domingo, 6 de marzo de 2016

MIENTRAS VUELAN



Al principio las odiaba, luego fue otro el graznar, porque ya no quedan canciones. Entre el salitre y sus desechos van desmoronando la madera, y el velamen está agujereado por los ácidos excrementales, que expulsan sin pudor.
Nunca cesan de gritarme mientras vuelan que llega mi fin, que empezarán a devorarme por los ojos... y mis labios agrietados forman una mueca de horror, porque ya no me quedan muchos pensamientos con cordura.
He olvidado mi nombre, no se dónde estoy... solo me aferro al maderamen en cubierta. Quizá, sean las aves quienes lleven el rumbo del esquife, porque el viento es inexistente en estas aguas silenciosas... ¿Estaré muriendo?
A veces entiendo mejor su cacofonía sin término, sus risas afiladas, sus descensos veloces muy cerca de mi rostro reseco, porque imagino que tengo aún un cuerpo.
¿Y si estuviera en una especie de infierno? Agua sin tierra, con sed eterna. Acosada por los chillidos sin fin, alargados a lamentos que semejan niños gimiendo, a cachorros siendo despellejados...
¿Y si fuera un sueño? me pregunté en algún momento, creo. Imaginé que podría llegar a tierra, con una cascada dulce de bienvenida, con solo mi voluntad como guía, pero esas malditas no me dejaron escapar...

En ese momento, al recordar lo que eran las aves abrió sus ojos, y sabiendo que sería el último acto de voluntad propia, reunió su cuerpo desmadejado y se tiró por la borda.

Todas se posaron donde un instante antes saltó y formaron una figura oscura y reconocible, rompiendo después a volar desenfrenadas. El esquife quedó vacío de nuevo, esperando.