martes, 29 de marzo de 2016

REFLEJO


Sueño, y en mis sueños veo cómo me desdoblo, cómo emana de mí una imagen como un reflejo; pero cuando me fijo en él, descubro que no es un reflejo exacto, más bien es un reflejo roto, que hace justo lo contrario a lo que yo hago. Si yo me levanto, él se acuesta, si yo ando en una dirección, él se dirige hacia la contraria; mientras yo permanezco en el suelo, él flota junto al techo. Le miro fijamente, con el cejo fruncido, y él me mira sonriente, como conocedor de mis pensamientos. Y entonces una duda me asalta, ¿es contrario a mí... en todo?
Si yo diera limosna a alguien, ¿Él le robaría? Si yo tratara de salvar a alguien, ¿Él le mataría? Si yo amara a alguien, ¿Él le odiaría? Entonces recuerdo que ese ser ha salido de mi interior, y me estremezco. Noto como el odio me sobrepasa, y trato de lanzarme contra él, pero mis limitaciones físicas se hacen dolorosamente palpables, y caigo como un peso muerto.

Despierto con un sobresalto en mi cama, y al recordar mi sueño, comienzo a temblar; porque aquella réplica, no era en realidad un ser extraño. Aquel ser también soy yo. Y eso me aterra.

miércoles, 23 de marzo de 2016

LUZ EN LA NOCHE


La niña observó abstraída cómo la luz aumentaba hasta iluminar la noche, alejando momentáneamente las sombras; una noche convertida en día durante unos instantes, y que acabaría desapareciendo poco a poco, en un falso atardecer, mientras toneladas de material diverso se desvanecía en el aire.
La muchacha sonrió complaciente, y miró con complicidad a su compañera felina:

¡Mira que quemarlas todas al mismo tiempo! ¡Estos valencianos están majaras!

ATARDECER DE NUEVO ENTRE TUS BRAZOS



—¿Has visto qué preciosidad de atardecer, Bigotitos? Una de esas tardes en que da gusto estar vivo.
—Desde luego que sí —respondió el gato—, pero ¿no te dijo el psiquiatra que no hablaras conmigo? ¿Que eso era síntoma de recaída?
—Sólo si me respondías, así que ya podrías callarte un rato.

—¡Eso sí que no! ¡Que uno será una alucinación, pero una alucinación educada!

martes, 22 de marzo de 2016

INVISIBLES

Era un callejón invisible para los transeúntes en el que conviven ratas, una camada de gatos y algunos perros callejeros. Se alimentan de los restos de un restaurante y calman su sed en charcos perpetuos porque el sol no entra en él para evaporarlos. Dormitorio eventual de mendigos que buscan un lugar donde la luz no visibilice su indigencia. Un lugar alimentado de sombras donde pasar desapercibidos.  Huyen de ojos que no quieren ver miserias. Allí, una pequeña desharrapada de cuerpo menudo comparte residencia con sus habitantes.Se esconde entre los contenedores donde echa los desperdicios un opulento restaurante del casco viejo.
Apenas recuerda como acabó allí, en una ciudad de voces que no entendía.   Una turba aterrorizada la arrancó de las manos seguras de su madre.  Zarandeada de un lado a otro, acabó en un olvidadero de niños que gritaban en lenguas confusas. Escapó huyendo de la violencia que el hambre genera. Se esconde porque no quiere volver a ese infierno. Decidió callar y el silencio la enmudeció.  Olvidó su nombre, el sonido de su voz y su lengua materna. El recuerdo de su lugar de origen le llega frío, cortante y en ráfagas como el efecto del viento en un túnel.  No quiere dormir, si cierra los ojos, sus oídos se abren y a su sueño le acompaña el terror del silbido que precede a la destrucción.

Allí, entre los contenedores, espera los desechos del restaurante para poder saciar el hambre.  Ese callejón le proporciona invisibilidad, comida y bebida como al resto de sus habitantes. Hoy hubo suerte, un tesoro en forma de migajas de pastel de chocolate cayó en sus manos.  Lo comienza a engullir en estado de alerta. Atenta a cualquier sonido que le indique el peligro de un temido retorno al olvidadero, escucha el maullido lastimoso de un gato, y observa como el animal se acerca renqueando; huele su rico manjar.  El pobre no está mucho mejor que ella.  Arrastra una pata y le falta el pelo de la cabeza, algunas costras resecas cubren su lomo en el que se dibujan sus costillas.  El pobre animal apenas tiene fuerzas para acercarse más. La pequeña tensa el cuerpo dispuesta a defender su tesoro.  Pero algo en ella le hace cambiar de actitud y le tiende una miguita del pastel con precaución.   El gato ronronea sin fuerzas, ignora la mano y con gran esfuerzo, se sube a su regazo buscando acomodo y se queda en él.  La pequeña no sabe qué hacer.  Enternecida insiste en dar de comer al pobre bicho, pero el gato rechaza el manjar, sólo emite un triste y quedo lamento semejante al de un bebé. El llanto le trae un lejano recuerdo que la entristece. La tensión del miedo desaparece para sentirse tan agotada que comienza a llorar con él.Abandona los restos de la comida en el suelo y se arrebulla con el gato buscando calor. Su callejón protector es ahora más frío y húmedo que nunca, echa de menos a su madre, su voz, la luz y el calor del sol.  Ambos se dejan llevar por la somnolencia y se quedan dormidos en un sueño reconfortante del que no volverán a despertar.

lunes, 21 de marzo de 2016

HUMANA




Desde una arboleda cercana miraba, sin emoción, a una hembra de pelo dorado y delgada, que sostenía una vida inocente en sus brazos. La estudiaba desde lejos, sin permitir que le descubriera, aunque dentro de sí una pequeña vibración en el límite de la percepción le desmentía... quizá sí percibiese algo. Puede que, instintivamente, ella notara un cosquilleo en su nuca.
Sabía lo que iba a ocurrir, pues su poder era anticipar el fin de la vida; ella aplastaría el pequeño cuerpo que sostenía, poco a poco, hasta notar los chasquidos de los frágiles huesos arañando los órganos internos... y después tiraría al cachorro al río, añadiendo otra agonía antes de morir. Estaba impresionado.
Si hubiera podido atisbar su mirada, incluso él se cubriría de gozo, mas no presentaba ninguna de las señales que distinguían a los maldecidos... y eso le desconcertaba profundamente.
Decidió abrir su mente hacia la hembra con una sonda mental, para perforar (nunca mejor dicho) el núcleo de sus pensamientos. Entró delicadamente en el interior, esquivando los pensamientos con forma de cuchillas fácilmente, sorteando la inmundicia pegajosa de las paredes que encerraban sus delirios y confirmó lo que sospechaba desde el principio: era una humana.
Alzó los hombros tras el fiasco y empezó a alejarse con pasos transparentes, mientras se escuchaba el sonido de un pequeño cuerpo impactando el agua.

Continuaría la búsqueda de otros como él, los desheredados caídos... solo era cuestión de tiempo. Y tiempo, por mucho que lo odiara, tenía en abundancia.

A LA MALA HORA



Maullaba a su compañero, situado a varios metros de distancia. Había sido más rápido, librándose por los pelos.
—Haz algo, salta sobre ella, intenta arañarla...¡No la soporto!
Parecía que barritaba como un mamut, estaba muy indignada.
La campesina sujetó mejor a la gata, que se removía en sus brazos.
—Y encima me está tocando el culo, lo que hay que aguantar...
Ahí el gruñido que dio sonaba más a felino, y menos mal, porque el gato ya estaba asustado de la ira de su compañera.
Desesperada, al comprender que el agua se acercaba peligrosamente, lanzó el bufido más espantoso de su vida.

No le sirvió de nada. Su ama la lanzó al agua tras frotarle con una loción jabonosa; que ella era muy limpia, y sus bichos también.

¡POR LAS DUDAS NOS SUBIMOS!




—Primero, todos los animales que tuvimos que bajar antes de zarpar, ¡ni que fueramos un zoológico! Y ni bien salimos del puerto nos llenamos de gaviotas. ¿Quién fue el inteligente que bautizó el barco? Por dios, "El arca de Noé".

—No lo sé mi capitán, pero quién diría que lo animales saben leer...

sábado, 19 de marzo de 2016

EL GATO



La puesta de sol entristecía más el momento. Había llegado la hora y no podía retrasar la despedida. Acarició su pelaje suave y besó su cabecita peluda.
Justo antes de que el sol desapareciera entre las montañas soltó al animalito y huyó del lugar mientras las lagrimas resbalaban por sus mejillas y mojaban su ropa. Llegó a su casa y cerró las contraventanas. Atrancó la puerta con un armario y se escondió en su cuarto, bajo tres mantas.

La oscuridad lo invadió todo. El ser que de día fuera un dulce gatito se convirtió en una gran bestia entre estertores de dolor. La luna iluminó el bosque y la criatura peluda, ahora desgreñada y sucia, se adentró entre la espesura en busca de alimento...

domingo, 6 de marzo de 2016

PUTAS GAVIOTAS



—Putas gaviotas. Hay que ver, ¡qué asco de bichos!
—¡Y que lo diga! Son como las ratas. Esta es una de las razones por las que echo de menos mi casa.
—¿Allí no tenéis gaviotas?
—¡Qué va! Nos las hemos comido todas. Ya sabe; la guerra, la hambruna…
—Es cierto, esas cosas pasan…
—…
—…
—Pues pensábamos que no, pero al final hemos tenido comida suficiente para ambos.
—Sin duda. Yo hasta estoy lleno. ¿Y tú, Robert?
—Con ganas de vomitar y todo.
—Aparte esa caja de mi vista. Solo de ver más carne, se me revuelve el estómago.
—Ipso facto, señor.
—Quién nos lo iba a decir, ¿verdad? Y sir Frederick decía que no sería suficiente.
—Además que sí. Desde que salimos de la Isla Calav.. ¡Fuera! ¡Fuera, coño! Les estoy cogiendo una manía a estas putas aves… ¡Dame mi espada!
—¡Por supuesto que sí, capitán! Tome.
—¡Morid! ¡Morid, bichos inmundos!
—¡Cuidado, señor! Eso a lo que acaba de acertar es mi sombrero.
—¡Mierda! Lo siento. ¿Está usted bien?
—Sí, bueno… Ha faltado poco.Por los pelos, diría yo…
—¿Por los pelos? ¡Por mi pericia, querrá decir!
—Sí, claro. Eso, por su perilla.
—Qué perilla, ni qué perilla. ¡Mi pericia! Mi destreza, mi maestría con las armas.
—Eso es cierto, señor. Tragando sables es usted todo un maestro.
—¿Insinúa algo, sir Robert?
—No, señor. No se me ocurriría.
—Ah, bueno. Me pareció detectar cierto deje de ironía en sus palabras. Quede claro que allá en las Indias, durante mi estan…
—¿En qué Indias, mi capitán?
—¿Cómo que…? Pues en las de… Allá, al otro lado del mundo. ¿Qué Indias van a ser?
—Pues… pues… Hay dos, señor. Las de la ruta de la seda, o las de los señores con pluma en…
—¡Calla, necio!
—Vale, vale, las de la pluma. Ahora todo encaja.
—¿Qué dice?
—Que qué hago con la caja… señor.
—Tírala por la borda. A ver si estas ratas con alas nos dejan de una puñetera vez.
—Pero, ¿también su contenido?
—¿Vas a comer más?
—No, a mi es que la casquería me da un poco de asquete…
—A mí también, Robert. No sabes cuánto te entiendo. Me dan unas arcadas, que ni mi hermana desnuda. ¡Puaj!
—Es cierto, capitán. ¡Puaj!
—No lo dirá por mi hermana…
—No, no… Que el cielo me perdone. No me atrevería. Lo digo por el contenido. Mire lo que pasa cuando lo muevo.
—Yegghhh…Es verdad. Deshágase de ello con celeridad.
—A sus órdenes, mi capitán.
—¡A la de una! ¡A la de dos! ¡Y a la de…!
—¡Espere!
—Y, ¿ahora qué pasa, señor?
—Déjeme echarle un último vistazo.
—¿Pero no le daba asco?
—¡Calle! Oremos.
—Oremos.
—Por el alma de Frederick.
—Por el alma de Frederick.
—Porque sin su ayuda, nos habríamos muerto de hambre.
—Porque sin… Bueno, sin su grasa también habría…
—¡Oremos!
—Sí, mi capitán! Oremos…
—Porque gracias a… ¡Joder con los putos bichos! A tomar por culo la caja, hombre ya.
—Adios, sir Frederick. Que allá donde esté su alma llegue lej…
—¡Sir Robert!
—¿Oremos?
—Este hombre es tonto. ¡Venga aquí! ¡Más vale que lleguemos a casa pronto, porque sino, me alimentaré de usted, y de su estupidez!
—Sí, me va a comer el rabo…
—¿Qué murmura?
—Nada, nada, que voy a comprobar los cabos. Los de las velas.

—Ah, vale. ¡Pero os queréis estar quietas! ¡Putas gaviotas!

MIENTRAS VUELAN



Al principio las odiaba, luego fue otro el graznar, porque ya no quedan canciones. Entre el salitre y sus desechos van desmoronando la madera, y el velamen está agujereado por los ácidos excrementales, que expulsan sin pudor.
Nunca cesan de gritarme mientras vuelan que llega mi fin, que empezarán a devorarme por los ojos... y mis labios agrietados forman una mueca de horror, porque ya no me quedan muchos pensamientos con cordura.
He olvidado mi nombre, no se dónde estoy... solo me aferro al maderamen en cubierta. Quizá, sean las aves quienes lleven el rumbo del esquife, porque el viento es inexistente en estas aguas silenciosas... ¿Estaré muriendo?
A veces entiendo mejor su cacofonía sin término, sus risas afiladas, sus descensos veloces muy cerca de mi rostro reseco, porque imagino que tengo aún un cuerpo.
¿Y si estuviera en una especie de infierno? Agua sin tierra, con sed eterna. Acosada por los chillidos sin fin, alargados a lamentos que semejan niños gimiendo, a cachorros siendo despellejados...
¿Y si fuera un sueño? me pregunté en algún momento, creo. Imaginé que podría llegar a tierra, con una cascada dulce de bienvenida, con solo mi voluntad como guía, pero esas malditas no me dejaron escapar...

En ese momento, al recordar lo que eran las aves abrió sus ojos, y sabiendo que sería el último acto de voluntad propia, reunió su cuerpo desmadejado y se tiró por la borda.

Todas se posaron donde un instante antes saltó y formaron una figura oscura y reconocible, rompiendo después a volar desenfrenadas. El esquife quedó vacío de nuevo, esperando.

viernes, 4 de marzo de 2016

PESCA



Era otro día de pesca más.  El barco salió como cada atardecer con la primera oscuridad. La última y amarillenta claridad del día manchaba las primeras tinieblas de la noche.  Solo dos marineros gobernaban la embarcación. Llevaban las redes desplegadas como alas de mariposa y los faroles preparados para deslumbrar a los peces,  con el agravante de nocturnidad; como dos ladrones robarían al mar a sus habitantes más inocentes, aquellos que vagaban por sus aguas con la inocencia de quien descubre cada tres segundos un nuevo paisaje. ¡Como contenerse y no correr detrás de esas luciérnagas que parpadean en la superficie!

La noche naufragaba en el horizonte marino y esos malhechores huían de nuevo con el botín. El mar enfurecido invocó a los elementos. Vientos, tormentas, rayos y truenos sumergieron la embarcación en el fondo marino liberando a sus rehenes.  Los dos marineros se convirtieron en comida para sus habitantes.