domingo, 22 de marzo de 2015

HAMBRE

—Aquí tiene, su chocolate con churros.
—Gracias —respondió el hombre sin mirarle, inmerso en sus documentos.
Nada más darse la vuelta el camarero, y sin que nadie las viera, dos formas blanquecinas surgieron de la nada, tomando poco a poco el aspecto de dos manos; silenciosamente, fueron tomando uno a uno los churros, mojándolos en chocolate, y haciéndolos desaparecer en la nada que las rodeaba; y en cuanto terminaron con el desayuno, se desvanecieron tal como habían aparecido.
El hombre levantó los ojos, y llamó al camarero, indignado.
—¿Señor?
—A ver, dígame ¿dónde está lo que le he pedido?
—Pues, no sé... Le juro que lo he dejado ahí.
—Ya... ¿Y esto? ¿Le parece a usted una taza de chocolate?
—Pues no, más bien... Un cuarto de taza.
—Esto... ¡Esto es indignante! Me voy, ¡No van a volverme a ver por aquí!
Y recogiendo sus papeles con rapidez, salió precipitadamente del establecimiento.
—Con este ya van cinco desde que reabrimos, con la nueva decoración —dijo desde la barra el otro camarero—; y curiosamente todos se sentaban en esa misma mesa.
—No pensarás que está "embrujada" o algo así.
—Quién sabe... ¡Haberlas, haylas!

—Bah, tonterías... —y sin más, se puso a recoger la mesa, sin fijarse en cómo, desde la pared, un sonriente Carpanta le observaba.