miércoles, 6 de mayo de 2015

ESTRÉS

Sentía cómo la oscura y recargada atmósfera pesaba sobre su cabeza. El temor le hacía fijarse en cada detalle, en cada movimiento; cualquier simple detalle le hacía temblar: el traqueteo del tren nocturno, la oscilación en la luz de una lámpara, un borboteo de la alcantarilla, el brillo en el espejo de la tienda de antigüedades...
Un ruido a su espalda le hizo detenerse; comenzó a girarse lentamente, mientras imágenes de locos con armas y monstruos extraños pasaban por su mente. Justo en ese momento, una gran mano se posó en su hombro. No pudo aguantarlo más, y lanzando un espantoso grito, cayó en redondo.

—Le juro que solo iba a preguntarle la hora, señor inspector; nada más.
—Ya, ¿y entonces va, y le da un infarto? Muy extraño ¿no le parece?
—Conozco a la víctima, era editor de un nuevo autor, un tal... Mmmm... Lovecraft, eso es, H.P. Lovecraft.

Y ahora me dirá que ese tal Lovecraft es escritor de terror, ¿no? Nada, nada, andando al cuartelillo.