La brisa soplaba ligera, apenas
me movía el cabello.
Levanté la taza de café y
humedecí los labios en él. Perfecto, muy caliente y sin azúcar. Café.
Estiré las piernas bajo la mesa,
y relajé los músculos de la espalda mientras cruzaba los brazos y suspiraba.
Di otro corto sorbo al ristretto
y cerré los ojos dejándome llevar por el aroma que llenaba mi paladar.
Exhalé poco a poco esa fragancia
a través de la nariz.
Mis 5 minutos de felicidad
diaria.
Sonreí.