Miré a mi alrededor,
desconcertado, pero nadie más parecía darse cuenta de aquella anomalía. La
gente paseaba protegida bajo su paraguas, o corría buscando resguardo, más
preocupada de no meter el pie en un charco que de lo que les rodeaba. Por un
momento temí que no fuera algo generalizado, que aquello sólo lo notaba yo;
pero algo en mi interior me decía que yo estaba en lo cierto.
La
lluvia había borrado los colores, tal vez para siempre. Y a nadie parecía
importarle