domingo, 22 de febrero de 2015

EL PEQUEÑO MONITO



La niña tenía la nariz pegada al escaparate de la tienda de animales del nuevo centro comercial.  Miraba ensimismada con una sonrisa en la cara.  Los ojos abiertos mostraban la curiosidad y la expectación de quien ve algo sorprendente y exótico.  Seguía maravillada los gráciles y ágiles movimientos de los pequeños macacos.
Poco después caminaba hacia su casa con un tití pigmeo de no más de 15 cm que su madre le compró en la parte trasera de la tienda, donde el dependiente había hecho un buen negocio. Él sabía que en cuanto la niña viera el tití, lo podría vender por un pastizal.  Había conseguido traerlo de forma ilegal y lo tenía en la trastienda, compartiendo jaula con los monos nigerianos.
Poco podía saber su madre que aquellos juegos alegres de su hija de 5 años, en una habitación llena de peluches y papel pintado con imágenes del animal favorito de la pequeña, se tornaría en tragedia.
El tití murió a los pocos días y pensaron que la niña cogió el catarro a consecuencia de su tristeza.   Poco a poco ese catarro se convirtió en una gripe que se extendió entre los compañeros de la clase de la pequeña.  Sus profesores y el resto de los padres fueron cayendo después, ante esa gripe mortal.  Para cuando las autoridades sanitarias fueron conscientes del brote de Ébola, el vendedor de animales exóticos había cerrado la tienda por defunción.