lunes, 28 de julio de 2014

HUMANIDAD



Volaba por el espacio en órbitas perfectas en torno a su habitación.  Cada noche, mientras aquellos a los que llamaba padres dormían profundamente, él exploraba el cielo circundante sin alejarse, observándolo todo. Cuando regresaba a su casa, a su cama, con los ojos cerrados, se concentraba para ver el cosmos, con sus galaxias, constelaciones, estrellas enanas, blancas, amarillas.  Era capaz de llegar a sus confines con sólo desearlo viajando por agujeros de gusano.  Visitaba su lugar de origen y luego regresaba para seguir con su misión. Estudiar aquel pequeño planeta azul, en el que había surgido una epidemia voraz, que lo estaba destruyendo y que amenazaba con extenderse a otros planetas, donde sobrevivir y perpetuarse hasta hacer que colapsara el espacio conocido.   Volvía cada noche porque temía ser contagiado con ese virus, y acabar siendo absorbido por esa epidemia que se llamaba a sí misma: humanidad.