domingo, 19 de julio de 2015

A CABALLO DESBOCADO NO LE MIRES EL DENTADO



Claro, dicen que es fácil domesticar a un galgo. Pero nunca lo han intentado. Ellos, sí, todos aquellos que desde los púlpitos, los altillos de los escenarios y desde las butacas de los platós falsos solo verborrean palabras de aliento para seguir mendigando limosna por los invernaderos.
Ellos, que vengan corriendo y adiestren a los perros sarnosos que pululan libres por los caminos de grava. Cojan y los aten con correas de amianto y les imploren que coman de sus manos. Si lo consiguen, les doy un abrazo humano.
Claro, es fácil hablar y enseñar lecciones sin comer piñones. ¿Cómo ayudas a un hambriento si ni tú mismo tienes comida que llevarte a la boca? ¿Cómo enseñas a las ovejas a huir del lobo si tú mismo eres el lobo disfrazado de payaso de circo de segunda mano? ¿Cómo caminas por un camino de púas si no tienes zapatos que salven los barrancos? Que lleguen ellos y fabriquen limusinas y nos lleven a todos a los paraísos terrenales donde comen frutas que, por suerte para ellos, aún no se han podrido del todo.
Claro, qué fácil es usar la palabra sin mover los dedos. Qué fácil es argumentar sin argumentos. Qué fácil ser ministro sin finanzas, ser político sin chaqueta, ser adiestrador de ciudadanos sin haber sido adiestrado en algún estercolero subvencionado por el gobierno.
Y claro, se desbocan los caballos. Normal, es absurdo pensar lo contrario.