no – susurró fría con una mirada que habría acobardado a cualquiera excepto a su hija. Diez minutos después, la niña acariciaba aquel peluche que tanto había querido. Sonreía triunfadora. - Es hora de ir a casa – dijo su madre con voz cansada. - No. Ahora quiero un helado. - Es tarde. Va a empezar a llover – contestó mirando el cielo y empezando a perder la paciencia. No había terminado de hablar cuando gruesos gotillones chocaron contra el suelo. Pero la pequeña no se amedrentó. - Quiero mi helado. Ahora – empezó a saltar en los charcos que se iban formando y el pelo mojado se le pegaba a la cara. - Me voy - dijo la madre. Se dio la vuelta desesperada pensando que quizás eso la hiciese reaccionar. Avanzó un par de edificios y se dio la vuelta. Sólo vio el peluche en mitad de un gran charco. Regresó con el corazón en un puño, gritando su nombre. No aparecía por ninguna parte. La niña, oculta en un callejón detrás de unos cubos de basura, observaba. La madre gritaba, lloraba, suplicaba. Unas veces hacia el cielo, otras a la gente que pasaba por allí. Su hija siguió escondida esperando el momento para salir. De repente la mujer se llevó una mano al pecho y cayó al suelo. Muchos corrieron a ayudarla. - Voy a salir – pensó con tranquilidad la pequeña. – Ahora me dará mi helado. Conversación de chat finalizada

domingo, 11 de mayo de 2014

SOLEDAD

Aplastaba la tierra con fuerza. Se sentía olvidada siempre, allí sola en el suelo del parque. Ellas hablaban de historias y personas que a ella no le interesaban para nada. Mientras, la ignoraban durante horas, sin preguntarle si se sentía triste o alegre, enferma o sana. Ya no importaba. Hizo dos flanes con el cubo. Uno para ella y otro para su hermano. Pero él nunca aparecía para jugar con ella y eso que, insistentemente, ella lo llamaba a gritos desde el silencio de su mente. Solo la visitaba en la noche, cuando dormía, sin conciliar el sueño, acurrucada, muerta de miedo, temblando entre las gélidas sábanas y apretando entre sus brazos su muñeca de ojos de cristal. Entonces él quería jugar y ella gritaba en sueños...

sábado, 10 de mayo de 2014

LAS VIUDAS

Mientras Francine se entretenía jugando con su cubo y la arena del parque, la viuda Laurent departía discretamente con su amiga, la viuda Renard. - Has de presentarme a tu abogado, Madeleine. Nunca habría imaginado que un hombre tan ordenado y detallista como Bastien no dejase hecho testamento. - Mira que te lo advertí, Chantal, recuerda que te dije “es preciso cuidar los detalles”. Pero como eres tan estúpida vas y olvidas el más importante. Puedes ir despidiéndote de la fortuna de tu marido. - ¡No me digas eso, Madeleine! Creo que se me está poniendo mal cuerpo. Dame el nombre y la dirección de ese leguleyo, te lo suplico. - Ningún picapleitos de París podrá ayudarte, pequeña zorra. Bastien me lo dejó todo a mí, tengo un documento privado firmado en el bufete del Licenciado Leclerc, con Madeimoselle Garnier como testigo. Gracias por seguir mis instrucciones y deshacerte de tu marido y mi amante. La verdad es que, tal y como me confesabas, en la cama dejaba mucho que desear, cariño.

TRAS LAS LÍNEAS ENEMIGAS

—Creo que me han descubierto. —¿Qué? —Al menos sospechan algo. —¿Cómo se te ocurre venir aquí? —se quejó la otra mujer mientras miraba disimuladamente a su alrededor—. Nos pones a todos en peligro. —Pero tengo miedo. Quiero que me saquéis de aquí. No puedo seguir con esto. —No es tan fácil —contestó la otra mientras notaba un movimiento a su izquierda entre los arbustos—. Juraste que defenderías a tu país, que te sacrificarías por él. —Pero soy muy joven para morir. Tengo toda la vida por delante... —Yo también —contestó la otra mujer mientras sacaba una pequeña pistola de su bolsito y le apuntaba entre los ojos. Disparó al tiempo que veía como de los arbustos salían varios hombres uniformados corriendo en su dirección. Se levantó mientras observaba el cuerpo de la otra mujer deslizándose al suelo y oscureciendo la tierra con su sangre. Se colocó la pistola en la mandíbula sin apartar los ojos de los hombres que ya estaban casi junto a ella y volvió a disparar.

RUMORES DE SOCIEDAD

—Dígame Mrs. Thompsom, ¿es verdad lo que se cuenta sobre usted en los corros de la alta sociedad?. —Depende, Sra. Clearwater. Ya sabemos cómo son esos encuentros. No hay en ellos más que chismes carentes de veracidad e infamias malintencionadas. —No pretendía ofenderla. Sabe cuánto aprecio su amistad y que siempre esté dispuesta a cuidar de mi hija. Solo es… —Entiendo. Le voy a decir una cosa y espero zanjar este asunto entre nosotras ahora mismo. Los rumores son inciertos de todo punto, falsos como una moneda de tres peniques. —Por favor, no se enfade conmigo Mrs. Thompsom, se lo pido de corazón. Son tiempos revueltos y nadie sabe que pensar. Cuando una mujer habla de cosas de hombres, enseguida… ya sabe… la ven con malos ojos. Le ruego no tenga en cuenta mis palabras, se lo suplico. —Olvídelo. Me estoy acostumbrando a las habladurías maldicientes sobre mi persona y la vida que me han obligado a llevar. Ser soltera en estos tiempos y no callar lo que piensas te crea enemistades, incluso entre tus supuestas amigas. Déjelo pasar, a mí ya se me ha olvidado – sonrió. —Ahora he de marcharme, Mrs. Thompsom. Mañana le traeré a la niña a la misma hora. Y le insto a que perdone mi impertinencia. —No se preocupe— y le hizo un guiño—, mañana nos veremos y será otro día. “Otro día en el que nada será lo mismo”, pensó mientras la Sra. Clearwater se marchaba del parque con su hija de la mano. Momentos después una sombra apareció por entre la arboleda que estaba situada detrás de ella, se acercó y le tapó los ojos con una mano. —¿Quién soy? —Esto tiene que acabar— dijo ella—, tu mujer acaba de irse.

jueves, 8 de mayo de 2014

APARIENCIAS

La mañana era soleada. Una dama y su hija que paseaban por el parque se sentaron a la sombra de un sauce. La madre cerró el parasol y lo puso en su regazo. - Niña, ¿has dicho que esta tarde nos presentará a sus padres? – preguntó sacando la punta de la lengua mientras pensaba. - Sí, mami – dijo la hija pasando un dedo por el respaldo del banco arrugando la nariz mientras evitaba apoyarse en él. Una limpiabotas que pasaba delante de ellas se acercó y les preguntó si querían sus servicios. La dama, a modo de respuesta, sin tan siquiera mirarla, levantó el pie en el aire. - Pues no se te puede escapar. Me he paseado por delante de su finca. Es inmensa y el jardín lo tienen impecable. La dama cambió el pie y la limpiabotas continuó con su trabajo mirándolas de vez en cuando sin que se diesen cuenta. - ¿Y es guapo? Bueno, tampoco importa demasiado si tiene la cartera llena. Ya sabes que papá apuesta demasiado y tenemos muchas deudas. Y los caballos no son nada baratos. ¿Habéis hablado del viaje de novios? La boda la pagará él, ¿no? A la hija no le dio tiempo de contestar ya que la dama miró sus pies y se levantó enfadada. - ¿Pero qué has hecho, idiota? – los zapatos estaban perfectos pero ni aún así la limpiabotas dijo nada - ¡Si ni siquiera los has limpiado! No pensarás que te voy a pagar por esto, ¿verdad? Vayámonos antes de que me los rompa esta... – abrió el parasol y giraron la cabeza indignadas. Hacía mucho calor cuando llegaron a la entrada de la finca y el abanico no daba abasto. - Pero qué bonito está todo, tiene que costar un dineral… - le susurró a su hija. La dueña de la casa salió en persona a saludarlas. - ¡Pero qué zapatos tan bonitos y limpios lleva usted! Si es que hay cada elemento por el mundo… Personas que sólo se fijan en la cartera de los demás o de las propiedades que se tiene, ¿verdad? La dama todavía tenía la boca abierta cuando le cerró la puerta en sus narices. - Ahhhh – gritó la hija montando una escena. - ¡Lo has estropeado todo! Con lo que me había costado que el idiota más rico se fijase en mí… - lloraba mientras pateaba el suelo.

martes, 6 de mayo de 2014

TENGO GANAS DE TI

Tengo ganas de ti, de té o café. Tengo ganas de ti, de moverme o permanecer quieta. Tengo ganas de ti, de contenerme o desbordarme. Tengo ganas de ti, de hablar y callar. Tengo ganas de ti, de ir y volver, de luz u oscuridad. Tengo ganas de ti, de ser o no ser. Tengo ganas de ti, de encontrarte o abandonarte. Tengo ganas de ti, cada día, cada hora. No solo en el parque, en el momento de sacar a los niños, sentadas bajo los árboles. Y observar, despacio, sosegadamente, el perfil de tu rostro apoyado suavemente en tu delicada y pálida mano. Atrapadas en estos corsés, en los que la sociedad nos condenó a vivir. Te amo y te odio, porque lo nuestro no podrá ser. Porque con tu rechazo me condené. Y ahora, no descanso en suelo sagrado. Solo vago por este parque esperando cada día, cada hora, el momento de verte aparecer

FOTO DE LA SEMANA DEL 4 AL 11 DE MAYO DE 2014

viernes, 2 de mayo de 2014

TRAS LA SENDA DE KANAÁ 2

Larga había sido la espera desde que Kanaá escapara al control de los Nanús y huyera del lago. Interminable la vigilancia de generaciones sobre las aguas de la laguna aguardando el regreso del demonio y poder librar las almas agonizantes que allí permanecían atrapadas. El poblado estaba preparado, los presagios así lo dictaban. El espíritu había regresado. Fasúm no tenía miedo, no podía tenerlo. Él era descendiente de Farup, el niño que sobrevivió junto a su hermano, y que fue culpado de la desgracia que sobrevino al pueblo. No retrocedería, se lo debía a lo que tantas descendencias de aquel chico habían sufrido. Debía limpiar el honor de su familia y esa era la noche. Por ello estaba solo en el centro del marjal, para enfrentarse al mismo mal que su antepasado, pero esta vez con la premisa de vencerlo. Una decena de canoas rodeaban la del muchacho, que permanecía expectante y alerta, para intervenir en caso necesario. Los rezos desde la orilla comenzaron como un murmullo y el agua se agitó de manera ligera. Fasúm apretó su lanza cuando el canto se elevó y con ello las vibraciones de la chalana. Los gritos de angustia de las ánimas atrapadas ensordecieron sus oídos y no escuchó nada más. Una sombra ocultó la luz de la luna y la lucha comenzó. Kanaá contempló a aquel crío y tuvo un estremecimiento. Supo que esta vez debería enfrentarse a él, pues el poder de los Nanús era superior y no podría escapar a su destino. Tomó una decisión. Cuando el demonio le atacó con desmesurada violencia Fasúm no se movió. Agarrado a su lanza se plantó encarándole sin miedo ni vacilación. Las garras de aquel ser cubrieron sus brazos de heridas que sangraban al instante, los golpes que el espectro le daba le hacían boquear por la falta de aire en sus pulmones, las embestidas que intentaban sacarle de la barca casi lograban su objetivo, pero Fasúm tenía un pundonor que rayaba el poder de los dioses, y aunque sus ataques con la pica apenas provocaban daño a Kanaá, si conseguían enervarlo. Hasta que cansado de ese baile el espíritu quiso acabar de una vez con aquel ser insignificante. Para ello pretendió ocupar su cuerpo quedando atrapado, para asombro del demonio, en el amuleto que colgaba de su pecho. La ira fue como fuego y le marcó la piel permaneciendo inamovible hasta que los rezos y cánticos cesaron. Todo había terminado. Fasúm fue un gran lider para los Nanús y sus generaciones posteriores elevaron su nombre. Kanaá no volvió a ser llamado y los ritos de madurez en el poblado fueron prohibidos. Ahora, en las noches de luna llena, no hay niebla ni gritos de horror, solo el canto de las aves nocturnas y el brillo de las estrellas. Mientras una canoa permanece en el centro del lago, inmóvil, paciente, con un portador del amuleto para vigilar que el demonio no vuelva a escapar.