martes, 26 de enero de 2016

VESTIDOS DE TAFETÁN




El sonido del tafetán negro  de sus amplias faldas silenciaba,  al moverse,   los chismorreos  de las tres  comadres.  Su porte estirado  conseguía acallar el murmullo de sus vestimentas, que se retorcían levemente y gemían, atrapadas en aquellos cuerpos secos. Entre susurros  adoctrinaban y juzgaban, como doctoras de su iglesia, el comportamiento de su vecindario.  La tela de sus vestidos se esforzaba en acallar los inmisericordes comentarios.  Las costuras se retorcían y oprimían sus torsos vacíos de piedad.   Aquellos tristes ropajes se teñían de oscuridad, envolviéndolas,  cobijando su falta de compasión.   Las tres comadres encorsetadas dentro de sus vestidos de viudedad, cada vez mas oprimidas, asfixiadas por sus vestimentas, ahogadas por sus comentarios, murieron.
  
Tres trajes mortuorios envuelven, ahora, en tres tumbas, a tres comadres inmisericordes.

domingo, 24 de enero de 2016

ENTIERRO


_¡Fíjate, Verdularia! ¡Qué escándalo! Con plumas, vestida de morado despampanante y, no solo eso, se ha puesto el bolso rojo, el que le regaló Casimiro.
_Ainsssssssss, Casimiro. ¡Qué bien que ya estés muerto! Lástima que en tu testamento me dejaras a Boby como condición indispensable para recibir la pensión vitalicia de viudedad, lástima. Qué sé que este perro sarnoso también fue regalo de "esa", la que se quedó con la mansión y las tierras de tus padres.

A TI, QUE LEES ESTO


Aquella arena quemaba... caminaba desnudo, sin una brizna de brisa para refrescar su piel. El agua, aparentemente limpia, era intocable gracias a los microorganismos nocivos que bullían allí, aunque a él no podía afectarle. Ese lugar parecía un pequeño infierno, pero era suyo.
Al final de la playa encontró una vieja botella, medio encallada. Estuvo unos momentos considerando la idea de seguir su camino sin recogerla y olvidar lo que atisbaba en su interior.
Dio un paso... se volvió y, recogiéndola, la sostuvo en una mano. No fue difícil abrirla, esperaba más oposición, dado el tufo que despedía. Desenrolló el papel endurecido y leyó una frase escrita en multitud de idiomas:
"A ti, que lees esto. El primero de los siete sellos acaba de abrirse."

Enarcó las cejas, sorprendido, pero después sonrió y negó con la cabeza, mientras rehacía el lacre sagrado del vidrio, volviendo a depositar la botella en la arena, tal como la encontró.
Aún quedaba mucha diversión.

martes, 19 de enero de 2016

ETAPAS


La juventud pasó con todo su esplendor. Exuberante. Dejando en el aire su aroma fresco y dulce, atrapando las miradas en la exhibición de su colorido.
La madurez murmuraba. Confidencias entre la envidia y los prejuicios, cuchicheos enlutados que maldecían lo que se escapó para siempre.

La vejez, con el frío que otorgan los años, observaba tras la comprensión que da el haber vivido. Silenciosa. Serena. Atenta al Tiempo, dueño y señor de la escena, que marcaba su territorio como había hecho siempre, poniendo a cada cual en su sitio.

lunes, 11 de enero de 2016

BOTELLA PIRATA



La botella apareció en la playa, las olas la abandonaron suavemente sobre la arena.  Los niños alborotaban divertidos con el hallazgo y se la pasaban alegres de mano en mano.  Jugaban a piratas y la botella llenó de magia el juego de todos los días.  En su interior no había ningún papel, ningún mensaje, ningún mapa del tesoro, sólo una pequeña figurita de madera que parecía un pequeño marinero tallada de forma tosca.  Las expectativas pasaron a decepción y los niños perdieron el interés.  Al caer la tarde se fueron marchando, de uno en uno se fueron retirando de la playa, recogiéndose en sus casas al calor de sus cómodas camas y soñar con aventuras en lejanos mares, dónde descubrir nuevos paisajes. Nuevos juegos con los que disfrutar junto con sus amigos en esa cercana playa.   Todos menos uno. Uno que consiguió tener al pequeño marinero en sus manos y lo acompaña rumbo a otra playa.


miércoles, 6 de enero de 2016

LA BOTELLA



Lanzó la botella desde el más alto acantilado de la isla. No quiso saber más del contenido ni de la historia que narraban esas páginas atadas con una cuerda de atar chorizos. Lanzó sus sueños al mar y olvidó los hechizos compartidos.
Pasó el tiempo y la botella no llegó a ningún destino. No supo jamás que el destino iba encerrado en la propia botella. Y sus sueños naufragaron y se hundieron en un mar sin esperanza.

domingo, 3 de enero de 2016

VUELTA ATRÁS



Llevaba horas inmóvil, pensando.

El momento de su liberación estaba cercano. Tanto tiempo, tantos cuerpos...Sabía que el nuevo, el de una niña, era reflejo de la mengua de su poder, pero ya no importaba. Todo se precipitaba exponencialmente. No había vuelta atrás, el planeta estaba condenado sin remisión.

LITERAL


—Si llego a pensar en esto, no le pido al pozo que se me cumplieran todos mis deseos —meditó la niña, mientras la tierra se la tragaba...

sábado, 2 de enero de 2016

LA NIÑA DEL FARO



Cada mañana salía a hurtadillas. Se levantaba temprano y dejando el calor  de su jergón colocado junto al fogón de la cocina.  Huía del desapego, de ese vaso de leche cruda que vomitaba.  Mientras, la familia del farero dormía en las habitaciones del piso superior, cuando se despertaban no la echaban de menos.  La pequeña de siete años, de pelo enmarañado y mirada huidiza se deslizaba silenciosa seguida del perro de la familia. No seguía el camino de escaleras que unía la casa con el faro de forma segura,  subía descalza por las rocas entre los nidos de gaviotas.  Sin miedo a la altura ascendía rápida la abrupta pared. Le gustaba más ese camino, sentir como las corrientes de aire la empujaban hacia arriba y como el aleteo de las gaviotas sobre su cabeza la despeinaba.  Contemplar ese paisaje le hacía sentirse libre.  El perro la seguía trastabillando.  No abandonaría a su compañera de juegos. Su destino era llegar a pie del faro, y sobre una roca  del saliente más alto sentarse a observar en silencio el mar.  
Desde ese punto abarcaba toda la entrada a la ría.  Permanecía absorta e inmóvil con la mirada perdida  en el horizonte.  El perro de mil leches se tumbaba con el hocico pegado a la chiquilla y dormitaba recuperándose de la subida. Barcos de carga,  entraban despacio, deslizándose con calma como si les doliera irse y volver.    Los pequeños barcos pesqueros salían y entraban en tropel a primera hora de la mañana y al final del día, como si la falta de luz fuera un conjuro que pudieran hacerlos desaparecer en el mar.   
Con el faro a su espalda miraba  en una orilla de la ría el pueblo pesquero y enfrente, el puerto de descarga, dónde finalizaban las vías de la red ferroviaria.   Eran  un caótico entramado de ramificaciones llenas de vagones que esperaban su mercancía.  En el centro del laberinto había un establecimiento que atendía a estibadores, ferroviarios y pescadores en sus necesidades servían comida y bebida en el piso inferior. En el piso de arriba calmaban su soledad por unos pocos billetes. 
Encontraba en el movimiento del agua del mar historias fantásticas que se desarrollaban como películas de grandes aventuras.  Los barcos que surcaban esas aguas eran viajeros, héroes que volvían con llenos de presentes mágicos que la acompañaban en sus horas llenas de silencios.  Viajaba con ellos sobre una gran llanura de agua que la llevaba lejos, muy lejos de aquel faro.

  El día se apagaba anunciando la hora de volver   con la familia del farero, a una escudilla de gachas en el jergón, mientras el perro se enroscaría  a su lado.  Al fin y al cabo ese había sido el sitio del animal y ahora lo compartía con ella.