viernes, 16 de enero de 2015

CARAVANA


Como cada vez que llegaba una caravana camino del oeste, en busca de nuevas tierras que habitar, habían sido recibidos con alegría y jolgorio, preparando una fiesta que duraría hasta altas horas de la madrugada, y en la que participarían todos, habitantes y viajeros. Tan solo el viejo Irving permaneció al margen, rezongando contra los forasteros, pues sospechaba que ocultaban algo, pero pronto sus gruñidos quedaron ocultos tras jarras de cerveza fresca.
A pesar de su borrachera, fue él, precisamente, el primero en levantarse a la mañana siguiente, y al mirar a su alrededor, comenzó a reír a carcajadas y a gritar como loco. Poco a poco fueron despertando sus conciudadanos, más confusos que resacosos; los viajeros se habían esfumado, de la fiesta no quedaba ni rastro, e incluso las huellas de carromatos y caballos habían desaparecido.
Alguien hizo un tétrico descubrimiento, un cadáver en alto estado de descomposición, pero aún reconocible como uno de los forasteros; otra persona informó de la desaparición de una joven, que la noche anterior parecía haber intimado con uno de los viajeros. Mientras, el viejo Irving seguía danzando y brincando, sin dejar de gritar:

¡Os lo dije! ¡Os lo dije! ¡Era la caravana fantasma!