sábado, 9 de mayo de 2015

PEQUEÑO DEMONIO

Ni un alma. Nadie a quien absorber la vida. Se había introducido en el portal espejo con la promesa de cientos, miles de víctimas para su sustento. Aún no había finalizado el proceso, pero era inevitable que su esencia mental se introdujera entre esos átomos, en ese plano de realidad que atisbaba tras el espejo.
No había camino de vuelta, estaba en el momento del viaje,del desplazamiento. Consiguió detenerse en el último segundo, antes de traspasar la red glauca del reflejo. No sentía vida tras ella.
Sí, percibía energía creadora residual, pero tan débil que la desdeñó. Se retorcía aprisionado entre los planos, con un toque de alarma despertándose cuando, minuciosamente, analizó la visión que se le ofrecía al otro lado.
Casas, luces, caminos, bestias mecánicas...parecía un lugar perfecto a simple vista, mas ni una gota de aliento vital, de emociones, de sufrimiento. Ni un suspiro, gemido ni arrullo. Algo muerto.
Lo entendió casi todo en un resplandor revelador, al sentirse empujado definitivamente y el proceso se completó. Por última vez miró hacia la entrada, todo rabia desesperada. Aun si tuviera el poder para intentarlo, una figura la flanqueaba. Le gritó como se grita a una montaña.
—¡Aquí no hay nada!
—No lo entiendes, pequeño demonio, soy Sandman.
Y, sosteniendo con suavidad un pincel entre sus dedos, terminó de dibujarle.