domingo, 12 de enero de 2014

EL CAMINO

El camino descendía desde la casa de una forma tortuosa, entre vegetación cerrada, rodeado de árboles gruesos, ocultos entre enormes plantas trepadoras que llegaban hasta las copas y apenas dejaban filtrar la luz formando un túnel de luz tenue, envolvente, agradable, refrescante en verano y protector en invierno. Descendía suavemente, con escaso desnivel y suficiente anchura como para poder caminar de forma fluida, no siendo demasiado pesada la subida de retorno. El muro vegetal a ambos lados no dejaba dudas sobre el camino. Era imposible salirse. Llegaba hasta el torrente y el puente que lo cruzaba de forma inequívoca, donde se adivinaban los tejados de las primeras casas del pueblo. Las piedras se habían hecho a los pies del caminante y formaban una especie de natural escalera que facilitaban su tránsito en un ambiente que invitaba al paseo, al deleite de los olores de las diferentes y variadas plantas, a reducir el paso buscando la calma, la paz y el sosiego de quien medita y reflexiona de sí mismo, de su vida de forma intensa y positiva; en ese estado de ánimo el ruido del rumor del agua te arrullaba e indicaba la cercanía del torrente creándose una burbuja atemporal que aún hacía que se redujera mas el paso. En ese estado de inconsciencia el caminante ya no percibe ni el tiempo, ni el lugar en el que se encuentra, abstraído, se recrea en el paseo y en el ambiente, sin percatarse de que algo está a punto de ocurrir, algo que marcará su destino, la manera de concebir su existencia; ¿es un peligro real y cierto que lo envuelve o solo un regalo que les cambiará para bien o para mal? Y nada volverá a ser lo mismo en sus vidas, será para siempre. Pero nadie sabe qué les ocurre a aquellos que se aventuran por el camino y que no vuelven. Nadie vuelve hablar de los que no regresan. Se hacen batidas por el camino buscando algún indicio de ellos sin encontrar absolutamente nada que clarifique qué ha ocurrido con ellos, pero después de búsquedas infructuosas se desvanecen de la memoria de aquellos que los buscaron y deberían recordarlos. Queda en el aire de la comarca la sensación de que nada tiene que ver con el camino, es como un enorme puzzle que nadie consigue ver por completo. Todos tienen una pieza de la historia pero está borrosa en su memoria, no son capaces de ponerla en común, de ver las piezas en su sitio, todas unidas y averiguar lo que realmente ocurre, que es, lo que les pasa. Porque los que vuelven no tienen noción del tiempo ni del espacio y no saben cuánto tiempo les llevo recorrerlo, saben que pasó algo pero no recuerdan el qué, solo vuelven cambiados. La experiencia no parece ser la misma para todos. A cada uno le marca de diferente manera. Unos describen hechos horribles, quedan trastornados, locos, sin poder volver a hablar y algunos, inmersos en una extraña sabiduría, se convierten en seres herméticos y espirituales que asisten a aquellos que vagan en penumbras, iluminándoles. Los otros simplemente no regresan.