jueves, 26 de febrero de 2015

DIAGNÓSTICO



—¿Está seguro?
—Sí, doctor, es lo que veo.

—Ajá, pues recapitulemos; me ha dicho que ha visto un robot gigante ¿mecha, le llamó? un... ¿kaiju? sí, eso, en concreto Mothra... Y ahora un casco de héroe ¿Tokusatsu?... Bien, pues ya tengo su diagnóstico; usted es un adicto al trabajo, señor Kamen Rider.

UNA DE PSICÓLOGOS



-Pues le repito que yo veo un enorme barco. ¡Un transatlántico! ¡Eso es! Navegando entre un océano de flores y bosques... completamente rodeado de icebergs, volcanes...

El psicólogo abre la boca como queriendo tragar todo el aire de la consulta. Aparta la cartulina impresa de ese manchón negro tan raro y lo mira tratando de desentrañar cómo diablos se han metido ahí transatlánticos, bosques, icebergs, volcanes....

-Comenzamos de nuevo. ¿De acuerdo?- Me pregunta suplicante- repetimos la prueba. Ahí, tumbadito en tu sillón, te concentras otra vez sobre el dibujo. Te relajas, dejas vagar tu mente, volar tu espíritu y me dices qué surge de tu interior, qué te sugiere esa mentecilla tan inquieta que tienes. Estas últimas palabras lo dice con cierta sorna, lo capto. Vuelvo a la prueba, me concentro, mi espíritu vuela, mi mente divaga sobre etéreos universos...

-¡Claro! ¿Cómo no me di cuenta antes? ¿Cómo no pude apreciar ese matiz que ahora veo? Esas rayas....esas pequeñas manchitas cambian el sentido racional de todo lo que antes percibí. El anterior contexto se derrumba para permitir el renacer de una nueva percepción....¿Me siguen?...Es que soy un poco complicado...la verdad. -Olvídese de lo que dije antes -me dirijo al adepto de Freud y, por supuesto, detractor de Jung. ¡Faltaría más! -¿De veras? -Sí. -¿Si? -Si-. Repito por segunda vez y esto ya se me hace ciertamente pesado.

-¿Qué es lo que ves entonces?

-Veo un enorme elefante que vuela sobre el fondo oceánico...pero tiene miedo pues un tiburón, enorme, blanco, lo acecha. No obstante está esperanzado en que algún delfín o alguna ballena acuda en su ayuda. Entonces, el volcán...

-¡Basta! ¡Basta!- El psicólogo comienza a anotar en su minilibretita frenéticamente. Lo hace con frenesí, como queriendo solucionar el problema urgentemente y largarme pronto de allí. ¿Será bueno para mí? ¿Será malo? Quién sabe...no, no pienso empezar otra divagación filosófica para alivio vuestro... Creo que el problema lo tiene él. Por enseñarme esas cosas tan raras...



miércoles, 25 de febrero de 2015

LA LEYENDA DEL SAPO DE COLORES CHILLONES


Erase una vez un mundo multicolor, donde todos los habitantes lucían escandalosos colores fosforescentes. Solo un miembro de aquel extraño mundo era negro. Vivía en una cueva negra, abrigado con un manto negro y siempre oculto entre las sombras negras. Se hallaba preso, custodiado por la bruja negra. Ella no dejaba que el ser negro pudiese salir de la oquedad y conocer el mundo de colores que lo rodeaba. El prisionero no podía disfrutar de la mágica tonalidad de aquel exótico mundo.

Un día, el ser negro, ya cansado de permanecer oculto entre las sombras negras y prisionero de la oscuridad absoluta; le pidió un deseo a la Luna. Con sus ojos saltones negros, la miró y le imploró la libertad. La Luna se apiadó de las lágrimas negras que surgieron de los ojos negros del ser negro y mandó un rayo de luz desde el espacio que lo hizo dormir toda una noche.
A la mañana siguiente, el ser oscuro despertó en una charca convertido en un enorme sapo de colores chillones. Sus ojos saltones aún eran negros pero sus bordes eran circurferencias perfectas de un tono rojo intenso. Su cuerpo multicolor llamaba la atención incluso en un mundo repleto de salvajes colores.

La bruja negra no pudo hacer más que gritar enloquecida. Su ira salió volando de la cueva negra, convertida en un manto oscuro que envolvió al gran sapo. Su poder no pudo traspasar la capa gruesa de colores chillones que vestía al sapo. Pero una viscosidad transparente se apoderó del cuerpo del ser y ya nunca lo abandonó.

A partir de aquel día, el gran sapo de colores chillones y todos sus descendientes pudieron vivir en la charca multicolor del bosque arcoiris. Pero nadie pudo acercarse nunca y acariciar su cuerpo viscoso. El manto negro que le envió la bruja negra era mortalmente venenoso....



lunes, 23 de febrero de 2015

GENEALOGÍA



—Lord Greystoke, cuando le dije que dibujase su árbol genealógico… no me refería a esto.

domingo, 22 de febrero de 2015

DE UN ROJO INTENSO


Brillaba húmeda ,de un rojo intenso, perfecta en su redondez.  La sostenía entre sus dedos temiendo aplastarla.  El aroma de la fruta inundaba su imaginación, evocando imágenes de arbustos repletos de frutos silvestres.  Los olores de un bosque de colores intensos y salvaje  le llegaba según le acercaba el arándano a los labios.  Unos labios, expectantes y ligeramente entreabiertos, temblaban.  Sentía, sin tocarla, su presencia. El olor fragante de su aftershave le hacía sentir como se elevaba su temperatura corporal sin poder controlarse. Poco a poco, su respiración iba acelerándose. Inspiró con fuerza y la sensación de inseguridad le hizo apretar los labios. Tenía los ojos tapados por la suave corbata de él y que, nada más entrar, le había colocado.  Se sentía insegura, quería que esta vez fuera diferente pero el ambiente, los aromas, le provocaron un estado alterado de conciencia desde el primer momento.  Dejó de ser ella misma para que sus instintos tomaran el control de su existencia.  Solo había llegado a ver una chimenea encendida y en el suelo, delante de ella, una champanera y una bandeja con unos pastelitos de aspecto delicioso que no alcanzó a ver bien.  Su voz  la trajo a la realidad del momento, le resultaba contradictoria; era calmada, grave y suave. Pero su transfondo tenía un ruego imperativo, al cual no era capaz de negarse.  ¿No era capaz? ¿O no quería?
-Confía-  El sonido de su voz le llegó de forma hipnotizante. Notaba el olor ácido del fruto del bosque, mezclado con el dulzón aroma del almíbar. Y esta vez, al entreabrir los labios, notó que su lengua, tímida al principio, se aventuraba a asomar entre sus labios, que ahora empezaban a humedecerse con la primigenia sensación de uno de sus instintos más básicos.  

Él la contempló durante un par de segundos, en los que el tiempo se deslizaba suavemente, alargándolos.  Contemplaba esos labios que se mostraban ansiosos  y que,  ahora, de forma hambrienta, ofrecían el fruto carnoso de su interior,  sugerían un mundo de sensaciones. Era tan apetitoso que se dejó llevar y lo atrapó con su boca para saborearlo poco a poco, despacio, notando la creciente humedad de sus bocas ante tan sabroso manjar.  El jugo de el fruto silvestre se mezcló con el sabor de la boca de ella, con un contraste que lo enloqueció. El suave olor de almendras lo enervó de tal manera que no pudo contenerse y, cercándola entre sus brazos,  la apretó contra su cuerpo para poder sentirla cerca y perderse en ella de forma tan intensa que cuando el primer pinchazo de dolor en el estómago lo dobló, no supo que le pasaba y, desconcertado, cayó.  Entre intensos dolores y con la respiración colapsada,  dando sus últimos estertores en el suelo a los pies de ella, murió.  Ella deslizó la corbata y la dejó caer sobre el cuerpo yaciente, contemplando la escena con una sonrisa fría en su cara.  Se limpió con cuidado el carmín de los labios, bebió un largo trago de cava y se comió despacio la fruta, mientras se deleitaba contemplando el magnífico cuerpo de su víctima, duro y musculado.  El rictus de su boca le recordó ese último beso y delante de la chimenea sobre la alfombra se desnudó despacio, se acarició primero suavemente, para ir elevando, poco a poco, el ritmo de sus manos y sus dedos sobre su piel, hasta llegar al clímax. Otra vez  volvió a tener esa sensación de no ser ella misma, como si se desdoblara; otra vez la dama de San Valentin tomó el control y había cobrado su pieza.   

EL PEQUEÑO MONITO



La niña tenía la nariz pegada al escaparate de la tienda de animales del nuevo centro comercial.  Miraba ensimismada con una sonrisa en la cara.  Los ojos abiertos mostraban la curiosidad y la expectación de quien ve algo sorprendente y exótico.  Seguía maravillada los gráciles y ágiles movimientos de los pequeños macacos.
Poco después caminaba hacia su casa con un tití pigmeo de no más de 15 cm que su madre le compró en la parte trasera de la tienda, donde el dependiente había hecho un buen negocio. Él sabía que en cuanto la niña viera el tití, lo podría vender por un pastizal.  Había conseguido traerlo de forma ilegal y lo tenía en la trastienda, compartiendo jaula con los monos nigerianos.
Poco podía saber su madre que aquellos juegos alegres de su hija de 5 años, en una habitación llena de peluches y papel pintado con imágenes del animal favorito de la pequeña, se tornaría en tragedia.
El tití murió a los pocos días y pensaron que la niña cogió el catarro a consecuencia de su tristeza.   Poco a poco ese catarro se convirtió en una gripe que se extendió entre los compañeros de la clase de la pequeña.  Sus profesores y el resto de los padres fueron cayendo después, ante esa gripe mortal.  Para cuando las autoridades sanitarias fueron conscientes del brote de Ébola, el vendedor de animales exóticos había cerrado la tienda por defunción.





sábado, 21 de febrero de 2015

PISO NUEVO


—Y esta es la última habitación de la casa, ¿qué te parece?
—Linda, y muy elegante, como todo el piso; y ¿qué? ¿esperáis un niño pronto?
—No, ¿por qué lo dices?
—Mujer, esto parece un cuarto infantil, con esos monitos hay pint...
—¡Ssssh! ¡Que no te oiga mi marido! Este es el cuarto donde se relaja, y esos "monitos" que tú dices, representan a su familia.
—¡Hasta aquí llego! Vale que te fueras con tu padre a África; paso porque vuelvas con un tipo del que te has enamorado; incluso me creo que el voceras ese, porque anda que no chilla, todo lo que tenga de cachas lo tenga de paleto, que no sabe ni lo que es un teléfono... ¡Pero que sea familia de monos! ¡Ahí te has pasado con la bromita, Jane!

—Y eso que aún no has visto el elefante del garaje...

VEINTICINCO MONOS


"No te fíes. No les mires directamente, sino con tu visión periférica..."
Ojalá pudiera continuar, pero los chillidos al abrir la puerta no le dejaron entender el resto de lo que el hombre arrugado le dijo. Captó una palabra suelta, también: "Libros". Eso era, algo de libros. ¿Qué debía hacer; leer en voz alta a los monos dibujados en la pared?, por dios, ¡esto era de locos!
Ella, que emprendió el viaje inspirativo en pos de la puñetera creatividad, aburrida de todo, ahora se encontraba en "X", un lugar supuestamente misterioso, donde su extraño guía la introdujo en una habitación anodina, de una casa más anodina aún. ¿A qué venía tanta advertencia?
Dejó de elucubrar y se derrumbó en el aparatoso asiento, único mueble de la habitación. Sin darse cuenta, empezó a contarlos, y al contarlos, les miró directamente.
No podía apartar la mirada de ese árbol que parecía muerto, atestado con esos veinticuatro monos. Incluso la neblina que les rodeaba y antes le pasó inadvertida, parecía que quisiera envolverla, tirando de ella hacia el mural...
La voz del guía, que parecía tan viejo como el pueblo mismo en donde estaban, llegó en el último momento con toda claridad, cuando empezó a respirar la niebla:

"...Sobre todo, ¡no te sientes!, o serás una entre ellos."                                                        

¡QUÉ SORPRESA SE VA A LLEVAR!


—¡Qué sorpresa se va a llevar!
No deja de repetirse Andrés una y otra vez. Desde que Carmen saliera de viaje durante un par de semanas a Barcelona había estado diseñando y construyendo el primer monete mecánico. Su mente desempleada de ingeniero queda atrapada en el dibujo de la pared. Con su impresora 3D y sus conocimientos su creación salta, grita. Por sus juntas expulsa pequeñas nubes de vapor.

—¡Qué sorpresa se va a llevar! —comenta entre risas, mientras salta y baila con su pequeño monete...

EL ÁRBOL DE LOS 24 MONOS. VERSIÓN 3




   Los gritos de los niños irrumpiendo en la habitación me arrancaron de cuajo de aquel extraño sueño. Mientras hablaban de manera atropellada ambos,  mis recuerdos se teñían con el verde de unas hojas que conformaban la frondosidad de un árbol plagado de monos. Estos, como en una mala comedia de serie b, parloteaban sin parar de cómo conseguir la vida eterna y, cuando el más anciano de ellos iba a hablar, entraron los niños gritando y arrancándome dos años de vida con el susto.
   Ahora, sentado en la cama con mis dos pequeñajos hablando nerviosos de la excursión al  centro de animales,  no lograba borrar de mi mente la mirada de aquel simio sabio, ni las posibles palabras que no llegó a pronunciar.
—…24 monos —Dijo mi hija.
— ¿Qué has dicho? —le pregunté.
—Que tenemos que ver el Árbol de los 24 monos.
— ¿Y eso por qué? —Insistí yo.
—Porque  si caminamos por él siguiendo las indicaciones, al final el mono sabio te dará un gran consejo —contestó ella risueña.
— ¿Un consejo? —me extrañé.
—Si papá. Un consejo. Y a ti te podría dar la receta de la vida eterna…—y cuando se rió de manera psicópata y escalofriante, me desperté para ver que, como hacía más de un  año, seguía en mi celda del manicomio.


EL ÁRBOL DE LOS 24 MONOS. VERSIÓN 2


   Sentado en el diván, con la mirada perdida en el mural de aquel dichoso árbol lleno  de monos, esperaba la entrada en la habitación del doctor. Sus pensamientos pasearon por cada una de aquellas ramas contando todos y cada uno de aquellos animales. Grandes y pequeños. Altos y bajos. Gordos y flacos. Hasta completar 24. Al pie del marco, en la zona izquierda de la base, una frase le intrigó.
   “24 monos sobre un árbol. 24 vidas para uno solo”
—Los nativos de una región remota de la India lo llaman “El árbol de la reencarnación” — Le sorprendió una voz de mujer —. Según ellos, cada ser vivo en la tierra disfrutará de 24 vidas distintas durante su existencia, para morir en paz cuando las agote. Soy la doctora René —le sonrió.
—Yo…, solo estoy aquí porque me lo ordenó el juez —Contestó con los grilletes en la mano—. Cree que me volví loco y que maté a mi hija.
—Para eso es esta sesión. Ahora relájese y piense en el árbol.
—Doctora…—sonrió con una extraña expresión.
— ¿Si? — le miró intrigada ella.
—Yo maté a mi hija —Y se abalanzó sobre la mujer, libre de las esposas, para estrangularla mientras en su cabeza la algarabía, los gritos y el escándalo de dos docenas de monos le recibían para llevarlo al extremo de su locura. Cuando terminó, se sentó ante el dibujo y contempló como uno de los monos había caído al suelo.


EL ÁRBOL DE LOS MONOS 24 MONOS. VERSIÓN 1



  Me desperté desconcertado, con el sentido de la orientación perdido. La boca reseca y pastosa. La visión borrosa, con una extraña figura intuyéndose de mala manera. Un vacío en el recuerdo que me hacía dudar de donde estaba, donde había estado y donde querría estar. El sentido del habla amordazado. Los brazos como bloques de plomo y las piernas como piedras de granito.
   Cuando la nube en mi mirada se disipó, mi mente reaccionó a lo que mis ojos le mostraban y su sorpresa paralizó mi intoxicado pulso. Ante mi había un árbol dibujado a mano alzada, como dibujado por o para un niño. Un sudor frío recorrió mi frente y espalda. No quería saber nada. No debía saber nada.
—Hay 24 monos —Me asaltó una voz femenina y el infarto casi aparece en mi pecho—. Los dibujó tu hija el día que te fuiste de casa —Mi mujer, mi ex, mi…—. Anoche fuiste una máquina —me dijo acariciándome el pecho—, pero debes volver.
— ¿Volver? —Contesté anonadado.
   Su risa me erizó el pelo. Su mirada heló mi razón.
—Estoy muerta —habló con maldad en la mirada—. Me mataste delante de tu hija y ella se volvió loca. Debes volver y salvarla. Rescátala de su infierno o ella te llenará tus noches de monos…

—¡¡¡Nooooo!!! —y desperté, como todas las noches, en el camastro de mi celda. Ese que tenía las paredes forradas con dibujos de árboles y monos mandados por mi hija.

martes, 17 de febrero de 2015

MONERIAS



¡Estoy harto de vivir en este árbol!. Compartir rama con tanto vecino ruidoso es infernal, oigan. Los monitos de la vecina de la quinta rama no cesan de gritar en todo el día y por si fuera poco, cuando llega su pareja comienza una discusión sobre con qué compañías ha salido, por dónde ha andado y por qué ha tardado tanto en volver. Él dice que se junta con marsupiales, ¡marsupiales! ¡Jaaaaaaa¡ ¡Ja! El caso es que llega dando saltitos y tumbos de un lado para otro, con un plátano en cada mano, jurando y perjurando que lo ha perseguido un tigre dientes de sable toda la jornada...pero yo creo que se larga con sus colegas a tomar esa “hierba de la felicidad” que le hace realizar tantas monerías...entonces comienza la orquesta...y dura toda la noche, ¡¡¡Uuuuuhhhh!!...cómo deseo que algún día los dientes de sable aprendan a subir a los árboles.
El vecino de la rama de abajo es un vago; todo el día despiojándose y mirando al horizonte de la sabana como si no tuviese otra cosa que hacer que capturar a los pobres piojillos y engullirlos uno a uno. ¡Puaaaaaaajjjj! El de al lado todo el día de una rama a otra, y a otra, y a otra. ¿Es que no puede estarse quietecito durante un rato? Pero lo peor de todo llega al mediodía, cuando el disco amarillo quema en toda su intensidad dando rienda suelta a una infernal algarabía de gritos, chillidos, agitaciones de troncos y ramas de ramas...una locura colectiva que algún día me hará perder la cabeza.
Entonces es cuando el más cansino de todos, el que se lleva el plátano gigante, el vecino de la rama izquierda: el listillo, el sabelotodo, el lumbreras, comienza a lanzar todas sus extrañas teorías visionarias. Fíjense, dice que de aquí a un millos de años nos erguiremos sobre nuestras patas traseras, bajaremos de los árboles y conquistaremos la sabana, ¡Jaaaaaaa! ¡Ja! ¿Pero en qué mundo vives, monín?
No aguanto más, mañana mismo me cambio de árbol y ojalá que los tigres dientes de sable aprendan a escalar árboles de una puñetera vez.

lunes, 16 de febrero de 2015

ELECCIONES GENERALES



- Cariño, cierra la cortina, que van a ver a quién votamos.
- Pues decídete pronto, que a las cinco empieza el partido.
La mujer tomó la papeleta de un montón y la observó con detenimiento.
-¡Cariñooo!
-¿Qué te pasa ahora, mujer? ¿Ya no te acuerdas de votar, o qué te pasa? LLego tarde al partido.
La mujer hacía pucheros mientras le mostraba la papeleta a su enfurruñado marido.
-Mira, ¿a quién narices voto? Los de la derecha, si te fijas bien, se lo llevan todo y no reparten. Mira ese con el plátano. Se ríe maliciosamente y no lo reparte con sus compañeros de árbol. Y los de la izquierda, no sé. Me crean muchas dudas. Mira esos, tumbados a la bartola, sin hacer nada. ¿Cómo van a levantar el país, cariño? Y los del centro solo hacen que balancearse de un lado a otro, me marean.
El marido observaba la papeleta. Su mujer tenía razón. Este año la elección estaba muy difícil. Así que, mirando su reloj, le cogió la papeleta de votación a su mujer y la hizo pedazos.
-¿Qué haces, cariño? ¡Estás loco! ¡Nos van a detener por romper las papeletas!
-No me importa, coge otra y déjame a mí. Sujeta la cortina que no me vean, mujer.
La mujer sujetaba la cortinilla roja del confesionario de votación secreta y su marido escribía con la cabeza agachada y el brazo ocultándolo todo, como en el colegio hiciera para que no le copiaran los exámenes.
- ¿Terminas? Se van a dar cuenta y van a venir a ver qué narices hacemos.
- Ya va, ya, pesada.
Y terminó de votar. En la papeleta los monos colgaban boca abajo, y lloraban. Encima del árbol una nube negra lanzaba rayos contra ellos.
El hombre contempló su magnífica obra de arte y la metió en el sobre.
- Toma, mujer. Vota y vayamos a ver el partido que se hace tarde.

BRINDIS AL SOL

Inspiró profundamente. El azahar seguía impregnando la brisa. Abrió los ojos. Picos nevados sobre el horizonte.
Una sonrisa de absoluta paz se abrió camino. Cogió la última frambuesa con delicadeza, la observó, la levantó y brindó al sol.

Poco a poco el sueño le fue invadiendo mientras la anafilaxia le ganaba la batalla. El papel con el diagnóstico seguía prisionero tras la copa de vino.

martes, 10 de febrero de 2015

LA INVASIÓN DE LOS LADRONES DE ULTRAFRUTAS



—Tomando tierra en 3, 2, 1... Aterrizaje completado, señor.
—Y camuflaje activado también, señor.
—¡Perfecto! Buen trabajo, chicos.
—Señor, ¿me permite preguntarle el porqué de este camuflaje?
—Por supuesto, teniente. Ahora mismo, a ojos humanos, no somos más que una bandeja con frutas; un regalo habitual, según nuestro servicio de inteligencia, en la fiesta en que los humanos celebran su emparejamiento. San Valiente, o algo así... Nadie sospechará de una bandeja con frutas, y podremos estudiarles más a fondo, y descubrir su mayor debilidad.
—¡Señor, un humano se acerca!
—Bien, permaneced atentos, y haga lo que haga, no os mováis ¿Entendido?
—¡¡¡SÍ!!!

—Hey, ¿de qué te ríes?
—De nuestra hija, ¿sabes la última que ha hecho?
—No, pero me la vas a contar.
—¡Se ha comido todas las frutas de tu bandeja de San Valentín!

—¿Frutas? ¿Qué frutas?

domingo, 8 de febrero de 2015

FILOSOFÍA


—El comportamiento humano puede plasmarse en esta porción de tarta —explicaba Sherlock Holmes a su compañero Watson—. La tentación y los remordimientos, la manzana y la expulsión del Paraíso, el deseo y el deber. ¿Y qué piensa que debería el ser humano elegir, Watson?… ¿Watson?… ¿Dónde está la tarta?

FELIZ SILENCIO



Una,dos ,tres...miraba embelesada cómo él iba introduciendo los frutos rojos en su boca, mientras hablaba y masticaba a la vez. Decía, o mascullaba, que la cena había sido excelente.
Tú sigue, le animó por dentro. En la cocina tenía guardada la jeringa con la que había inyectado (sólo una gota) en cada una de las pequeñas bayas el contenido del frasquito negro. Por eso no había abierto la botella de vino, era mejor no mezclar. Se felicitó a sí misma; no sospechaba nada, ningún sabor extraño. Eso sí, cuando empezara a bostezar tendrían que ir a sentarse en el sofá, no fuera que al hacer efecto se cayera en el comedor, que pesaba lo suyo él.
Diez,once, doce...no podía apartar la vista de esa boca con un hilillo de jugo carmesí escapando de sus labios. Claro, si comía mientras hablaba a la vez, normal que sucediera eso. Asintió a un ruido gutural enfrente suyo, aunque en esta ocasión ni le entendió.
Sólo sabía una cosa. Él, dormiría toda la noche en el sillón, y ella gozaría de una noche maravillosa sin la verborrea de su voz.
Feliz y silencioso aniversario, pensó.

sábado, 7 de febrero de 2015

EL ÚLTIMO BESO



_Hola _, dijo la pequeña mora que estaba situada en lo más alto del plato.
_Hola_, contestó la frambuesa que se hallaba justamente a su lado, apoyada entre otras moras y frambuesas.
_¡Qué suerte hemos tenido! ¡Estamos en lo más alto! Y por lo que observo, en una mesa. ¡Somos un adorno!
_Si_, contestó la frambuesa en tono triste y melancólico_. Somos un adorno hasta que nos pudramos. Si no nos arrojan antes a la caja de desperdicios. Dudo si nuestras compañeras de abajo viven todavía. No escucho sus voces.
_No digas eso_, la mora entristeció rápidamente, y sus pequeñas semillas negras se arrugaron hasta casi desaparecer, convirtiéndola en una mora lisa.
_Es lo que hay. Hemos tenido mucha suerte. Desde el campo hasta la tienda, nada ni nadie nos aplastó ni nos engulló. En la tienda caímos en lo más alto de la bolsa y no fuimos aplastadas por nuestras compañeras  que terminaron convertidas en zumo. Y ahora somos un plato decorativo. Sí, hemos tenido suerte.Pero nuestros días están contados. Arrancadas de nuestras plantas, nos secaremos y acabaremos muertas, como nuestras hermanas.
La mora se acercó a la frambuesa.
_Bueno, podríamos aprovechar entonces. Hueles bien. Aún estás fresca. Yo me llamo Mori, ¿y tú?
La frambuesa se acercó a la mora y la olió también.
_A mí me llaman Frambu y tú también hueles aún a fresca mora del monte. ¿Quieres besarme?
_Sí.
Y Mori se unió en un cálido y frutal beso de amor con Frambu.



La puerta de la calle se oyó a lo lejos.
_Hola, cariño. Ya he vuelto.
_Hola_, contestó una voz femenina, recién salida de un sueño_. La comida está lista en la cocina.
La pareja de enamorados se sentó a la mesa, con el plato de frutas exóticas entre ellos.
_Cariño, ese plato es muy apetecible pero ya no lo recuerdas, ¿verdad?
_Oh, es cierto, amor. Tienes alergia a las moras. ¡En qué estaría yo pensando!
La mujer acercó su mano al plato decorativo y cogió la primera frambuesa de la pila.
_¡Qué extraño!Esta frambuesa tiene una mora pegada a ella. Voy a quitártela, cariño. No vayas a hincharte y, en lugar de celebrar nuestro aniversario, terminemos en urgencias.
Arrancó la mora de la frambuesa, y la arrojó al cubo de la basura, y  acercó a los labios la frambuesa con delicadeza a su pareja.
-Ummm, gracias. Está fresca y sabrosa.

Frambu sintió el dolor al ser arrancada de su beso de amor con Mori. Y, sin tiempo a reaccionar, se vio envuelta en una oscuridad absoluta. Solo pudo pensar: ¡Moriiiiiiiiiiiiii!, antes de ser triturada por los dientes del humano que la comía con pasión.

Morí cayó desde una altura de 497 pisos, si la comparamos con la caída de un humano, hasta el cubo de los desperdicios. Solo pudo pensar: ¡Frambuuuuuuuuuuuuu!, antes de quedar incrustada entre los pinchos de una lata vacía de atún, mal cerrada.

miércoles, 4 de febrero de 2015

BESOS


Besos, besos y más besos. ¿Qué posee esa bandeja que has puesto frente a mí para hurgar tanto en mis recuerdos?
Besos dulces de fresa, estampados en un frío diciembre bajo el Sol; ácidos como arándanos, extraídos un cálido mayo con promesas que más tarde o más temprano cumplí.
Algunos fueron enormes, como fresones; misteriosos, dejando cierta incertidumbre en tu mirada y arrancando alguna que otra lágrima de hiel.
Besos tuve que me quitaron el sueño durante interminables noches y me hicieron brincar de gozo el corazón; furtivos, cautelosos, inexpertos.
Y besos frustrados...y traidores...y no quiero recordar más...
Esa bandeja me gusta, me hace recordar. Me comeré todas sus frutas, una tras otra, mientras te miro; me comeré uno tras otro todos los besos que pueblan mis recuerdos.

MESA PARA DOS



Enrique miró a su compañero y ambos sonrieron.
El camarero depositó el plato con los frutas del bosque en la mesa interrumpiéndolos y se le desencajó la cara al escuchar.
— ¿Puede traer otra cuchara? Es para compartir.
Enrique observó las parejas que cenaban tranquilas a su alrededor. El día de San Valentín, el restaurante estaba completo y sólo les había quedado una mesa libre.
Los tortolitos que charlaban al lado se ofrecieron mutuamente el postre y él decidió hacer lo mismo.
— ¿Quieres? — le dijo. — Está bien, me los como yo. ¿Sabes? — comentó después de unos minutos en silencio. — Nunca tendré una pareja mejor que tú.
La gente los miró cuchicheando. Nadie podía entender qué hacía un hombre hablándole a un espejo en la mesa para uno del rincón.

DELICIAS DE AMOR




   Cuando entró en la cocina y vio el cuenco lleno de frutos rojos, se le escapó una tonta sonrisa. La punta de la lengua jugó con los labios en una clara expresión de morbosidad. Sus manos libraron a sus pies de los zapatos de tacón alto, mientras dejaba vagar su mente por la dulce sorpresa recibida. Ella sabía de sobra que aquellos frutos no eran afrodisíacos, pero la simple intención había provocado el despertar de sus fantasías más locas.
   Salió de la estancia y subió las escaleras despacio, desnudándose de manera coqueta a la vez que en su imaginación las imágenes se sucedían lujuriosas una detrás de otra. Cada beso, cada caricia y cada muestra de erótica perversión, iban calentando y mojando su cuerpo. Su precioso y voluptuoso cuerpo.

   Empujó la puerta del dormitorio y escuchó el agua correr en el baño. Con el simple roce de su dedo la entrada se abrió hacia dentro, mostrando la espuma licuada que cubría el cuerpo desnudo y sonriente de su chica.

lunes, 2 de febrero de 2015

5 MINUTOS


La brisa soplaba ligera, apenas me movía el cabello.
Levanté la taza de café y humedecí los labios en él. Perfecto, muy caliente y sin azúcar. Café.
Estiré las piernas bajo la mesa, y relajé los músculos de la espalda mientras cruzaba los brazos y suspiraba.
Di otro corto sorbo al ristretto y cerré los ojos dejándome llevar por el aroma que llenaba mi paladar.
Exhalé poco a poco esa fragancia a través de la nariz.
Mis 5 minutos de felicidad diaria.
Sonreí.

Para que luego digan los físicos que no se puede detener el tiempo.

LEGADO



—¿Y esto papi? ¿Qué es esto?
—Bueno, así se veía el cielo en determinadas condiciones atmosféricas que un día te voy a explicar ...
—¡No, papá! ¡Esto! ¿Ves? Esto y esto y esto y esto....
—¡Vas a romper el monitor!... Son mesas, hijo, y unos asientos de madera.
—¿Y por qué no hay nadie sentado?
—Fueron muy especiales, hijito. Los hicieron a mano con los últimos cinco árboles del planeta.
—¿Y dónde están ahora, pa?

—Se quedaron en el planeta, como un monumento a la estupidez humana.

domingo, 1 de febrero de 2015

EL VENDEDOR DE HUMOS


Todos los miércoles la zona de mesas del parque se llenaba de personas dispuestas a dilapidar su fortuna. Conseguir uno de los frasquitos mágicos que ofrecía el vendedor ambulante era el objetivo del día. La cola que se formaba llegaba hasta la entrada del mismo parque. Empujones y torturas en la cola, trapicheos para vender las posiciones. El primero que llegaba se quedaba con el mejor elixir de la semana.
Pero ese miércoles no apareció nadie. El vendedor ambulante llegó puntual, como todos los miércoles, y se encontró la zona de mesas vacía.
Se sentó aturdido en una de ellas. Y esperó.
Pasaron las horas y el día se terminó. La noche hizo acto de presencia y la luna iluminó al mendigo. Porque ya no era un vendedor ambulante. Se mesaba los cabellos y ocultaba su llanto entre las mantas.
No había vendido ni un triste tarro de esencias. Esa noche debería dormir en el parque.

Mientras, en el pueblo, la fiesta de inauguración de la parafarmacia de Belinda terminaba. Todos los asistentes regresaban a sus casas. Habían descubierto que los elixires que vendiera un día aquel desconocido vendedor ambulante no eran en realidad más que tarros repletos de humo de colores.
Esa noche compraron productos homeopáticos en la farmacia de la familia de Belinda. Esa noche olvidaron para siempre al vendedor de humo.

Tristemente , el mendigo que esa noche se acurrucó entre dos setos, murió de frío entre la niebla, no estaba acostumbrado a dormir a la intemperie. Nadie se acordó de él, nadie le salvó de su miserable y falsa vida.