lunes, 23 de diciembre de 2013

MADRE Y ESPOSA

Se encontraba sentada junto la cama del hospital, donde, desde hace 8 meses, yacía postrada su hija Mónica. La contemplaba desolada en un mar de confusión. Se debatía entre la impotencia de no poder hacer nada por su pequeña, la incomprensión de la relación sentimental de su hija Mónica con Laura y el odio por el que llamaban el violador del parking, el culpable de que Mónica se encontrará en ese estado. Mónica tuvo la mala suerte de encontrarse con él, cuando iba a recoger su coche después de trabajar. Ya llevaba tres violaciones en pocas semanas. Las localizaba en los parking de la periferia de la capital, abordándolas, les inyectaba una combinación de drogas que las dejaba inertes, a su merced, disponiendo de ellas a su voluntad y así realizar todas aquellas aberraciones que se le ocurrían. En el caso de Mónica una reacción alérgica extraña a los medicamentos la habían sumido en ese estado vegetativo, los médicos insistían en que ya no estaba allí. De todas las maneras, el ataque había sido tan brutal, que sí se despertara, no podría tener hijos. Los planes con Laura, de tenerlos mediante fertilización a la que se había estado sometiendo su hija, se habían truncado. Laura, maldita Laura, ella era la culpable de que su hija se hubiera metido en esa relación que le costaba comprender, no le importaba que hubiera homosexuales, pero su pequeña no era así, no podía ser así. Cuánto le costaba reconocer que desde hace cinco años su hija era feliz. Las dos se profesaban un amor tierno, cariñoso y profundo. Laura desde hacía 8 meses no se había separado de su lado. Al principio fue horrible descubrir que se habían casado sin decírselo a nadie y tener que compartir con ella todas las decisiones médicas (resultaba tan extraño y doloroso). Pero al final, tuvo que reconocer que solo el amor a Mónica movía a Laura y todas las tardes con puntualidad británica entraba a las 16.00 horas en la habitación con flores y algún libro que le leía, con voz cálida. La hablaba, la peinaba y aseaba cada tarde. No importaba que yo lo hiciera cada mañana, Laura lo volvía a hacer. Ponía música y le contaba los acontecimientos del día, las noticias de actualidad o los cotilleos de sus amistades. Todo aquello que se le ocurriera como si su hija le fuera a contestar. Nuestra rutina era día tras día la misma. Solo intercambiábamos frases de tensa cordialidad, un buenas tardes y me preguntaba; - ¿Alguna novedad? Yo le contestaba de forma escueta. –No. Y me iba hasta la mañana siguiente. Esa noche, por decima vez el violador del parking volvió acechar a otra de sus víctimas- Una ejecutiva de largas piernas, rebuscaba en su bolso buscando las llaves del estridente coche amarillo. Se relamía de gusto imaginando lo que iba a hacer con ese bonito cuerpo. Se acercaba por su espalda, lentamente, apoyando la pistola en su cabeza a la vez que la sujetaba por el cuello, le susurro con un frio y apremiante tono: - ¡Estate quieta! Arrastraba las silabas. Notaba como sus a víctimas se les helaba la sangre en las venas y las dejaba inmóviles. Cuando noto el pinchazo en el cuello no entendió que ocurría. Solo pudo girar la cabeza para mirar, y de soslayo ver la figura de otra mujer. Sintió como perdía el control de su cuerpo, no podía mover ningún músculo pero era capaz de sentir como entre aquellas dos mujeres le sujetaban y pateaban en el suelo. Era una mujer madura de unos cincuenta años con una jeringuilla en la mano y una mirada de repulsión absoluta que junto a la que iba a ser su siguiente víctima, lo cargaron y le maniataron. Entre las dos maniobraron sobre él, que observaba aterrorizado a las atacantes. Cuando comprendió lo que iba a ocurrir chilló, y chilló desde lo más profundo de su interior pero solo silencio salió de su garganta. Lo encontraron atado a la columna del parking, drogado con la misma medicación que había utilizado con sus víctimas, desangrado. Le habían cercenado sus atributos masculinos y se los colocaron dentro de la boca. El destrozo fue brutal y la pérdida masiva de sangre resultó fatal. Otra mañana más con su hija mirándola con ternura, acariciando esas mejillas pálidas buscando algo de vida en esas pupilas perdidas. Y otra tarde Laura volvió con sus flores y un libro de poemas. Las noches las habíamos reservado para otro fin. Cada noche ambas teníamos un objetivo común. Pero esta noche, las dos, esposa y madre, después de 8 meses, descansaríamos. ..

viernes, 20 de diciembre de 2013

EL ATURRULLAMIENTO

Juraría que la llevaba dentro del bolso. ¿Cómo puedo haberla perdido? ¡Dios mío, si este rímel no es mío! Y este pintalabios… ¡Vaya color horroroso! ¿Y esta cartera? ¡Mierda! ¡Pero si este no es mi bolso, éste es de Chanel! Ya sé: en la cafetería, cuando me he sentado al lado de esa rubia. Al irme me he aturullado y he cogido el suyo en lugar del mío. ¡Joder, si lleva pasta la tía! Y cinco tarjetas de crédito. Se llama Susana. Pues que te den, Susana. Lo siento por ti, querida, no te asustes cuando veas la mano de Agustín. Puedes tirarla en cualquier sitio, es lo último que me quedaba de él.

LUCES Y SOMBRAS

Me encanta ser una sombra. Según mi estado de ánimo acompaño a una persona, o sigo la estela de un coche, rápido y vertiginosamente excitante. Hoy me siento extraña. Siendo una sombra que elige ser sombra, he decidido acompañar a otra sombra. Y me he encontrado en la calle, en la oscuridad teñida de luz opaca gracias a una farola que todavía resiste inmune a la crisis energética. La sombra que no es mi sombra, a la que acompaño hace unas horas, se acerca sigilosa a la mujer que, distraída busca las llaves del coche en su bolso. Ignora que su propia sombra ha salido huyendo al vernos avanzar entre las luces. Se oyen sirenas....Mi acompañante ha desaparecido hace un rato. Yo permanezco escondida como una buena sombra. Me apoyo en el coche, frío e inmóvil, y observo el bolso caído bajo la rueda y a la mujer tirada, en una postura inverosímil para una humana, muerta. He sentido nostalgia de mi compañera sombra desaparecida. Me muevo, mientras otros seres humanos se acercan con sus inocentes sombras. Yo decido salir en busca de la reina de las sombras, aquella a la que llaman La Muerte...
IMAGEN DE LA SEMANA DEL 16 AL 23 DE DICIEMBRE

martes, 17 de diciembre de 2013

EL CRIO

Salí a la calle con paso descuidado, dando trompicones, solo con un objetivo: coger la calle central, la que va hasta el río y llegado al puente, subirme a la valla y tirarme sobre las aguas invernales. No soportaba el dolor de su ausencia más. Eran las primeras navidades juntos desde nuestra boda a principio de otoño. Había sido un noviazgo rápido y apasionado. Desde el minuto uno no pudimos separarnos, con él, todo la serenidad y la locura. Ahora nada, tantos planes, promesas un futuro lleno de proyectos. Al torcer la esquina me encontré con el mercado navideño. Otra punzada de dolor, aceleré el paso, quería atravesar las luces, la promesa del fin del dolor era tan atractiva… La gente se arremolinaba a mí alrededor, tropezaba, no me dejaban pasar la plaza con la rapidez que mi ansia me apremiaba. Cerca del puesto de figuritas navideñas quedé absorta contemplando un nacimiento con alegres colores y sentí como algo me aferraba la pierna. Dios, era un maldito crío de unos cuatro años, tenía la cara llena de lágrimas y mocos, llorando desconsolado llamaba a su madre. Qué hacer; titubeé mirando a mi alrededor, buscándolos, pero nadie reparaba en nosotros, nadie nos atendía. Pasé varias horas preguntando de puesto en puesto, mientras se iban cerrando poco a poco. Estaba aturdida y no sabía qué hacer con el maldito crío. Solo llamaba a su madre repetidamente. Esto aplazaba mis planes. La comisaría estaba cerrada y yo solo quería llegar al puente y a esas aguas que arrastrarían mi desesperación. Allí acabamos los dos, yo mirando la corriente del río pasar con rapidez por debajo de los ojos del puente, él mirándome a mí con expresión de sueño y agotamiento. Decidí volver a casa y acostarlo, mañana volvería a la comisaría, lo entregaría y solo pospondría una noche el final. A la mañana siguiente desperté, busqué la cabecita de pelo rizado oscuro que me recordaba algo en el otro lado de mi cama, pero allí no había nadie, no entendí nada. ¿Dónde estaba el maldito crío? No me extrañaba que su madre lo perdiera, debía ser un niño demasiado inquieto. Volví al mercado, igual estaba allí, junto al puesto de las figuritas navideñas, pero el mercado ya no estaba. ¿Ya no estaba? Todavía no había pasado la navidad, ¿cómo era que lo habían desmontado? Pregunté a una señora que barría la nieve de la puerta por el mercado navideño, ella me miró como si estuviera loca y me contestó que jamás había habido un mercado allí. Sentí que todo me daba vueltas, todo se tornó oscuro. Cuando abrí los ojos, oí de lejos una voz amable que me susurraba al oído; tranquila, solo ha sido un desmayo, algo normal en tu estado, el bebé está bien. Ahora debes de cuidarte, estás embarazada. Cinco años después pasábamos los dos el puente sobre un río de aguas turbulentas, de aciago recuerdo. Mi niño me miró con ojos inquisitivos y dijo: — ¿Mami, me compras el nacimiento de muchos colores? —¿Cuál nacimiento?—le pregunté y cogiéndome de la mano me fue llevando calle arriba hasta la plaza. ¬Aturdida contemplé la plaza llena de puestos navideños, poco a poco mi hijo me llevó hasta el puesto en el que cinco años antes vendían aquel nacimiento que me detuvo en mi camino hacía el puente, hacía el río. No acertaba a comprender qué estaba sucediendo. Pero mi pequeño me repetía: —Mami, no me sueltes, no me vuelvas a perder.

domingo, 15 de diciembre de 2013

EL MERCADILLO

- ¿De dónde has sacado eso? - Lo he comprado en el mercadillo del casco antiguo. - Vaya nunca había visto uno de verdad... en las fotos parecen más bonitos. - ¡Qué tonto eres! Claro que parecen más bonitos en las fotos, en las fotos tú también pareces más guapo. - Oye no te enfades conmigo por haberte gastado el dinero en un trasto viejo e inútil. - ¡Hace muchos años era un objeto imprescindible! la vida no se concebía sin estos cacharros ¿entiendes eso? No sé por qué me molesto en enseñártelo, a tí te da todo igual. - ¿Te estás escuchando al hablar? ¿por qué te gustan tanto los tastarros de la Era Pasada? - Porque en aquel entonces las personas valoraban cada segundo de su vida, tenían ilusiones y aspiraciones, mientras que ahora ¡la mayoría de la gente piensa como tú! ¡o mejor dicho no piensan en nada porque tienen todo el tiempo del mundo para hacer absolutamente nada con sus vidas! Dí un portazo al salir y corrí hasta que no pude más. Me senté en el suelo y abrí las manos para mirar otra vez aquel reloj.

MERCADO DE ESPECTROS

El cielo gris acompañaba a las viejas casas que parecían ser testigos de lo que ocurría cada año en el mercadillo. Parte de los puestos habían cerrado e incluso algunos ya habían aparcado sus furgonetas para recoger el género. Menos uno, que esperaba ser el último, para satisfacer su curiosidad. Cada año, el ayuntamiento, organizaba un mercado en el pueblo con intención de atraer a turistas, pero una vez que a la luna le quedaban pocos minutos para salir, su apartada plaza se convertía en algo diferente, algo mágico. Una vez que ya no había nadie en las calles. El único puesto abierto pertenecía a Don Benito. Un señor rechoncho, con unas gafas redondas y diminutas, con poco pelo y unos mofletes de color rosado. Su puesto estaba lleno de sabanas raídas, algunas sucias, otras de un blanco perfecto, de muchos tamaños y con dibujos extraños. Los fantasmas salieron de las casas y como todo año, eran los mejores clientes que el tendero podría imaginar. Era la hora del mercadillo de los espectros.

EL MERCADO ANTIGUO

El sonido del rezo del despertar se escuchaba por encima del bullicio del mercado. El agua sucia corría por la calle de piedras levantadas. Apenas la luz del sol iluminaba el paisaje pero ya las más madrugadoras compradoras se hallaban discutiendo a voz en grito de precios en los puestos de frutas. El relojero colocaba pausadamente los relojes en su pañito. El pescatero limpiaba con delicadeza sus pescados. El frutero sacaba brillo con una tela a sus relucientes manzanas. Y bajo sus pies, apenas un susurro suave. Un garraspeo, una tos. Un estertor de muerte. Una respiración agitada que se apaga de repente. Las ratas contemplativas se acercan ya valientes al cuerpo sonrosado e inerte que ya no se mueve. Aún caliente comienzan su festín; un regalo caído del "cielo" a su reino de oscuridad. Nayara lloraba en silencio. Con el paño sucio de limpiarse las manos, había lavado su sangre. Con el cuchillo de cortar la carne cruda de las vacas de su padre, cortaba el cordón que le unía a la vida. Y contemplaba la alcantarilla, y sus lágrimas saladas quemaban su rostro, dejando su huella marcada para siempre en las arrugas de su dolor infinito.
FOTO DE LA SEMANA 9 AL 15 DE DICIEMBRE

viernes, 6 de diciembre de 2013

TARDE DE DOMINGO

Ni siquiera recordaba en qué momento había decidido ir a aquel museo. Llevaba horas atravesando pasillos y salas, leyendo carteles, letreros y demás etiquetas. ¿Por qué estaba allí? Ah sí…mi madre, una vez más me había organizado la tarde del domingo. Debía de tener muy mala cara porque uno de las personas que trabajaba allí se me acercó y me indicó cómo terminar con aquella tortura “sigue los cartelitos que cuelgan con la palabra EXIT y en cinco minutos llegarás a la puerta”. Miré mi reloj y seguí sus instrucciones. Se equivocó, necesité 6 minutos y medio para encontrarla. Aunque estaba cansadísima me paré a mirar las figuras que había junto a la puerta haciendo una fila. Eran cuatro estatuas de la diosa Sehkmet sentada y una niña muy tiesa. Mal plan, encontrarse con la diosa Sehkmet sólo significa una cosa para mí. Me acerqué a la niña y le pregunté qué museo era este. Levantó la cabeza para mirarme y se rió tapándose la boca. Fue suficiente, me fui hacia la puerta y salí de allí o mejor dicho volví a entrar en mi habitación.

MUSEO DE GÁRGOLAS

–El detalle de esta exposición es que la última estatua esta tallada en carne humana. –Consultó de nuevo la guía gratuita del museo. –Lo bueno es que no tiene tanto valor como las demás. –¿Eso pone en el papel? –Sí, una lastima... –Vamos a ver, ellos fueron nuestros antepasados y somos gárgolas, esa niña, no lo es –hizo un gesto de desprecio –Vayámonos que saldrá el sol.

C'EST FINI

-Ahí, muy bien, perfecto, junto a las estatuas de las diosas. Quédate quieta y sonríe mi amor… -Mamá, me quiero ir a casa. -Estate calladita. Sonríe un instante. -Mamá, tengo miedo. -Para de una vez, mi vida. Una foto y c’est fini. Di “whisky”. -Mamá, vámonos ya. ¡Hay un monstruo a tu espalda! -Pero qué bromista eres. ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAGGGGGGGGGGGGG!!!

LA NIÑA DESAPARECIDA

Nunca la encontraron. El museo cerró durante semanas para buscarla. La prensa, la radio y la televisión se hicieron eco del extraño misterio, barajando infinidad de posibilidades, a cual más inverosímil. Numerosos medium fueron invitados para averiguar alguna pista sobre la desaparición de aquella preciosa niña de corta melena. Estracto de la declaración del hermano de la niña desaparecida: ..."Jugábamos al escondite. Sí, sé que no era lo adecuado en un museo, pero nos aburríamos. Yo conté hasta cincuenta y ella desapareció"... Imágenes captadas por la cámara de seguridad de rayos infravioletas ultrasónicos cincuenta años después de aquella extraña desaparación:

martes, 3 de diciembre de 2013

CUENTOS

Mi abuelo siempre me había contado que las momias se guiaban por el movimiento. Él vivió durante muchos años en Egipto, así que supongo que sabía de lo que hablaba. Espero que fuera verdad lo que me decía y no se tratase de un engaño para que permaneciese quieta en mi cama y no le molestase mientras bebía su brandy. Porque aquí estoy, inmóvil como estas estatuas de mi derecha, tratando de que esa criatura que salió del sarcófago no haga conmigo lo que hizo con mi padre y mi hermano. Ya oigo sus pasos. Ese lento arrastrar que hiela mi sangre. No debo llorar, no debo respirar. Pero mi corazón parece retumbar en esta fría sala, delatándome. Se acerca a mí y cierro los ojos. Si la miro gritaré y me descubrirá. La siento más próxima. Si estuviese viva notaría su aliento en mi cara. Parece husmear el aire… Abuelo, te odio por mentirme.

FOTOGRAFÍA SEMANA DEL 2 AL 8 DE DICIEMBRE 2013

Fotografía de Elliot Erwitt