miércoles, 27 de abril de 2016

EL GATO SIN SOMBRA


La niña lloraba desconsoladamente; ni siquiera los inocentes juegos de su hermanita le hacían sonreír. Y es que ya habían pasado demasiados días desde que su querida mascota, su adorada gatita, desapareciera sin dejar rastro.
Ajena a las lágrimas de la chiquilla, la gata dormitaba tranquila. No entendía el dolor de su amita, de la misma manera que tampoco comprendía los sustos que se llevaban el pescadero y el lechero, cuando se les acercaba; ni sabía tampoco que su propia existencia había llevado a una persona a la locura, en otra parte de Londres, ni que había sido la protagonista de uno de los más osados experimentos de la ciencia.

Nada había variado la vida de la única gata invisible del mundo.