sábado, 17 de enero de 2015

SOMBRAS DEL OESTE



   La carreta estaba colocada  en el mismo lugar en la que la habían dejado al llegar. El fuego de la hoguera, con el asado desprendiendo un más que apetecible olor, presidía el claro donde aquella familia decidió pasar la noche. Los árboles que los rodeaban les servían de parapeto y el riachuelo les prestaba el refresco y la limpieza que necesitaban.
   El pistolero los contempló desde la otra colina, escondido en las sombras de la noche sin querer llamar su atención. No debía interferir en sus destinos, solo debía salvaguardar sus vidas y hacer que estas llegaran al final de su recorrido. No necesitaban saber que él estaba allí pues eso los destruiría.

   Lloró sin remedio y decidió, como había resuelto hacer mucho tiempo atrás, devolver a su familia el daño causado, aunque tuviera que hacerlo desde la oscuridad. Muchos eran los que le buscaban para matarlo, aunque ninguno sabía que él ya estaba muerto.