domingo, 14 de diciembre de 2014

EXPERIMENTO



Es extraño y absurdo el devenir de la vida. Mientras el mundo gira, siempre al mismo ritmo, nosotros los seres humanos, corremos, enloquecemos o nos quedamos quietos. Depende de nuestro estado de ánimo y no de la sabia Tierra.
Hoy me he quedado inmóvil, he dejado correr las manecillas del reloj, despacio. Las he contemplado avanzar por la esfera del reloj de pulsera. Y he quedado prendado de la belleza de la lentitud del paso de las horas.
Difícil tarea la de dejar la mente en blanco y olvidar aquello que más nos enloquece. Lo he intentado.
La hora de comer ha pasado, la de merendar, la de cenar. La luz ha ido difuminándose en la ventana. Apenas recuerdo cuando oscureció por completo. ¿Habrá que dormir? No tengo sueño.
Solo veo, en la penumbra de mi alcoba, gracias al bailoteo suave de la luz de una vela, que encendí ya ni recuerdo la hora. En mis manos un poemario, un libro que narra las ilusiones perdidas, escrito a mano.
El ulular de un búho me despierta de mi meditación absurda. Una sola imagen en mi mente, cuando miro la hora, y una poesía en mis dedos, que tiemblan al escribir en mi cuaderno de penas:

¡Qué más da correr o quedarse quieto!
Ya nada importa.
El tiempo nos ignora, las horas están muertas.
Nada es real, todo es ilusión efímera creada por el sueño de una mente inteligente y perfecta que creció demasiado rápido y no supo encajar las piezas.