lunes, 21 de julio de 2014

HUMO NOCTURNO



Hoy me ha despertado de nuevo el olor. Todas las noches de verano ocurre lo mismo. Me acuestan cuando mejor se está en la frescura de la noche. Yo me hago el dormido pero los escucho. Ríen, beben, fuman. Juegan a ser niños y a olvidar que tienen uno.
Hoy no he podido resistir la tentación. Hasta ahora solamente escuchaba, acurrucado en la cama, y contemplaba el humo ascender a los cielos. Pero esta vez he querido verlo todo desde la ventana abierta de mi habitación.
Sin hacer ruido me he acercado y los he contemplado fumar. ¡Usan una bombona de butano! El humo asciende como todas las noches y penetra en mis fosas nasales. Huele raro, como a incienso, mezclado con gasolina, y a flores, sí, también siento un olor intenso a flores del campo. El humo se vuelve de colores y me hace cosquillas. Decido dejarme llevar por él y me eleva hacia el cielo infinito. Veo estrellas que nunca el hombre llegará a visitar, nado por la inmensidad del universo y dejo atrás nuestro Sistema Solar.
A lo lejos escucho sonidos, ya no son risas, parecen gritos de terror. Se oyen sirenas lejanas, y yo sigo volando por el negro espacio. Una sonrisa aflora a mi rostro.
Mis padres lloran, gimen, gritan. El forense ha dictaminado la causa de la muerte. Por inhalación de gas, les dice. Y para consuelo de mi madre, cierra la conversación con un: "Su muerte fue tranquila, él no sintió dolor, murió con la sonrisa en los labios".