miércoles, 30 de julio de 2014

VUELVEN LAS NUBES


Vuelven las nubes, tras el largo estío, y seguramente, con ellas, la lluvia. Sé que los libros están fuera, en la azotea, pero no importa, no. Los dejé allí adrede. Con algo de temor al principio, sí, pero con toda la intención del mundo, porque su momento había pasado. Durante todo el verano, en cada uno sus días, habían sido mi sustento, el alimento vital que mitigaba, en su justa medida, la soledad que su marcha me había provocado. Seguramente, sin ellos, no habría podido sobrevivir. Seguramente, sin ellos, la habría seguido sin dudar. Pero no, allí habían estado. Junto a mi. Cubriéndome, matizando la decepción, la amargura, el desamor que la muerte había provocado. Porque había sido eso, ¿no?, una muerte en vida, la jeringuilla permanentemente anclada en su vena... Tras ella se había marchado abandonándome. Y tras su marcha solo encontré los libros. Y soy un hombre agradecido, no lo dudes. Por eso... Esa es la razón. Las nubes han vuelto y los libros permanecen a la intemperie, en la azotea. Porque confío que con ellas lleguen las lluvias. Y que éstas los hagan multiplicarse....

lunes, 28 de julio de 2014

EL VUELO DE LOS LIBROS


El sonido anual inundaba las calles. Millones de aleteos llenaban de música celestial los oídos de los niños que correteaban felices intentando atraparlos. Los libros cubrían el cielo y no dejaban traspasar la luz del sol.
Algunos ya habían elegido a su dueño y bajaban en picado como águilas hacia su presa, que esperaba impaciente con las manos abiertas o corría presurosa y se escondía detrás de la puerta de casa. El libro, en este caso, alzaba el vuelo en busca de otro a quien amar.
Un mendigo atisbaba en las sombras en busca del libro de Mark Twain. Tal vez le pudiese sacar de aquel atolladero donde andaba metido. Pero nunca se dejaba atrapar y huía burlándose de él.
Ha pasado un año desde entonces y vuelve a oírse el peculiar aleteo. Esta vez nadie sale a recibirlos. Están metidos en sus hogares con Internet, Ipads, Ipods, Ebooks y demás tecnologías. Se han olvidado del olor de sus páginas recién imprimidas, de su textura.
Los libros, heridos, caen lentamente intentando alzar de nuevo el vuelo pero es demasiado tarde. Yacen marginados junto al polvo del camino.

El mendigo recoge con ternura el que durante tanto tiempo ha sido la fuente de sus esperanzas. Lo lee, lo relee, pero la magia ha desaparecido.

HUMANIDAD



Volaba por el espacio en órbitas perfectas en torno a su habitación.  Cada noche, mientras aquellos a los que llamaba padres dormían profundamente, él exploraba el cielo circundante sin alejarse, observándolo todo. Cuando regresaba a su casa, a su cama, con los ojos cerrados, se concentraba para ver el cosmos, con sus galaxias, constelaciones, estrellas enanas, blancas, amarillas.  Era capaz de llegar a sus confines con sólo desearlo viajando por agujeros de gusano.  Visitaba su lugar de origen y luego regresaba para seguir con su misión. Estudiar aquel pequeño planeta azul, en el que había surgido una epidemia voraz, que lo estaba destruyendo y que amenazaba con extenderse a otros planetas, donde sobrevivir y perpetuarse hasta hacer que colapsara el espacio conocido.   Volvía cada noche porque temía ser contagiado con ese virus, y acabar siendo absorbido por esa epidemia que se llamaba a sí misma: humanidad.

lunes, 21 de julio de 2014

DIFERENTE


- ¿Qué has hecho? - me pregunta mi padre tambaleándose. Tiene los ojos rojos.
- Nada - contesto.
- Eso, nada de provecho - me dice empujándome.
Me llaman cuatro ojos y dicen que soy diferente. ¿Por qué? ¿Porque me escondo entre las paredes de mis libros? ¿Porque me acuesto yo sólo y me refugio bajo las sábanas para vivir un mundo mejor?
Hasta mis peores pesadillas son dulces sueños comparadas con mi realidad.
Por fin es de noche y huyo hacia mi salida.
- Uf - me quejo tocándome la espalda. - Otra noche en la que escucharé sus gritos - pienso. - No se ha quedado a gusto haciendo de mí su saco personal.

HUMO NOCTURNO



Hoy me ha despertado de nuevo el olor. Todas las noches de verano ocurre lo mismo. Me acuestan cuando mejor se está en la frescura de la noche. Yo me hago el dormido pero los escucho. Ríen, beben, fuman. Juegan a ser niños y a olvidar que tienen uno.
Hoy no he podido resistir la tentación. Hasta ahora solamente escuchaba, acurrucado en la cama, y contemplaba el humo ascender a los cielos. Pero esta vez he querido verlo todo desde la ventana abierta de mi habitación.
Sin hacer ruido me he acercado y los he contemplado fumar. ¡Usan una bombona de butano! El humo asciende como todas las noches y penetra en mis fosas nasales. Huele raro, como a incienso, mezclado con gasolina, y a flores, sí, también siento un olor intenso a flores del campo. El humo se vuelve de colores y me hace cosquillas. Decido dejarme llevar por él y me eleva hacia el cielo infinito. Veo estrellas que nunca el hombre llegará a visitar, nado por la inmensidad del universo y dejo atrás nuestro Sistema Solar.
A lo lejos escucho sonidos, ya no son risas, parecen gritos de terror. Se oyen sirenas lejanas, y yo sigo volando por el negro espacio. Una sonrisa aflora a mi rostro.
Mis padres lloran, gimen, gritan. El forense ha dictaminado la causa de la muerte. Por inhalación de gas, les dice. Y para consuelo de mi madre, cierra la conversación con un: "Su muerte fue tranquila, él no sintió dolor, murió con la sonrisa en los labios".

sábado, 12 de julio de 2014

FUEGO


Miraba hipnotizada las llamas del fuego que bailaban de forma alegre y sensual en la hoguera.  Mientras, en su interior, ardía un dolor insoportable.  Una vez y otra había leído la despedida en la carta que encontró al llegar a su casa.  El amor de su vida no volvería más.
Veía las ascuas danzar de forma delirante, al son del crepitar de los troncos que alimentaban la hoguera.  Estaba sentada en una piedra, al calor de las brasas, leyendo la carta de despedida, otra vez. Su mano temblorosa acercaba la misiva a las llamas.  El fuego anhelaba, deseoso, devorar ese combustible blanco que lo alimentaria.
Poco a poco esas llamas danzantes la atraían más y más.  Tanto acercó la carta, que el fuego extendió una mano ardiente, alargó una llamarada, y al contacto consumió su despedida en forma de papel, rápidamente. 

Ella oía dentro de la hoguera, como esas palabras escritas eran devoradas entre las brasas.  Sonaban como una canción de cuna. Por un momento desapareció el dolor de la despedida. Sentía el calor en la piel del rostro,  le secaba las lágrimas y le calentaba el frío de su despedida.  No se percató  de que el deseo del fuego había ido más allá.  Ya lamía sus piernas y deshacía su piel, Consumía su carne.  Ese calor inmenso consumió su dolor, la consumió hasta los huesos.  Por fin, todo alrededor había desaparecido.  Ella había desaparecido. Ya no sufrió más.

viernes, 11 de julio de 2014

HASTA NUNCA

Esta mañana cuando me he levantado, he decidido cambiar mi vida. Estoy cansada de sentirme una inútil, de sentir que no sirvo para nada, de sentir que soy un cero a la izquierda. Hoy eso va a acabar. Me he tomado un café, me he dado una ducha, he cogido papel y bolígrafo y he salido de casa dispuesta a cambiar mi vida. He cogido el coche y he conducido los 150 kilómetros que me separan de aquel árbol al que mi padre me llevaba de pequeña. Allí, sentados bajo el árbol y rodeada por los brazos de mi padre me sentía protegida. Por desgracia aquello pasó y ahora me siento sola e insignificante. Me he sentado bajo el árbol, he cerrado los ojos y ha sido como volver a mi infancia, oyendo los cuentos que papá me leía. Al abrir los ojos he vuelto a la realidad. He sacado el papel y el bolígrafo y he empezado a escribir todas las frases que aquel desgraciado me decía a diario: “Eres una gorda” “Me das asco” “No sirves para nada” “Jamás serás nada” y así una detrás de otra. Además he escrito el nombre con apellidos de aquellas personas que en algún momento me han hecho daño. He arrancado la hoja, la he roto en pedacitos y los he puesto en un bol. He sacado una cerilla y le he prendido fuego al papel. Me he quedado allí, mirando la llama y viendo como mis miedos e inseguridades morían para siempre.

miércoles, 9 de julio de 2014

FUEGO



Ya Platón atisbó en sus sueños la auténtica realidad de la vida. Dibujó una caverna y allí explicó que lo que vivíamos podía no ser real. Y que lo soñado sería la realidad.

Hoy me he levantado extrañamente ralentizada. Todo a mi alrededor se mueve a cámara lenta. Y un pequeño botón en mi precario cerebro se ha encendido de inmediato.
El cielo está enfurecido, de un rojo fuego, ardiente. Mi mente me grita: "no, no, no cojas el bus urbano". Y yo, inteligente, le hago caso.
Veo a la fila de personas inertes, medio muertas en vida, zombis robados de una novela de Alfonso Zamora, con sus estúpidos aparatos en sus manos y sus cascos en sus orejas. Sordos, mudos e inútiles caminantes, avanzar en la cola y subir al transporte público. Me fijo: es rojo, fuego enfurecido como el cielo.
Observo la vida moverse despacio desde la acera y miro al cielo que arde sin nubes.
El autobús cierra sus puertas y avanza. La calle desaparece en una nube de humo rojizo y un agujero de lava se abre en mitad de la avenida.
Todos caen al abismo de fuego. Nadie grita. Han sido engullidos por el mismo infierno y ni se han dado cuenta, iban embutidos en sus propios sueños de muertos.
Después de ver como caen pienso: "mejor hoy no voy a trabajar, parece que salir a la calle es peligroso".
Escucho sirenas que se acercan, me voy a soñar a mi cueva.

martes, 8 de julio de 2014

LA VISIÓN II


El globo ascendía. Metió la mano en el bolsillo y sacó el mechero. Jugó con él mientras contemplaba su obra. Miles de llamas lo cubrían todo. Los gritos se apagaban. Los cuerpos, inertes, se consumían. Aquellos que se burlaban de él, ya no estaban. Comenzó a reír, cada vez más fuerte. No podía parar. Tosió e intentó inspirar una gran bocanada de aquel humo negro con ligero olor a chamusquina. Siguió riendo. Se agarró a una de las cuerdas que unían el globo a la cesta y se tambaleó. Se dobló y cayó al vacío. Su carcajada paró cuando chocó contra el suelo. La risa, el golpe y las llamas habían acabado con su vida.