sábado, 30 de noviembre de 2013

VOLARE, UOOOH

Si es que ser modelo en Zaragoza es una profesión de riesgo. Que si no comas "adoquines" o te irán todos a parar a las caderas, que si deja las "migas a lo pastor" o tu culo se engordará proporcionalmente al número de gramos por centímetro cuadrado que ingieras, que si deja de beber agua o no se te tensará la piel y parecerás una pelota de poliespán. ¡Qué estrés, válgame Dior! Total, que realizas todos esos sacrificios y ¿para qué?... Pues yo os lo diré; para que el cierzo haga honor a su poder, fuerza y majestuosidad y con un solo toque en mi frente me arroje azotea abajo en la sesión de fotos más importante de mi vida: La del folleto de navidad del "LIDL". Y aquí estoy, aferrada al alféizar, despeinada pero "cool", desarreglada pero con un carisma, un estilo y un donaire característico de un figurín de mi categoría. Ahora lo único que me queda es esperar a los bomberos o a un Cuerpo del Estado de similares características que llegue y me salve. Supermán también me valdría pero el otro día me dijeron que no existía, que era una cosa de películas... Entre que llegan y no llegan haré tiempo, podré morritos sensuales, mirada profunda y alzaré una pierna en plan "cuida que me voy para abajo" y si me apuráis me haré unas cuántas flexiones, nunca se sabe cuando te pueden llamar para otra sesión de fotos, aunque ésta vez espero que no sea al aire libre.

EL STAR-SYSTEM

Brenda era una cantante famosa, aunque no lo bastante para pasar a la historia. Yo, su enésima pareja, un infeliz músico con ansias de éxito y dinero, no precisamente por ese orden. Estaba obsesionada por convertirse en una leyenda, lo que en su opinión exigía una muerte dramática y, además, prematura. Cuando me propuso suicidarnos juntos, noticia que debería acaparar las primeras planas de los periódicos y televisiones de todo el mundo durante los días y semanas siguientes, no solo evité disuadirla sino que bendije su idea. -Vamos a convertirnos en nuevas víctimas del star-system; tras tu muerte serás adorado por las mujeres de todo el mundo -me aseguró. En el instante en que saltó desde la decimoséptima planta del Hilton saqué la cámara y tomé la fotografía que me ha hecho millonario, su última foto: estaba dos pisos más abajo y sus manos iban resbalando por el saliente del edificio. Recuerdo cómo me miraba, incrédula, musitando las palabras maldito cabrón.

viernes, 29 de noviembre de 2013

SECUENCIA EN COLOR MORADO

Secuencia en color morado Planta decimoquinta: -¡Jorge, ayúdame, por favor! Mis dedos ya no resisten más, hace mucho aire… ¡Me voy a caer! Jorge la observaba indeciso… Por un lado, sentía deseos de extender sus brazos y socorrerla, por otro, no. Quería vengarse de ella y de sus compañeros de oficina. ¡Le habían hecho sentirse tan ridículo! Planta decimocuarta: -¡Paloma, ven a la ventana! ¿Ves lo mismo que yo? -¡Son la piernas de Lena, seguro! ¿Qué hace ahí la muy gilipollas? ¡Va a perder los Manolos morados que le regaló el jefe! Mmmm, también lleva las braguitas esas tan monas, las negras de encaje…Qué suerte tiene la muy p… -¿Qué hacemos, llamamos a alguien, o qué? -Pues va a ser “o qué”. ¿A quién se lo decimos primero, al jefe o a Jorge? Las dos compañeras de trabajo se miraron y quedaron pensativas, sin saber qué hacer. Entrada del edificio: -¡Jefe, mire hacia arriba! Un zapato morado impactó en la cabeza del gerente causándole una herida sangrante con el fino tacón. -¡Los Manolos morados! La muy imbécil, seguro que le ha contado lo nuestro a su novio… -Jefe, ¿llamamos a los bomberos? -¡Menuda tontería, caerá antes de que lleguen! Vámonos, llego tarde… Se despertó de un sobresalto. Se había quedado dormida encima del ordenador. Aún conmocionada vio cómo Jorge entraba en su pequeño despacho: -¡Cariño…mmmm, qué guapa estás! ¿Qué es lo que me querías decir esta mañana? Parecías tan preocupada… -Nada…nada, no me acuerdo, sería una tontería Lena dio unas cuantas pataditas a la caja de zapatos y la escondió bajo de su mesa… Se dijo que las braguitas le apretaban un poco y ya no se las iba a poner más y en cuantos a los Manolos morados… Ya se le ocurriría algo…

CITA DESASTROSA

Le dije que o paraba la nave o me bajaba de ella en marcha. No paró. No vuelvo a aceptar la invitación de un venusiano. Nunca lo hagáis, no son de fiar. El año pasado comenté que quería conocer la Tierra, pero no así. Lo que lamento es que he perdido un zapato. Mis preciosos zapatos morados. Había trabajado todo el mes para poder comprármelos. Y lo que me gasté en este vestido. Tuvieron que traérmelo de Júpiter porque no había de mi talla. En mi planeta todas son más delgadas. Más estilizadas, dicen ellas. Lo que pasa es que no saben lo que es buena comida y así les va. Y encima se me ha estropeado el peinado. Tantas horas para dejarlo perfecto y mira cómo ha quedado. Es mi peor cita con diferencia. Y ahora que lo pienso… ¿cómo vuelvo a casa?

jueves, 28 de noviembre de 2013

MUJER EN LA VENTANA de ANA ANDRÉS SORIA

Mis dedos sentían el áspero tacto del metal oxidado de la ventana. El acero estaba rojo anaranjado, moteado de negro y gris oscuro, deformado y arrugado por las inclemencias. Y estaba helado. Se escuchaba un sonido ahogado, como de lamento, viniendo desde abajo. No quería mirar hacia el suelo, así que desvié la mirada hacia el frente; las ventanas oscuras del edificio de enfrente, algunas iluminadas desde dentro, me la devolvieron. Se veían siluetas al otro lado de los cristales. El mismo sonido quejumbroso. Puse la vista en el cielo, oscuro y cubierto de nubarrones, anunciando tormenta. No quería mirar abajo. Me daba vértigo… Me daba vértigo verla ahí, colgada del alféizar metálico cubierto de óxido, gimiendo de terror e intentando llamar la atención de las indiferentes siluetas recortadas en la luz de las ventanas del edificio de enfrente. La primera gota cayó, con un ruido entre seco y musical, sobre la piel de mi mano. La sentí fría. Seguía ahí cuando solté sus dedos, agarrados con desesperación al metal. Cuando ella impactó contra el suelo, la gota se deslizó por mi antebrazo. Me puse las manos en la nuca. Las tenía heladas.

EL ASESINO

...A través del espejo la miré por última vez. Sus ojos tristes me imploraban clemencia pero no me arrepentía de llevar a cabo el asesinato. Dos segundos colgada de la ventana y sus dedos comenzaron a resbalar poco a poco del poyete. No gritó. Desapareció en el aire y no quise mirar cómo habría quedado su cuerpo tras caer diez pisos. Aquella noche, por fin, dormí sin sueños. El sol entraba a raudales por la ventana cuando desperté. Recordaba haberla cerrado antes de acostarme. Sentí un cosquilleo en la nuca mientras me levantaba a cerrarla de nuevo. De la ventana abierta surgió una mano. Se agarraba fuertemente al quicio. Era una mano que conocía muy bien. Pensé entonces que ella nunca se había ido de allí, ¿o sí? No había sido valiente y no me había cerciorado de su caída. Ahora albergaba dudas y miedo, mucho miedo. Ella apareció de repente. Se encaramó a la ventana y se acercó como un arácnido, rápida, hasta oler mi cuello. Lo último que recuerdo fue volar. Sentí el aire en mi pelo y el giro de mi cuerpo en el vacío, cayendo, cayendo, hasta llegar al suelo...
FOTO DE LA SEMANA 25 AL 30 DE NOVIEMBRE 2013