domingo, 17 de abril de 2016

MADRE


—Madre, ¿estás despierta?
Esa frase retumbaba incansable a su alrededor, pero no sabía si se dirigía a ella. Ojalá alguien contestara, era un martilleo incesante...

El ingeniero movió la cabeza dubitativamente y miró al vigilante sin decir nada; habían intentado ya todas las maneras posibles despertar a Madre, sin resultado alguno. Vigilante formuló la pregunta de nuevo, con un matiz desesperado en su voz, si eso era posible. No concebía la existencia sin ella.

Al fin parecía que menguaba, ese murmullo molesto, y Madre volvió a su rumbo entre las estrellas.
En la Odisseus, todos estaban condenados a un viaje sin futuro. Llegaría un momento en el tiempo en que la hibernación fallara para los seres que la habitaban, pues hasta las máquinas llegan a la vejez. Vigilante pensó en aquello y mucho más, en su cerebro de sinapsis lumínica, y por primera vez experimentó eso que llamaban soledad.
Sorprendió al humano junto a él, al preguntar por última vez:

—Madre, ¿por qué me has abandonado?