domingo, 30 de noviembre de 2014

UNA TIERNA IMAGEN


La madre cosía mientras la niña acariciaba el gato.
A través de la ventana notaban la presencia que atisbaba entre los arbustos.
- Mamá, ¿se ha ido ya? - preguntó la pequeña al cabo de un rato.
- Creo que sí - contestó la madre levantando la vista de la costura y apartando un poco el visillo.
La vecina regresaba a casa con los puños cerrados y murmurando enfadada. Elevó el puño en alto amenazador mientras pensaba:
- ¡Juro que os descubriré!
Mientras , en la casa, madre e hija se transformaron en brujas.
- ¡Qué buena idea dar vida al arbusto! Nos avisa cuando se acerca esa maldita alcahueta... Muahahaha

sábado, 29 de noviembre de 2014

SESIÓN DE FOTOS

—¡No, no, no.... no! Le pago para que fotografíe a mi hijo, no a su mascota!

VALOR

.


Tras ver cómo jarreaba se había animado a salir de su casa. Llevaba ya siete meses sin hacerlo debido a la puñetera sequía y se estababa volviendo loco. Bajó hasta el portal y abrió la puerta poco a poco, conforme con lo que veía. Con el paraguas dispuesto empezó a andar con cautela, mirando a ambos lados. Por fin, giró a la izquierda y se quedó clavado en el sitio, mascullando para sus adentros. Frente a él varias bicicletas aparecieron aparcadas de forma desordenada a ambos lados.

Pero no, esta vez tenía que conseguirlo. Apretó los dientes, clavó la mirada en el centro de la acera para no verlas y con la cara lívida por el esfuerzo adelantó lentamente la prótesis de su pierna derecha.

viernes, 28 de noviembre de 2014

ORIGEN


—Nada, que no hay manera —dijo la madre, poniendo los brazos en jarras—, tiene a la gata bien agarrada y no quiere soltarla.

—No importa —respondió el padre, sonriendo—, no tiene porqué ser un gato. De hecho, podemos hacer el experimento de inteligencia ampliada con el chimpancé del laboratorio, Caesar. ¿Qué es lo peor que puede pasar?

martes, 25 de noviembre de 2014

EL PARAGUAS OLVIDADO


Fue doblar la esquina y encontrarme de bruces con alguien (no me fijé), que musitó cuando lo esquivé:
—Esta es tu calle.
No me detuve para contestar que no, que sólo era parte de mi camino apresurado. Ni las bicicletas se animan a moverse, pienso según me alejo, y recuerdo el paraguas olvidado.
—Dos puntos para mí.
No puedo evitar decirlo en voz alta. Encojo los hombros, levanto la solapa y mi vista busca el suelo, intentando engañar a la lluvia...
Un chirrido de neumáticos se abrió paso a través de los oídos, sacándola de su abstracción. Sintió un golpe brutal en su cuerpo y experimentó un momento de ingravidez, mientras el tiempo parecía ralentizarse. Antes de que todo estallara, creyó escuchar de nuevo:

—Esta es tu calle.

domingo, 23 de noviembre de 2014

BLUE NIGHT


Las gotas de lluvia resbalaban por el ala de su sombrero. Se subió las solapas de la gabardina para evitar que el agua le empapase el cuello al tiempo que escuchó un repicar de tacones sobre la acera mojada. Una rubia platino se acercó con una sonrisa provocativa mientras él miraba sus piernas mojadas y su contoneo.
—Espero que no lleves mucho esperándome —dijo ella mientras abría ligeramente su gabardina para mostrarle que no llevaba nada debajo.
Como respuesta él la empujó suavemente hasta un callejón en penumbra y terminó de abrirle la gabardina mientras besaba su cuello y deslizaba la lengua hacia sus pechos.

La calle estaba desierta. Nadie escuchó los gemidos de placer, ni escuchó sus jadeos acelerados poco antes de llegar al clímax. Tampoco llegó a oídos de nadie el crujido del cuello de la chica rompiéndose cuando él se derramó dentro de ella.

viernes, 21 de noviembre de 2014

EL PARAGUAS PLEGADO



Las bicicletas abandonadas, atadas a los árboles y a las farolas, fueron las únicas testigos del insólito hecho, aquel día de lluvia intensa.
Apareció bajo un paraguas. Oculto su rostro por las sombras de la tela opaca y negra. La lluvia solo había rozado sus bajos del pantalón. El resto de su cuerpo permanecía seco, al resguardo del artilugio inventado para no mojarse por fuera.
Aferraba con fuerza el paraguas con sus manos enguantadas. Todavía fresca la sangre manchando la tela de esos guantes que había comprado en un chino barato.
No se arrepentía de nada y sabía que la lluvia borraría toda huella que pudiera delatarlo.
Las bicicletas no sintieron la presencia. Solo contemplaron, en su letargo mojado, como una silueta de mujer se acercaba flotando por la acera. A una velocidad vertiginosa voló en dirección al hombre del paraguas. Su paso salvaje hizo que todas las bicicletas, una a una, cayeran al suelo produciendo un estruendo que hizo detenerse al hombre del paraguas.
Se giró y la vio llegar, apenas sin tiempo a reaccionar y a huir, a salvar su vida, a esconderse de la sombra. La silueta, cubierta de sangre y con la marca del hacha en la frente, se abalanzó sobre el paraguas Lo plegó, aplastando la cabeza de su asesino.
Nadie vio nada, nadie oyó nada. Solo las bicis fueron testigos oculares de los hechos. La silueta se esfumó, tan rápidamente como había aparecido. Y en el suelo quedó un abandonado paraguas, plegado.

jueves, 20 de noviembre de 2014

CALLE TRISTEZA


   Allí estás, al final de la acera. Una figura oscura que sujeta un paraguas. Una imagen lejana de un momento olvidado. Un recuerdo alojado en un tiempo anterior.
   La lluvia cae sin parar, siempre lo hace en este recuerdo, mientras tú permaneces impertérrita bajo las inclemencias. No sé que esperas ni lo que ansías, pues tus deseos son confusos para mí. No comprendo el significado de esta espera pues fuiste tú la que me dijo adiós.
   Vienes a mí en la noche, bajo un manto de agua que enmascara tus pasos. Buscas aquello que dejaste atrás, lo único de valor que tenía para ti y lo más preciado de mí. Pero no es una tormenta sin fin lo que desciende ante nosotros y entristece nuestro quimérico encuentro, si no la pena misma de un desgarrado dolor que hizo sangrar mi corazón.
   Allí estás, donde todo termina. En el lugar al que llegan las almas sin amor, aquellas que no pueden dar un paso más sin perderse en la eternidad de un perdón que jamás encontrarán. En el mismo momento para todas las vidas que sufrirás sin dejar de contemplar la felicidad que osaste abandonar.

   Eres una figura oscura bajo un paraguas negro y vienes a mí en la noche para reclamar mi amor y mi perdón, aunque por más que te lo conceda es tu condena el regresar.

LA SOMBRA




La lluvia había empezado a caer después de darle la tarde libre a Vicente. Había decidido volver a casa andando y rodearme de la chusma que puebla mi ciudad. Esa gente que me ve como a una diosa lejana.
Hoy podría demostrarles que estoy más cerca de ellos aunque siempre habrá un gran abismo entre mis joyas y sus harapos.
Sonriendo feliz, medio apoyada en la pared para resguardarme de la lluvia y no mancharme mi vestido de D&G descubrí una sombra que se acercaba. Arrastraba los pies y el agua le calaba por completo. Se aproximaba peligrosamente. Comencé a caminar hacia atrás sin perderle de vista. Pero tras tropezar varias veces decidí correr tan deprisa como me dejaron mis zapatos de tacón de aguja. De reojo, miraba hacia atrás y seguía viendo la sombra, aunque algo más lejana. Mi mente volaba pensando mil historias: secuestro, robo... Nadie se acercaría de esa forma para pedirme un autógrafo. No conocía mi ciudad, así que, cuando giré aquella esquina pensando perderme en otra calle, encontré un callejón sin salida. No podía volver y me escondí entre las sombras del final, apoyando mi espalda contra la pared sin importarme ya su suciedad. Cualquier movimiento brusco haría que tintineasen las pulseras y los collares que llevaba. Incluso me sujeté las muñecas para evitar los temblores que luchaban por salir.
Pero la sombra se acercaba. Se internó en el callejón en mi busca. Tal vez mi Chanel Nº 5 me delató.
La sombra se detuvo delante de mí y alargó su huesuda mano.
- ¿Me da una moneda para comer algo, por favor? - dijo la sombra afónica.
- Ah - grité aterrorizada. Y salí corriendo.
Incluso los mendigos me atacaban.

DÍA DE PERROS


Miré a mi alrededor, desconcertado, pero nadie más parecía darse cuenta de aquella anomalía. La gente paseaba protegida bajo su paraguas, o corría buscando resguardo, más preocupada de no meter el pie en un charco que de lo que les rodeaba. Por un momento temí que no fuera algo generalizado, que aquello sólo lo notaba yo; pero algo en mi interior me decía que yo estaba en lo cierto.
La lluvia había borrado los colores, tal vez para siempre. Y a nadie parecía importarle

ANIVERSARIO


Hans dejó transcurrir el tiempo. Por fin, se levantó de la silla con un suspiro, abrió la puerta de su casa y se dirigió lentamente hacia el río. El banco estaba vacío y se sentó en él. Dirigió la mirada hacia su mujer y esperó pacientemente a que acabara de cantar la cancioncilla de cumpleaños. Después se incorporó, la cogió dulcemente de la mano y, mientras se quitaba una lágrima de la cara, la acompañó de nuevo al hogar.

martes, 18 de noviembre de 2014

HERMANO ÁRBOL


—Hermano árbol... ¿por qué llora la madre tierra? ¿Está triste?
—No hermano, no... llora emocionada porque cada vez más hermanos hombres eligen andar en dos ruedas, no en cuatro.

lunes, 17 de noviembre de 2014

LLUVIA


Aguanto lo poco que queda de mis entrañas con mis manos, con el ojo que no se ha comido observo como el cadáver se aleja sin abandonar la clásica costumbre de protegerse del agua con mi paraguas.

Barcelona, 17-11-2014
Julián Sánchez Caramazana

LA PARTIDA


Observaban con tristeza las columnas de vapor que surgían de las chimeneas mientras las bielas y los engranajes comenzaban a despertar y los operarios se apresuraban a comprobar los motores. El puerto se había convertido en un hervidero de personas atareadas. Se miraron.
—¿Me escribirás? —le preguntó ella.
Él levantó la vista al cielo con resignación.
—Te repito que en Marte no hay oficina de correos.

—La verdad es que ya no me quieres —se quejó ella mientras observaba lánguidamente cómo ascendían hacia el cielo los barcos de propulsión a vapor.

domingo, 16 de noviembre de 2014

EL LUGAR EXACTO



—¿ No te das cuenta? No volverá.
Ingrid se giró por un momento de la visión del agua y le miró, sin decir nada.
—No puedes venir aquí todos los días, esperando su regreso, sea invierno o verano. Algunas noches también acudes, cuando la luna lo permite. Te he visto.
—¿ Acaso me vigilas?
Tan parca en palabras... Sven se dejó caer en el banco, desalentado. Estaba a punto de desistir, por el amor que ella aún sentía por el maldito Jackus, el recuerdo continuo... Si no, no entendía este acudir al mirador, que asemejaba cierta locura, dado el tiempo transcurrido.
—Vuelvo a la granja. Tengo que atender a los animales.

Ingrid no dijo nada, ni se molestó en decir adiós. Escuchó los pasos alejándose y sólo entonces se permitió derrumbarse, aferrándose a la barandilla con toda su ira como fuerza. Inspiró profundamente, mientras obligaba a su metabolismo a filtrar ese aire, casi irrespirable para ella.
Los despreciaba. A todos. A Jackus, a quien ahogó justo enfrente cuando descubrió su secreto. A Sven, con el olor nauseabundo de todas sus bestias encima... Era asqueroso el lugar donde fue destinada.
Ya anochecía. Dirigió sus pupilas modificadas al firmamento, con un estremecimiento visible.
Este era el lugar de recogida. Cada vez faltaba menos para su relevo.

LA CRUDA VERDAD


—La cruda verdad, mamá. Puedo soportarlo, ya hace 5 años que lo espero.
—Bien... tu padre no fue a comprar cigarrillos.

RECUERDOS


—¿Te acuerdas, Jorge, de las tardes que paseábamos en barca, sobre estas mismas aguas?
—No.
—¿Cómo? —respondió ella con un quiebro de voz, al tiempo que volvía hacia él sus ojos cubiertos de lágrimas— ¿Acaso has olvidado nuestras promesas junto al río, nuestros recuerdos, nuestro amor?
—No —repitió él tranquilamente—, porque nunca han existido, señora. Mi nombre es Horace, no Jorge, y soy enfermero en el hospital en que la han ingresado sus familiares, por sus problemas mentales. Además, ya es la cuarta vez, en lo que va de tarde, que me hace la misma escena.
—Oh —respondió ella—, eso explica muchas cosas...

Y, girándose hacia el río, se perdió nuevamente en las brumas de su mente.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

MUERTE AL ATARDECER


- Es una bonita tarde para morir – comenta Susana mientras mira la puesta de sol.
- No tiene por qué cumplirse el destino. Lo decidimos nosotros – contesta Samuel poniéndose de pie y rodeándole los hombros con el brazo.
- He visto estas pistolas en la tienda. Se parecen bastante a la imagen de la premonición - replica ella sin escucharle.
- ¿Por qué quieres cumplirla? – grita desesperado zarandeándola.
- Hay que hacerlo – contesta tajante Susana tendiéndosela.
- ¿Y si no quiero? Yo no voy a matarte. Así que irás a la cárcel – Ricardo bracea mientras habla con el arma en la mano.
La pistola se dispara rozándole el brazo a Susana que suelta la suya aturdida y se sienta en el suelo.
El teléfono comienza a sonar sin que nadie responda. Al otro lado de la línea, la directora de un casting taconea impaciente el suelo.
- Muerte al atardecer – ríe irónica mientras mira el guión – yo sí que estaré muerta como no encuentre pronto una actriz para el papel protagonista. ¡Carlos! – grita - ¿quién era la siguiente de la lista?

lunes, 10 de noviembre de 2014

LA DESPEDIDA



- ¿Crees que hemos hecho lo correcto?
- Audry, piensa que con nosotros ya no era feliz. No podíamos permitirnos alimentarla ni ayudarla. Estaba muy enferma y necesitaba muchos cuidados
Ella miraba el agua, buscando algún atisbo de su presencia, mientras las lágrimas resbalaban por sus regordetas mejillas.
- Me siento muy mal, Henry. No deberíamos haberla arrojado al río.
- No le des más vueltas, cariño. Sabes que nuestros pequeños sueldos no podrían soportar el gasto que ocasionaba mantenerla.
- Tienes razón, se estaba haciendo muy grande. Y la carne cruda de vaca está carísima. Sí, ha sido lo mejor.
- Esta noche, Andreita nadará hasta el mar y allí será feliz, ya lo verás.
Se despidieron mentalmente de la tortuga que les había acompañado desde la noche de bodas y caminaron hasta su casa, sintiéndose solos, como si les faltara un hijo o una parte de sus propios cuerpos.


jueves, 6 de noviembre de 2014

LA CAJA DE MÚSICA



Arropada cálidamente debajo de mi edredón disfrutaba de un sueño evocador del que te despertabas descansada y feliz.  Poco a poco la ensoñación se disipaba, para oír otra vez de forma lejana el sonido de la caja de música. Las últimas noches se ponía en funcionamiento sola; tenía muchos años y el resorte que sujetaba la tapa se soltaba y el mecanismo se ponía en marcha. Tenía que arreglarla, pero me retraía hacerlo.  Relacionaba con la música el sueño recurrente de las últimas noches, en el que bailaba por toda la casa al compás del sonido de  la caja, regalo de mi abuela. Era tan intenso   que me resistía a despertar para ir a cerrarla. Cuando ocurría no podía evitar sentir añoranzas, por toda una larga carrera de bailarina,  llena de éxitos y de recuerdos. Contemplaba mis fotos de todos aquellos ballets que había interpretado y que inundaban mi casa. La danza me realizó como persona, era algo más que un medio de vida, me hacía feliz. Fue mi profesión durante años. Amaba bailar. Y cuando soñaba que bailaba, el recuerdo me volvía hacer rememorar  las sensaciones que encontraba en la danza. Me sentía  etérea,  libre, volátil.  La música volvía a introducirse dentro de mis entrañas. La notaba subir por el estómago e inundar mi pecho, llegar a las puntas de los dedos, que movían el aire a mi alrededor, dejándome llevar por la melodía, haciendo que mis pies se volvieran ligeros y mis piernas flexibles, elevándome en infinitas piruetas y giros, haciendo que el mundo desapareciera. Sintiendo la música como poesía en movimiento.  Años de esfuerzo y dedicación a  adquirir una técnica depurada habían suavizado y moldeado mi cuerpo, con el único objetivo de poder expresar con bellos movimientos las partituras más hermosas. 
Siendo niña,  mi abuela me regaló su caja de música. Una hermosa pieza de plata donde una bailarina giraba y giraba al son de la melodía del cascanueces.  Era habitual que me encontrara bailando con las zapatillas de estar por casa rellenas de calcetines en las puntas, haciendo equilibrios delante de mis muñecos,  al compás de la caja,  fascinada por la música e hipnotizada por la muñequita de ballet.   Bailaba horas y horas delante de mis compañeros de juegos, emulando a una primera bailarina. Descubierta por mi abuela,  ella me pagó mis primeras clases de ballet y mis primeras zapatillas con puntas.  La recuerdo y añoro, me llevaba y esperaba, me observaba y animaba.  Juntas íbamos al ballet y me acompañó en mis progresos, en mi debut, en mi éxito.  Y cuando nos dejó la lloré tanto, que desde entonces la caja de música me acompañaba en cada estreno.  Esa cajita de música me la recordaba, su sonido me hacía ponerme a bailar sin poder evitarlo. 

Me despertó otra noche más y al abrir los ojos no estaba en mi habitación. Me encontraba en el suelo del salón con las viejas zapatillas de ballet puestas.  Unas zapatillas  que colgué del cabecero de mi cama cuando me retiré de mi profesión.  No me habría extrañado amanecer en esas condiciones, si no fuera porque pegada a mi cama, en mi dormitorio permanecía la silla de ruedas que me acompañaba desde hacía dos años.  Un accidente de coche me había dejado inválida.

martes, 4 de noviembre de 2014

EL ÚLTIMO ENSAYO



Y tras terminar la coreografía entera, saludó a su virtual público. El silencio que le acompañó la hizo llorar a moco tendido.
- ¡Andrea! ¡Corre! ¡Llegamos tarde al festival!
La madre de Andrea abrió la habitación de la niña.
- ¿Dónde diablos se ha metido esta cría?
La buscó por todas partes y no la encontró. Las horas transcurrieron sin que Andrea apareciera. Y el festival acabó sin su presencia.
En el cuarto de Andrea continuaba reinando el silencio. Hacía horas que la policía había llegado a la casa en busca de indicios que les llevaran hasta la niña. Parecía un secuestro, decían.
Mientras, anochecía y el cuarto de Andrea cobraba vida.
-¡Chicos, ya podéis moveros!
Los muñecos de peluche cobraron vida y se dispusieron a bailar. Era una noche de celebración. Una bailarina con tutú rosa danzaba entre los animalitos, alegre y sonriente.
 Andrea, por fin, había decidido quedarse con ellos.

lunes, 3 de noviembre de 2014

QUIERO BAILAR


A María le encantaba bailar pero nadie tenía tiempo para ella.

- Cariño, tengo que trabajar – le decían sus padres.

- Vete de aquí, enana – le gritaban sus hermanos.

- Pues vaya tontería – le comentaban sus amigos.

Incluso el espejo deformado que había en su habitación le devolvía una imagen que no era la suya riéndose de ella.

Mireia sabía que su tiempo terminaba y todavía no había encontrado a la persona por quien hacer la buena acción de su vida. Toda bruja malvada, una vez al menos, debía hacer algo bueno por alguien.

María se escondía bajo la capa de sábanas y mantas que la cubrían por la noche y lloraba sobre su almohada. Otras, gritaba en silencio en busca de la oportunidad que nadie le daba.

Mireia la escuchó llorar una noche y estuvo observándola unos días. Podría ser la persona que estaba buscando.

Una noche, al acostarse, descubrió una varita sobre su almohada junto a una nota: “Úsala bien” decía. Miró por la ventana y vio alejarse una figura montada en una escoba.

La niña no se separaba nunca de aquel instrumento y continuamente lo acariciaba sin atreverse a usarlo.

- Mamá, mira cómo bailo.

- Papá, mi mejor pirueta para ti.

Le contestaba el silencio. Ninguno de los dos la observaba, encerrados en ellos mismos.

- Ositos de peluche – pensó María una mañana.

Uno a uno, padres, hermanos, amigos, familiares, vecinos… Los fue convirtiendo en muñecos y colocando en bancos que harían de butacas para la representación de su vida. Esta vez no podrían decirle que no.

- Misión cumplida – pensó Mireia atisbando entre las sombras mientras acariciaba el gato que llevaba en sus brazos.

SUEÑOS DE BAILARINA

Allí estaba Alicia con su traje de bailarina, delante de sus muñecos danzando de un lado a otro. Se movía como un ángel. Su profesora decía que tenía un talento innato. Era feliz, aunque se sentía un poco triste porque su padre no aprobaba que ella fuera bailarina. Carlos era muy protector. Al nacer tuvo problemas motrices y tenía miedo que en una pirueta pudiera caerse y romperse la crisma.
- Déjala. Tiene 6 años y es la primera vez que tiene un sueño - contestaba siempre María, su madre.

Hoy María se siente culpable por no haber hecho caso a su marido. Si ella no hubiera insistido tanto en que Alicia fuera bailarina, ahora no estarían llorando frente a su tumba.


domingo, 2 de noviembre de 2014

EL ÚLTIMO BAILE

La última imagen que captó la niña fue la de sus juguetes mordiendo, golpeando y creando dolor a su madre.
                Ahora está  en shock, bailando delante de sus peluches que, manchados de color escarlata, se ríen admirando la fragilidad de sus movimientos de ballet. Ella tiene la mirada perdida, tal vez su mente se ha atascado en el último momento en que su madre le pedía ayuda. Se agota y los que fueron cuerpos inertes se acercan a la pequeña.

                La última imagen que va ver es la de su sangre salpicando los juguetes. La morderán, golpearán y le crearán el dolor.

EL PODER DE LA IMAGINACIÓN

—¿Y no se dan cuenta?
—¡Eso es lo mejor! ¡Y tenemos todo lo que queremos sin mover un dedo! No podemos movernos, pero nuestra imaginación es nuestro poder.
—Tengo sueño, ya me aburrí....
—Bien, hazle creer que bailó excelente y ya debe dormir. ¡Ah! ¡Y elige donde quieres dormir! Ella misma nos llevará.
—Hay cosas que no recuerdo bien... ¿No había otra criatura?

—El perro... después de lo que te hizo les hice creer que tenía rabia.

TRECE OSOS


Era el día de su cumpleaños y prepararon una gran fiesta. Había muchos invitados y ella bailaba feliz ante ellos, reunidos en la sala de música. Veía las caritas sonrientes de sus amigos y soltó un gritito de contento. Lo mejor vendría al terminar su danza.
Sus padres estaban junto a las puertas dobles, sonriendo trémulamente. Acababa de marcharse el Dr. Mesmer, tras asegurarles que el procedimiento empleado era totalmente fiable.
—¿Crees que todo saldrá bien, James? Costó mucho ocultar el incidente del año anterior...
—Es una eminencia en su campo, Katy. El doctor me ha asegurado que trece son suficientes.
—¿Y si en el último momento se da cuenta? Podría revolverse contra nosotros.
—Confía en Mesmer, cariño. Lo que ocurrió no pasará de nuevo, te lo aseguro, hemos tomado todas las precauciones. Mi bolsa aún recuerda lo que supuso callar a algunos investigadores...
Los aplausos resonaban en su cabecita, atronadores. Hizo una reverencia y al levantar la mirada les vio distintos, difusos. No aplaudían ni jaleaban, ¡se estaban burlando! Sus caras eran muecas retorcidas, de tanto reírse de ella .
Trastabilló hacia atrás y su mano encontró el cuchillo para cortar la tarta sobre la mesa. Se abalanzó y empezó a dar tajos a todos ellos, frenéticamente, mientras aullaba de rabia.

Katy empezó a temblar al escucharla, recordando a los niños heridos del año anterior. James obligó a su mujer a salir y cerró la puerta con llave, dejando a su hija cercenando osos de peluche.

sábado, 1 de noviembre de 2014

VENGANZA

Les arrancaste los ojos, les pintaste la cara, les quitaste las piernas, los brazos. Y ahora te condenaron a bailar para ellos sin descanso, hasta que tus pies ensangrentados no te respondan y caigas mortalmente rendida. Esa será su venganza.

CASTIGO

Moviéndose como una pluma, la niña dio algunos pasos más de baile delante de sus peluches, y después saludó a su público, como si fuera una bailarina profesional, como tantas veces había visto hacer en la televisión. Un aplauso inesperado atrajo su atención hacia la puerta de su habitación:
—¡Papi! ¿Me estabas viendo?
—Claro que sí, mi pequeña cisne —le respondió su padre sonriendo; se acercó para darle un beso, pero su sonrisa se torció en una mueca de circunstancias—. Escucha, peque, tengo que salir.
—¿Trabajo de nuevo?
—Sí, cariño, ¡los malos nunca paran! Ya he avisado a la señora Ortega, por si quieres algo.
La besó en la frente y salió de la habitación de su hija. La niña se acercó lentamente a la puerta, y escuchó como la señora Ortega le pedía a su padre que fuera con cuidado:
—Y coja a ese maldito abusador —le oyó añadir con furia—, que pague por todo lo que ha hecho.
La niña hizo un mohín de disgusto, y se acercó corriendo hasta su armario; rebuscando entre sus cosas, tomó una pequeña varita y comenzó a agitarla por la habitación. Satisfecha, se volvió hacia los peluches y los observó detenidamente; sus ojos de botón y plástico, la miraban muy atentamente, como pidiendo misericordia.
—Desde luego —dijo la niña, agitando la cabeza negativamente—, los adultos nunca aprenderéis; bueno, hoy tendréis un nuevo amiguito.

Y con un gesto, agitó su varita sobre ella y desapareció.

PASIÓN

Como cada noche, había dispuesto todos los peluches a su alrededor, por el suelo, cubriendo el sofá. Amigos confidentes, jueces imparciales. Pulsó el botón del mp3 hasta que apareció Shostakovich y seleccionó la pista correspondiente al concierto para piano nº 2. Se había enamorado de la pieza desde que la escuchó por primera vez en la película de Fantasía 2000, de Walt Disney.
Cerró los ojos, inspiró y soltó poco a poco el aire mientras sus oídos se bañaban con las primeras notas de la pieza. Lentamente alzó los brazos y su cuerpo empezó a moverse siguiendo los compases con movimientos improvisados, redondos, exactos.
Durante casi veinte minutos no hubo más mundo que el suyo. Cuando los últimos acordes se apagaron, saludó con una tímida reverencia. El público, puesto en pie, prorrumpió en bravos y aplausos. Los focos deslumbrando, cuerpo bañado en sudor, jadeos contenidos.
Un sonido, una puerta que se abre un piso más abajo. Su madre ha vuelto hoy antes del ensayo del ballet. Rápidamente se quita el traje y el adorno del cabello y lo deja todo en su sitio. Se vuelve a poner el chándal. Baja corriendo al recibidor.

¡Hola, Javi, cariño! saludó su madre ¿Listo para que te lleve al partido?