lunes, 6 de julio de 2015

BAILARINA


   La niña despertó de su sueño con una gran sonrisa de satisfacción. Había vuelto de su enésimo viaje al mundo de sus deseos con la certeza de saberse feliz. Allí ella era la reina.
   Su madre la miró y una mueca de complicidad se dibujó en sus labios.
— ¿Has estado allí? —Le preguntó a su hija.
—Si —Contestó con un brillo especial en sus ojos.
— ¿Has bailado? —Insistió la madre.
—Y  cantado, reído, jugado… ha sido alucinante mamá —Su mirada trazó un haz de esperanza que heló la sangre de la mujer— ¿Podré volver?
—Siempre que quieras. Esta allí para ti… por ti —Un nudo en el estómago le produjo un dolor en el corazón— Podrás ir todas las veces que quieras— Le dijo acariciando su pelada cabeza.
   Después de unos de segundos de silencio la niña susurró:
– ¿Y tú estarás triste?
—No —mintió tragándose la dolorosa verdad—, ya que sabré que estás allí.

   Dos días después la niña viajó, para no volver, al mundo de sus deseos y se convirtió en la bailarina bajo la lluvia más querida del universo.

   Su madre, mientras tanto, entregaba el cuerpo sin vida de su hija al infinito y grababa a fuego   en su epitafio “Baila por siempre, mi pequeña bailarina”.