miércoles, 21 de mayo de 2014

EN EL MAR

El viejo Eustaquio murió, como tantos otros miles y millones de personas, sin haber visto nunca el mar. Sin haber sentido el aroma salitre de la costa, sin haber bañado sus pies en la espuma que las olas traen a la orilla, sin haber podido admirar la majestuosidad de un paisaje dominado por el horizonte inalcanzable. El viejo Eustaquio murió sin conocer el mar; tal vez por eso no debería parecer contradictorio que su última voluntad fuera, precisamente, que esparciesen en él sus cenizas.