sábado, 21 de junio de 2014

LA ESPERA


Se había acercado a un pequeño prado al dejar de caer las luces del cielo. No era un chico valiente, pero sí muy curioso y el sonido que había escuchado cuando todo acabó había sido demasiado atrayente para él. En el momento que la última bola cayó del firmamento comenzó a oírse una suave música como si miles de voces cantasen a coro. Se lo había dicho a sus padres, pero ellos no oían nada y le prohibieron salir de casa hasta que las autoridades competentes explicaran el fenómeno que habían presenciado. Pero nadie sabía de qué se trataba y todos esperaban y contenían la respiración aguardando algo, aunque no supieran qué.
Al llegar al prado vio que no estaba solo. Otros compañeros del instituto habían acudido también al claro y paseaban entre las enormes esferas que lo cubrían. Algunos, los más osados, deslizaban las puntas de sus dedos por encima de ellas.
—Están calientes —comentó uno de ellos y el resto asintió y guardó silencio.
Siguieron paseándose entre ellas, escuchando aquella música que les había atraído sin saber lo que era ni qué hacían allí. Todos sentían que debían esperar algo... y en ese momento sucedió.