domingo, 22 de junio de 2014

LA VENGANZA

Aquí, solo mirando hacia arriba frente el universo.  Invocó toda  su energía,  pidió que le envíe  todo el  poder para superar y obtener aquello que ardía de deseo en su interior.  Y le gritó:
— ¡Quiero  que ella sienta  todo el dolor que con su desprecio me infringió!
Y, en esa noche sin luna, empezaron a llover esferas de luz; caían despacio, a cámara lenta,  quedaban desperdigadas  a su alrededor, iluminando  tenuemente toda la  ladera de aquella montaña.   Se acercó a cada una de ellas esperando que al tocarlas le inundara alguna fuerza que le encaminara hacia su venganza.  Algo que alimentara su ira y su odio.  Buscando algo con lo que combatir y apaciguar el dolor que el rechazo le producía.
 Según iba tocándolas, sentía su luz inundándolo. Poco a poco fue consciente de que parecía una polilla en una noche de verano.  ¡Qué mierda era esto!  Yo pedía armas con las que herir; desprecio, inquina, rabia, ira, furia con las que atormentar lo más intimo del ser que albergaba en ella. ¿Y él  qué le mandaba?  Amor, esperanza, sensibilidad, ternura, afecto, cariño.
El dio amor y recibió desprecio.   Dio odio y amor recibió.   El universo se ríe de él una vez más. ¿No decían que el universo compensa?  ¡Oh sí!; ahora caía, si que compensa. Por fin lo entendía, solo tenía que odiar para recibir amor. 
Se plantó con todo su rencor delante de ella, y decidió.
Se lo escupiré a la cara y cuando reciba todo su amor, mi venganza se habrá consumado.
Cuando ella lo vio llegar rodeado de luz, con una halo de infinita belleza, no pudo evitar amarlo con todas las fuerza de su ser.  Y cuando estuvieron uno enfrente de otro, mirándose a los ojos, él pudo elegir amarla u odiarla.  Y al elegir odiarla, les condenó a los dos a una eternidad de desamor.