jueves, 28 de noviembre de 2013

EL ASESINO

...A través del espejo la miré por última vez. Sus ojos tristes me imploraban clemencia pero no me arrepentía de llevar a cabo el asesinato. Dos segundos colgada de la ventana y sus dedos comenzaron a resbalar poco a poco del poyete. No gritó. Desapareció en el aire y no quise mirar cómo habría quedado su cuerpo tras caer diez pisos. Aquella noche, por fin, dormí sin sueños. El sol entraba a raudales por la ventana cuando desperté. Recordaba haberla cerrado antes de acostarme. Sentí un cosquilleo en la nuca mientras me levantaba a cerrarla de nuevo. De la ventana abierta surgió una mano. Se agarraba fuertemente al quicio. Era una mano que conocía muy bien. Pensé entonces que ella nunca se había ido de allí, ¿o sí? No había sido valiente y no me había cerciorado de su caída. Ahora albergaba dudas y miedo, mucho miedo. Ella apareció de repente. Se encaramó a la ventana y se acercó como un arácnido, rápida, hasta oler mi cuello. Lo último que recuerdo fue volar. Sentí el aire en mi pelo y el giro de mi cuerpo en el vacío, cayendo, cayendo, hasta llegar al suelo...