lunes, 30 de junio de 2014

CREER



Una niña paseaba distraída por el bosque. Cogía flores, las olía y las guardaba en una cesta. Un hada revoloteaba juguetona entre las margaritas. Ambas se asustaron y gritaron cuando se vieron. - No creo en las hadas, no creo en las hadas - decía la niña. - No creo en las niñas, no creo en las niñas - decía el hada. Y ¡puf! Las dos desaparecieron.

lunes, 23 de junio de 2014

LA TIENDA DE CHUCHES (2º CAPÍTULO DE LAS TRAVESURAS DE PASCUALINA)

Pascualina baja por su calle dando brinquitos, feliz como una perdiz.  De camino a la tienda de chuches llevaba sus moneditas en la mano para comprarse unas barritas de regaliz.  Al entrar en la tienda se encontró un barullo de muy mal cariz.
La tienda estaba llena de gente y solo atendía la sobrina de los dueños, que le vendió el regaliz sin mirar a Pascualina.  En el fondo del local, algunas vecinas intentaban confortar a Julia la tendera, que lloraba sin consuelo la muerte de su marido Andrés.  La tendera sollozaba sin consuelo, lamentando no haber podido  despedirse de él. Entre sollozos y lágrimas, pedía verlo otra vez, aunque fuera un momento,  para decirle que no podría vivir sin él.  La pequeña brujita cruzó su mirada con Julia y vio en sus ojos lo que había en su interior.
Pascualina impresionada decidió cumplir el deseo de Julia de ver a Andrés.  Que menos después de todo el regaliz que el tendero amablemente le regaló. Así que volvió a casita y cuando mami dormía, un conjuro le envió. 
Andrés volvió esa noche, para que Julia pudiera despedirse de él. El tendero retornó de entre los muertos y delante de Julia se  plantó. Ella un susto morrocotudo se llevó, entre balbuceos y pucheros de rodillas le empezó a pedir perdón.  La mujer del tendero repetía una y otra vez; que no se había dado cuenta, y no podía entender, como la sopa de pollo llevaba ingentes cantidades de almendras, que la muerte de Andrés provocó. El pobre era alérgico y tanta almendra no soportó.

A la mañana siguiente Julia apareció colgada de una lámpara con su confesión.  Con la sopa de pollo había matado a su marido y los remordimientos no soportó.  Así que en un momento de desesperación, la vida se quitó.  Esa noche Pascualina doble ración de regaliz comió.

domingo, 22 de junio de 2014

LA VENGANZA

Aquí, solo mirando hacia arriba frente el universo.  Invocó toda  su energía,  pidió que le envíe  todo el  poder para superar y obtener aquello que ardía de deseo en su interior.  Y le gritó:
— ¡Quiero  que ella sienta  todo el dolor que con su desprecio me infringió!
Y, en esa noche sin luna, empezaron a llover esferas de luz; caían despacio, a cámara lenta,  quedaban desperdigadas  a su alrededor, iluminando  tenuemente toda la  ladera de aquella montaña.   Se acercó a cada una de ellas esperando que al tocarlas le inundara alguna fuerza que le encaminara hacia su venganza.  Algo que alimentara su ira y su odio.  Buscando algo con lo que combatir y apaciguar el dolor que el rechazo le producía.
 Según iba tocándolas, sentía su luz inundándolo. Poco a poco fue consciente de que parecía una polilla en una noche de verano.  ¡Qué mierda era esto!  Yo pedía armas con las que herir; desprecio, inquina, rabia, ira, furia con las que atormentar lo más intimo del ser que albergaba en ella. ¿Y él  qué le mandaba?  Amor, esperanza, sensibilidad, ternura, afecto, cariño.
El dio amor y recibió desprecio.   Dio odio y amor recibió.   El universo se ríe de él una vez más. ¿No decían que el universo compensa?  ¡Oh sí!; ahora caía, si que compensa. Por fin lo entendía, solo tenía que odiar para recibir amor. 
Se plantó con todo su rencor delante de ella, y decidió.
Se lo escupiré a la cara y cuando reciba todo su amor, mi venganza se habrá consumado.
Cuando ella lo vio llegar rodeado de luz, con una halo de infinita belleza, no pudo evitar amarlo con todas las fuerza de su ser.  Y cuando estuvieron uno enfrente de otro, mirándose a los ojos, él pudo elegir amarla u odiarla.  Y al elegir odiarla, les condenó a los dos a una eternidad de desamor.  


sábado, 21 de junio de 2014

LA ESPERA


Se había acercado a un pequeño prado al dejar de caer las luces del cielo. No era un chico valiente, pero sí muy curioso y el sonido que había escuchado cuando todo acabó había sido demasiado atrayente para él. En el momento que la última bola cayó del firmamento comenzó a oírse una suave música como si miles de voces cantasen a coro. Se lo había dicho a sus padres, pero ellos no oían nada y le prohibieron salir de casa hasta que las autoridades competentes explicaran el fenómeno que habían presenciado. Pero nadie sabía de qué se trataba y todos esperaban y contenían la respiración aguardando algo, aunque no supieran qué.
Al llegar al prado vio que no estaba solo. Otros compañeros del instituto habían acudido también al claro y paseaban entre las enormes esferas que lo cubrían. Algunos, los más osados, deslizaban las puntas de sus dedos por encima de ellas.
—Están calientes —comentó uno de ellos y el resto asintió y guardó silencio.
Siguieron paseándose entre ellas, escuchando aquella música que les había atraído sin saber lo que era ni qué hacían allí. Todos sentían que debían esperar algo... y en ese momento sucedió.

LLUVIA DE ESTRELLAS



—Mamá, mamá, las estrellas se caen del cielo —gritó la pequeña excitada.
Su madre la miró con una sonrisa.
—Son estrellas fugaces, Silvia, ya hablamos de ellas.
—Pero hay muchas, mamá. Y están cayendo al suelo.
La mujer frunció el ceño, se secó las manos en su delantal y acompañó a su hija que daba pequeños saltitos con nerviosismo mientras salía delante de ella al jardín.
—Mira mamá —dijo la pequeña señalando al cielo.
Cuando miró hacia el cielo no pudo comprender lo que pasaba. Realmente parecía que las estrellas estaban abandonando el firmamento para caer en la Tierra. Entrecerró los ojos mientras seguía una de ellas con la vista y luego abrió los ojos desmesuradamente.
—Silvia, entra en casa.
—Qué pasa, mamá? —preguntó la niña con temor.
—Entra en casa te digo —ordenó su madre mientras cogía la manita de su hija con firmeza—. Al sótano.
Mientras, fuera de la casa, seguían cayendo bolas de luz. Una de ellas aterrizó con gran estrépito en el jardín que acababan de abandonar y siguió brillando con un parpadeo como si esperase algo...

jueves, 19 de junio de 2014

EL PLANETA DE LAS ESTRELLAS


Una vez soñé que estaba en el planeta donde nacían las estrellas. Eran pelotas de luz que surgían de la tierra y ascendían hacia el firmamento. Se iban colocando a su antojo. Algunas se agrupaban, a otras les gustaba la soledad. Intentaba acariciarlas, tocarlas de alguna manera, atraparlas… pero subían a tal velocidad que era imposible. Cuando desperté creyendo que todo había sido producto de mi imaginación, encontré una pequeñita escondida en mi bolsillo.

¡QUÉ EXTRAÑO!



¡Qué extraño! Tanta luz a mi alrededor que apenas sé lo que es la oscuridad. 
Camino por las aceras, por los caminos de piedra y de hojarasca muerta. Pero nadie me habla, todos me ignoran.
¡Qué extraño! Echo de menos el silencio. Demasiado ruido me acompaña, sonidos apenas entendidos por mi cerebro medio podrido.
¡Qué extraño mundo es este! Ya no huelo a hierba fresca, todo es humo, todo es luz infinita, hasta la noche se ha convertido en día. Y mis ojos doloridos quieren apagarse pero no pueden porque la oscuridad infinita se ha retirado lejos para no dejarme descansar ni un miserable segundo en este cansino camino de mi vida perdida.
¡Qué extraño me siento! Vacío, sería la palabra adecuada, rebuscada en la basura de un diccionario roído por las ratas del olvido.
Camino, acompañado por las luces de neón, por las sirenas de las ambulancias, por los maullidos de un gato perdido en un tejado olvidado.
¡Qué extraño! Busco un lugar recóndito donde quedarme solo con mis sueños y encuentro un agujero de gusano en el espacio humano.
¡Qué extraño! He encontrado un segundo de felicidad absoluta, compartiendo mi hulmidad con la soledad de un bosque abandonado. Creo que me quedaré aquí a echarme la siesta un rato...

martes, 17 de junio de 2014

EL CASTIGO FINAL



- El mundo era un lugar bello y tranquilo hasta que llegasteis vosotros, seres egoístas, parásitos y destructores de todo lo bueno. La madre naturaleza enrojecía de furia. La caída del último árbol del Amazonas para construir un parque temático basado en bosques en miniatura fue la gota que colmó el vaso. Un trueno retumbó en el horizonte. - Os he avisado miles de veces: he sacrificado a vuestros semejantes con terremotos, erupciones volcánicas, inundaciones y tsunamis. Nunca me habéis hecho el menor caso. Ni siquiera con el cambio climático reaccionasteis. Un segundo trueno resonó más fuerte que el anterior. Los nubarrones cubrían el cielo. La lluvia arrastró la tierra, que se dejaba llevar porque ninguna raíz la retenía. No había árboles que diesen sombra. Las llanuras fértiles desaparecieron dejando asomar la roca a la superficie. Nunca más se pudo cultivar y la vida dejó de existir en el planeta.

lunes, 16 de junio de 2014

HUELGA DE ESTRELLAS


Me ahogo_, le dijo una estrella a otra.
_Estos terrícolas son como piojos en la cabeza de un orangután. Otra vez con sus experimentos. A este paso nos abrasan y ellos mismos terminan en la más miserable y absoluta oscuridad.
_Oye, ¿y si los imitamos? Una huelga de estrellas sería algo divertido en esta monótona vida.
_Me parece una idea interesante. Pregúntale al Sol, él es el jefe.
Y las dos estrellas se acercaron al Rey el Universo mientras desde la Tierra un niño las señalaba riendo:
_¡Papá, Papá. Mira, esas estrellas se mueven....

viernes, 13 de junio de 2014

PASCUALINA



Soy pequeña, y menuda.  Pascualina me llaman y soy una brujilla de muy corta edad.  Tengo poderes ocultos que me permiten ver, saber e intuir  aquello que los adultos se empeñan en ocultar.  Traspaso sus miradas y veo más allá, pero a veces no entiendo las motivaciones de los mayores para portarse tan mal, hacer lo que hacen y ser tan mezquinos con los demás.  No puedo dejar de actuar para compensar aquello que no me gusta y dejarlo colocado en su lugar.  Solo vivo con mi madre, pero ella en sobrevivir ocupada está. Así que campo por mis respetos, voy y vengo en total libertad.  Puedo recolocar la balanza en su lugar.
Cada día al subir al ascensor para ir a la escuela adivino en los ojos de la vecina de enfrente el odio por la Sra. Pilar.  Le saca la basura y la deja donde su caniche la pueda alcanzar.  Mi vecina de enfrente es muy anciana.  Su perrito le alegra con sus ladridos y juegos acompañándole en su soledad.  Pero la vecina de enfrente no la soporta.  Sé que  le desea hacerle mal.  Su caniche alcanza los restos de su basura para que el caniche, hurgando, se coma el raticida que en la bolsa va.
Sé que la vecina de enfrente también le gusta fumarse sus cigarros en el ático contemplando la cumbre del volcán, bajo un sol estrellado, recuerda días lozanos de una mejor edad.   Cada noche apoyada en la escalera de incendios cree volar,  con los brazos abiertos y los ojos cerrados, sueña que en el Titanic va.   Esa noche los tornillos de la escalera sueltos están.  Una pena para mi vecina  de enfrente que al contenedor de basura del callejón con sus huesos fue a dar.   Cuando llegó al suelo desde el tejado  por un momento a Leonardo de Caprio  vio que la venía a buscar.  Confundió el contenedor con un barco y al basurero con un galán.

Me gusta oír ladrar al caniche de la Sra. Pilar.  Que no se me olvide devolver  la llave inglesa al portero de mi  casa.  Que hombre tan amable al fin me la pudo prestar.  Porque estaban muy duros los tornillos de la escalera de incendios y casi no los consigo soltar.

lunes, 9 de junio de 2014

DE LA TIERRA A LA LUNA


—¿Estás seguro de que allí encontraremos sus almas?
—Monsieur Verne lo aseguró  —le contestó su compañero.
—Monsieur Verne creo que se burlaba de ti —opinó el otro hombre con gesto dubitativo—. Contestar riéndose “por supuesto” a tu pregunta de si las almas suben hasta la Luna no creo que sea asegurar nada.
—Eres un incrédulo, ¿dónde van a ir si no?
—¿Al Cielo? —sugirió el otro.
—¿Y dónde está el Cielo? ¿Tú lo ves? Hemos ascendido como ningún otro hombre lo ha hecho y lo único que vemos es la Luna cada vez más cerca.
Su acompañante observó el enorme satélite que cada vez estaba más cerca.
—¿Y por qué no hemos utilizado un cañón como monsieur Verne? —siguió preguntando.
—Porque no teníamos ninguno y él no me replicó cuando le expliqué mi idea del globo —continuó argumentando su compañero.
—No pudo porque le dio un ataque de tos de tanto reirse —contradijo su amigo no muy convencido.
Ya podían verse claramente los cráteres y el satélite era diez veces más grande que el enorme globo que los impulsaba.
—Hombre de poca fe —dijo el más viejo con una sonrisa—. Ahora sólo queda aterrizar.
—“Alunizar” querrás decir.
El otro le miró enfadado mientras soltaba el aire del globo y la barquilla inciaba su descenso hasta alcanzar tierra… quiero decir, luna. El golpe estremeció a sus dos ocupantes que se sujetaron el sombrero con una mano mientras se agarraban al borde de la barquilla con la otra.
—Bien, y ahora ¿por dónde comenzamos la búsqueda? —preguntó el más joven.
—No estoy seguro —respondió su compañero.
Un hombre de grandes bigotes apareció ante las miradas sorprendidas de ambos pasajeros.
—Bonjour mes amis —saludó.
Ambos lo miraron perplejos.
—Es de buena educación contestar a los saludos —les conminó el extraño hombre atusándose los largos bigotes.
—Bonjour monsieur…
—De Bergerac, Hercule-Savinien de Cyrano de Bergerac. ¿Acaso no conocen mi historia? Permítanme que se la relate.
El hombre carraspeó mientras comenzaba.

—Ésta es la historia de cómo Cyrano llegó a la Luna… “Estaba la Luna en lleno y el Cielo despejado, y ya habían sonado las nueve de la noche…”

APOCALIPSIS NEW AGE


Ocurrió. Llegó el Apocalipsis que anunciaban todos los libros religiosos durante miles de años.
No fue otro diluvio que anegara las tierras. Ni apareció un Mesías salvador que elegiría a los "no pecadores" para ascender junto a él a los cielos.
Llegó una nube oscura. Todos los volcanes de la Tierra entraron en erupción al mismo tiempo. Una sucesiva ola de terremotos, seguidos de inmensos sunamis, devoró la vida entera del Planeta Azul.

_Eli, ¿tú crees que con este artilugio estaremos a salvo? Se mueve mucho.
_Cariño, ya viste que todo lo que te conté ha ocurrido y en el justo momento en que debía suceder. Somos las dos únicas personas que hemos salvado la vida en este fatídico día del Fin del Mundo real.
¿Llegaremos a la Luna? ¿En serio? ¿ Y tú crees que todo esto que llevamos allí nos va servir de algo?
_ Llegaremos. Colócate la mascarilla. En unos minutos abandonaremos la atmósfera y saldremos al espacio. Y seremos los dueños absolutos del satélite, y ricos, inmensamente ricos.
En el interior del globo, sin apenas dejar sitio a sus dos pasajeros, se apretaban bolsas y bolsas de euros, un portátil y varios teléfonos móviles.

El globo se elevaba gracias al helio, ascendía rápido, todavía tenía fuerzas para subir. Salió de la atmósfera con brusquedad. Eli casi cayó al abismo del cielo.
El globo, en segundos se desinfló. En minutos no quedaba nada de la extraña nave construida. Eli se sintió etérea y recordó una película vista apenas hacía unos meses.
Su último pensamiento antes de morir por la falta de oxígeno fue:
_Sandra Bullock no llegó a tocar la Luna con las manos y yo sí.

LA VISIÓN


-He soñado con un gran incendio en el que todos moríais excepto yo que me subía a un globo y viajaba hacia la luna – contestó Juan cuando le preguntaron por la pesadilla que había tenido pues le habían oído gritar en sueños. Todos se rieron ante su respuesta y él se quedó serio. Unos meses más tarde, el incendio con el que había soñado se hizo realidad. El fuego lo engullía todo. Juan y sus amigos corrían en dirección al globo. - Sálvate – le dijeron. – Ya no podemos más – añadieron parándose. Lloraban mientras veían acercarse las llamas y el humo los ahogaba. Se subió al globo y comenzó a ascender. Se metió una mano en el bolsillo y sacó una caja de cerillas. - A veces hay que dar un pequeño empujón para que los sueños se hagan realidad – pensó echándose a reír mientras contemplaba su obra.

ESTA NOCHE





Amiga Selene, una noche más, aquí me tienes, tu fiel compañera de confidencias nocturnas que siempre se quedan entre tú y yo... ¿Cuántas veces me habrás escuchado mis pesares? Ya perdí la cuenta de tantas veces que fueron, pero siempre me escuchaste. Mira, hoy tenemos compañía, esa pareja disfrutando del romance que tu brillo produce, tratando de acercarse más a ti, ¡qué tiernos se les ve! Muchas veces te he dicho que no te sientas menos valiosa de no tener brillo propio, pues de hecho los momentos más dulces, los más romanticos, ocurren contigo, únicamente junto a ti... Me pregunto qué confidencias comparten esos tórtolos de ahí, si prestas atención tú Selene, seguro podrás escucharles, pero seguirán siendo un misterio para mi, pues no me los dirás, eres demasiado buena amiga, como para traicionar su intimidad. Viéndolos, recuerdo aquella vez que guardaste en secreto mis caricias y sentimientos con aquella persona, ¿lo recuerdas? Seguro que sí, no se te escapa una, aún mantengo ese momento como un tesoro en mi alma, noche perfecta, en la compañía de ambos... Cada vez que hablo con él, antes de reunirme contigo, si le noto triste le recito una frase que leí para animarle, en la cual te mencionan "Después de todo, no estamos tan lejos... Tú y yo, vemos la misma luna, ¿cierto?". Tu consigues que siempre me sienta cerca de él...
Lo siento, lo sé, te entristecí al decir que no se te escapaba una, pues soy consciente de que también estas condenada a ver como suceden malas fortunas y no puedes hacer nada por remediarlo, pero, amiga mía, creo que aunque sea difícil, es mejor que te apoyes en lo bueno y hermoso, brilla plena todo lo que puedas y saborea cada caricia y cada beso robado, empápate de esos amantes nocturnos... es mi consejo de amiga. Ahora debo marchar, pero tranquila, mañana volveré para hacerte compañía. Te adoro mi fiel amiga, sigo en pie gracias a ti, no lo olvides... Juana Acosta Longás

domingo, 8 de junio de 2014

EL OBSERVADOR


EL OBSERVADOR  I
La tormenta rugía sobre el mar  a lo lejos y, aunque se veían los rayos iluminar el cielo de la noche, en tierra todavía reinaba la calma. La temperatura cálida y la brisa suave no anunciaban lo que estaba por llegar.
Como cada noche de temporal veraniego, cogería el camino hacia la playa. Los postes de madera atados entre sí con viejas maromas delimitaban una senda marcada, descendente, suave, de arena fina y cálida que ella hacía descalza las noches en las que los temporales formados en alta mar.
 Se notaba que esos momentos nocturnales eran los que a ella le gustaba bajar por el sendero; despacio, deleitándose en el paseo, en la calidez del verano, para bañarse en las aún aguas calmas de esas horas de la noche.  Una cierta luminosidad dejaba ver con claridad los contornos del paisaje y delimitaba las negras nubes de la tormenta que, aunque en alta mar, se acercaba rápida, cabalgando sobre olas.  Olas que emitían lucecitas plateadas que eran como estrellas brillantes sobre el mar, ondas rizadas por la brisa en la superficie del agua, dándoles aspecto de puntillas blancas como delicados encajes.  En ese entorno, ella bajaba por el sendero como una sonámbula, andaba sobre la cadencia de sus caderas, con un ritmo que lo hipnotizaba.
Él la observaba desde las dunas, sabía que en esas noches veraniegas de luna llena y tormenta, acostumbraba a bañarse.  La veía llegar a la orilla,  como se desprendía de su camisola blanca, que dejaba en la orilla de forma descuidada, y como,  pasito a pasito, despacio, entraba en el agua.  Tan despacio, que apenas se movía el agua, ni se formaban ondas alrededor de ella.  Era un momento en el que todo alrededor de ella se paraba, el tiempo, las olas, el viento. Todo se detenía, toda la playa contenía el aliento, incluso él no respiraba.  Intuía y esperaba ese momento en el que el agua marina humedecería la piel de ella, con un leve chasquido  al sumergirse en las aguas.   Sus largas piernas se transformarían y aparecería su aleta caudal, se transformaría en la sirena que era. La observaría bañarse de forma lánguida, jugar con las olas, la luz de la luna le robaría la plata a su cola que destellaba con cada rayo de la aún lejana tormenta. 
Era la mujer que vivía en la cabaña junto a las dunas, justo al final del malecón donde el dejaba su barca. Una sirena. El la observaba y callaba no fuera a espantarla.






EL OBSERVADOR  II

El satélite lunar sobre el horizonte marino ocupaba casi toda la cúpula celeste. ¡Era magnífica! Ocupaba todo el espacio que la ventana de su pequeña casa, cerca del puerto y enfrente del mar, permitía ver del exterior.   Nació un deseo imperioso. Tenía que salir a la noche, ir a la playa y, entre las dunas cerca de la orilla, observarla.  ¿Qué fenómeno estelar había creado ese paisaje? Nunca había visto a nuestro satélite tan cerca, tanto que le empujó a levantar la mano y tocarla.  El reflejo de la luz solar en la luna definía cada cráter, cada valle y montaña del astro lunar, era como un mapa retro-iluminado de tres dimensiones que te atrapaba, rodeaba hasta crearte la sensación de ser absorbido por él.
Era tal su fulgor que, en algunas zonas de ese mundo lunar, la luz era tan fuerte que creías ver ciudades y autopistas iluminadas, llenas de vida.  El mar solo era una alfombra de color azul acerado que refulgía con brillos de estrellas a sus pies. Solo una ligera neblina ascendía desde el agua, escalando las rocas de los acantilados; el contraste del calor del día estival y el frescor de las corrientes del norte la creaban a esas horas de la noche, dejando la costa iluminada y fantasmagórica.
Ensimismado, dentro del paisaje lunar, escuchó el chapoteo que le recordó a su sirena.   Ella también estaba allí,  la vio sumergirse en las aguas marinas y deslizarse en ellas, girando y braceando en una danza hipnótica.   Estaba tan extasiado en sus bellos momentos  que no se percató de que estaba de pie, en las rocas, iluminado por la luna,  y no tuvo la precaución de quedarse a resguardo para no asustarla y hacerla huir.
Ella, en un giro, lo vio y sus ojos se encontraron.  En ese  momento mágico, se formó un puente entre ellos dos y la luna, y la tierra y el agua. Ella le tendió las manos abiertas y le invitó con un ademán a introducirse en el agua.   Él estaba en trance,  se dejó llevar como si volara, era una pluma ingrávida.  Su inmersión en el agua fue como quien planea suavemente y, muy despacio,  se hundió en el agua, de forma tan suave que no notó la humedad.   Solo era consciente de los ojos de ella, donde brillaba la luz lunar, de sentir sus brazos rodeándolo,  de cómo su boca atrapaba la de él y unidos por un beso, giró con ella sobre el agua, dentro del agua, fuera del agua.  Sus labios le absorbían la vida, inundándole de un inmenso amor, intenso y apasionado, que le unía a la magia que ese ser emanaba.  Se dejó llevar, se dejaba llevar, se iba y se fue con ella.  Voló, nadó y danzó unidos por esa noche hechizada.  Se fue con ella a las profundidades marinas.  Nadie jamás pensó en una muerte tan dulce, tan apasionada, tan bella, con tanto amor.  El murió feliz.





lunes, 2 de junio de 2014

¡CORRE!



Fue en Nochebuena. La última Nochebuena tranquila aquí en Londres. Entonces no sabía nada de alienígenas, invasiones ni viajes en el tiempo. Había salido a hacer las últimas compras de navidad cuando oí un grito cercano. Una chica corría en mi dirección. Su cara reflejaba terror, pero yo todavía no sabía qué era lo que la asustaba tanto hasta que descubrí algo que cambiaría mi vida para siempre. Un grupo de maniquíes la seguían con pasos inseguros. Los había de niños, de mujeres, de hombres; unos sin cabeza, otros simples piernas. La situación era tan absurda que no supe reaccionar y seguí observando cómo se acercaban. Entonces alguien gritó junto a mí:
—¡Corre!

Aquella noche cambió mi vida. Aquella noche conocí al Doctor.

domingo, 1 de junio de 2014

SUEÑOS CUMPLIDOS


He soñado que volvías y me mirabas; que añorabas mis caricias y mis besos. He soñado con tu cuerpo desnudo, lo veía caminar por las aceras solitarias de una ciudad dormida.
Creí que era un sueño todo aquello. Un romántico sueño que catalizaba mis deseos más turbios y recónditos de mi cerebro.
Esta mañana todavía me creí dormido. Pero me asomé al balcón de mis sueños y te vi, allí en la acera, desnuda, con tu cabeza en la mano, entregándomela sin pedir nada a cambio.
¡Oh, maniquí de mis sueños! Has despertado de tu letargo y has acudido a mi llamada de amor.

NOTA DE PRENSA PUBLICADA EN EL PERIÓDICO LOCAL.
Un extraño robo en la tienda de ropa GUSTA ha tenido el Coso cerrado toda la mañana. La policía ha acordonado la zona y está investigando la desaparición de varios maniquís del escaparate.
Lo raro del caso no es el robo en sí, sino que la cristalera de la tienda está rota de adentro hacía afuera, los cristales inundan la acera y las huellas de pies descalzos se marcan en la zona recién cementada.

La alcaldesa no se ha pronunciado al respecto. Los vecinos observan desorientados. Solo un ser está feliz. Escondido tras las cortinas de su cutre apartamento, admira la parafernalia montada para descubrir qué ha ocurrido.
Mientras, él acaricia el cuerpo desnudo de su amor azul. Hoy ha conseguido que ella ceda y se deje pegar la cabeza con superglú...