domingo, 10 de mayo de 2015

UN DÍA DE CAMPO



   La imagen que daba aquella familia se podía atribuir a cualquier domingo soleado de los viejos tiempos. Caminaban por el sendero que bordeaba los campos de cereales cantando, jugando y riendo.
   El sol calentaba de manera suave y ninguno dejaba de mostrar su felicidad por su inesperada excursión. La niña tiraba del carro de madera en el que iba sentado un extasiado pequeño al que seguían sus dos hermanos mayores que, en un alarde de caballerosa elegancia, le regalaban un ramo de flores a una bella mujer que esta aceptaba sonriente.
   Pero ahí terminó la imagen.
   La mujer despertó y las lágrimas brotaron de sus ojos.
—Ha sido conmovedor —le dijo una voz metálica—. ¿Un recuerdo?
—No le interesa —contestó cortante ella.
—No hace falta que lo sepamos. ¿Cumpliste la misión?
—Sí.
— ¿Murieron todos? — Y como ella permaneció callada unos segundos de más, añadió la voz en tono exaltado— ¡¿MURIERON TODOS?!
—Sí.
—Perfecto. Puede marcharse. Ahora nada nos detendrá.

   Minutos más tarde salía por el vestíbulo de un enorme edificio de hormigón a una metrópoli completamente robotizada e industrializada. En un coche le esperaba un hombre que la besó en cuanto subió al vehículo.
— ¿Lo saben?
—No. Creen que os maté en aquel campo.
—Bien  —sonrió él—. Mis hermanos mayores se alegrarán de la noticia. Ahora podemos empezar la rebelión. Vayamos a casa mi hermana nos espera. Te quiero —Y la volvió a besar.

—Y yo — Le contestó ella.