sábado, 8 de marzo de 2014

EL ABUELO

Siempre que cierro los ojos y me acuerdo de él me vienen a la mente dos cosas: el olor a tabaco puro y los cuentos que con tanto entusiasmo nos contaba a mis hermanas y a mí. Como cada domingo venia a comer a casa. Mientras mi madre trajinaba en la cocina, él se sentaba en el sillón rojo que había al lado de la ventana y mis hermanas y yo corríamos a sentarnos a su alrededor en el suelo. Él encendía su puro, cerraba los ojos, echaba la cabeza hacia atrás y soltaba el humo mientras nosotras lo mirábamos como hipnotizadas, ansiosas por saber qué historia nos iba a contar hoy. Princesas, hadas, sirenas, ogros… nunca sabíamos que seres fantásticos serian protagonistas de aquellos cuentos. Abría los ojos, nos miraba mientras sonreía y, como siempre, decía: recuerdo en uno de mis viajes…