domingo, 15 de diciembre de 2013

MERCADO DE ESPECTROS

El cielo gris acompañaba a las viejas casas que parecían ser testigos de lo que ocurría cada año en el mercadillo. Parte de los puestos habían cerrado e incluso algunos ya habían aparcado sus furgonetas para recoger el género. Menos uno, que esperaba ser el último, para satisfacer su curiosidad. Cada año, el ayuntamiento, organizaba un mercado en el pueblo con intención de atraer a turistas, pero una vez que a la luna le quedaban pocos minutos para salir, su apartada plaza se convertía en algo diferente, algo mágico. Una vez que ya no había nadie en las calles. El único puesto abierto pertenecía a Don Benito. Un señor rechoncho, con unas gafas redondas y diminutas, con poco pelo y unos mofletes de color rosado. Su puesto estaba lleno de sabanas raídas, algunas sucias, otras de un blanco perfecto, de muchos tamaños y con dibujos extraños. Los fantasmas salieron de las casas y como todo año, eran los mejores clientes que el tendero podría imaginar. Era la hora del mercadillo de los espectros.