lunes, 8 de junio de 2015

ESA BOCA



Le miraba la boca de forma obsesiva, la veía mover los labios articulando palabras, pero él solo escuchaba el bombeo de su sangre en la cabeza consecuencia de una respiración acelerada.  Esos labios carnosos, que formaban un pequeño corazón cuando sorbía despacio de la pajita del refresco.  Seguía hablando de algo que él no conseguía llegar a comprender.  Intentaba concentrar toda su atención en lo que ella decía pero su mirada volvía una y otra vez a los movimientos de sus labios.  Dios, ¿qué le estaba pasando?  La punta de su lengua asomó tímidamente para capturar delicadamente la pajita y seguir bebiendo.   Cerró los ojos porque no podía controlar ni su respiración ni las ganas de atraerla sobre sí y besarla, comer esa boca que lo tenía enloquecido desde que se habían sentado en ese banco del parque y habían comenzado a charlar de forma casual y distendida, con la confianza que solo se tienen dos desconocidos que no se van a volver a ver.
Él abrió los ojos sobresaltado al notar como ella, de forma ágil y rápida se había colocado sobre su regazo.  La bella desconocida notó como el cuerpo de su compañero reaccionó de forma tan violenta que tensionó los músculos cuando ella descargó su cuerpo sobre sus piernas y despacio, regalándose en el momento, vio como aquella boca que deseaba hasta el dolor, fue acercándose.  Ella, justo antes de rozar labio contra labio, solo le susurró un "lo siento" para luego sumergir sus labios en los de él.

El beso profundo y hambriento les colmó de placer, los roces sus alientos confundidos se respiraban el uno al otro como si no fuera a haber un mañana.  Y así era para uno de los dos. Ella con cada roce, con cada succión, con cada incursión de su lengua le absorbía la vida, porque ese era su alimento, vivía de aspirar la pasión de un hombre dándole la felicidad en un beso que le dejara sin respiración. Era el destino de una súcubo. El murió feliz, ella seguía hambrienta.