miércoles, 29 de octubre de 2014

MISIÓN IMPOSIBLE

Esta noche voy a matarte. Lo he decidido. ¿Cómo? Todavía no lo sé. Pero es la hora de acabar con tu odiosa pestilencia que empapa tus camisas. Hueles a sudor barato y a colonia de viejo. El asco inunda mis sentidos solo de pensarte.
Suenan las campanas en la iglesia. Recorro los metros que me separan de tu vivienda. Escucho los ladridos de tu perro, ese que te odia en silencio y los llantos de un bebé.
Me acerco a tu ventana y te observo.
Te rascas como si tuvieras sarna, con la cerveza en la mano. Un campo verde, repleto de hombres en pantalón corto persiguiendo, enloquecidos, un balón, se vislumbra entre los visillos.
En la mano tengo el mando a distancia. Aprieto el botón y huyo.

La detonación se escucha por todo el pueblo. Solo la Carmina asoma por la ventana gritando. La observo escondida entre los arbustos que rodean la iglesia. ¿Me habrá visto?
Asombrada, descubro que la vecina de al lado no grita de terror, sino de alegría.
_¡Por fin se hizo justicia!_, dice_. ¡El Teodoro ha muerto!

La bomba ha destruido la casa, con el cerdo dentro. Lamento que el perro y la mujer también estuvieran allí pero solo han sido daños colaterales. Hoy dormiré tranquila. Hoy hay un maltratador menos en el planeta. Mañana continuaré mi camino, de pueblo en pueblo, con mi tarea de destrucción en la maleta.