sábado, 12 de julio de 2014

FUEGO


Miraba hipnotizada las llamas del fuego que bailaban de forma alegre y sensual en la hoguera.  Mientras, en su interior, ardía un dolor insoportable.  Una vez y otra había leído la despedida en la carta que encontró al llegar a su casa.  El amor de su vida no volvería más.
Veía las ascuas danzar de forma delirante, al son del crepitar de los troncos que alimentaban la hoguera.  Estaba sentada en una piedra, al calor de las brasas, leyendo la carta de despedida, otra vez. Su mano temblorosa acercaba la misiva a las llamas.  El fuego anhelaba, deseoso, devorar ese combustible blanco que lo alimentaria.
Poco a poco esas llamas danzantes la atraían más y más.  Tanto acercó la carta, que el fuego extendió una mano ardiente, alargó una llamarada, y al contacto consumió su despedida en forma de papel, rápidamente. 

Ella oía dentro de la hoguera, como esas palabras escritas eran devoradas entre las brasas.  Sonaban como una canción de cuna. Por un momento desapareció el dolor de la despedida. Sentía el calor en la piel del rostro,  le secaba las lágrimas y le calentaba el frío de su despedida.  No se percató  de que el deseo del fuego había ido más allá.  Ya lamía sus piernas y deshacía su piel, Consumía su carne.  Ese calor inmenso consumió su dolor, la consumió hasta los huesos.  Por fin, todo alrededor había desaparecido.  Ella había desaparecido. Ya no sufrió más.