Desde hace tiempo te
escribo infinitas cartas de amor. Extensas y empalagosas palabras que no hacían
más que ahondar en el dolor de mi alma, esas que se convierten en lágrimas
nacidas del ayer para olvidar un mañana o sensaciones grabadas a fuego que jamás
se marcharan. Son penas marcadas por la ausencia de tus besos. Son…no sé que
son.
Como una huida de almas hacia el cielo todas
y cada una de mis oraciones cuelgan de un globo. Se elevan al infinito
llevándose mi corazón, mi fuerza, mi ilusión. Cada una de esas misivas llevan
un trozo de mí y un mundo de ti, recordando tus ojos, tu sonrisa y tu forma de
reír. En ellas se aleja mi vida, pues en cada bola multicolor hay una dulce e
irrepetible imagen de ti.
No sé dónde estás, pues el día que te fuiste
callaste tu destino en el eterno sueño, dejándome huérfano de futuro y vacío de
amor.
Te quiero y de los cientos de globos que
pueblan el cielo, alguno llegará hasta tu corazón allá donde estés, y donde Él
te esté cuidando, para que sepas que pronto estaré contigo.