lunes, 2 de noviembre de 2015

LA BEBÉ

No quiso verla,  ni sentirla.  La comadrona insistió, pero ella perseveró en no querer contemplar  a su bebita.  En el silencio de la noche el llanto la llamaba.  Como una sonámbula la  observaba a través de la cristalera de neonatología.  Mirarla la llenaba de ternura.  Sabía que tenía que alimentarla y lo que ello implicaba. Sentada en el sillón hospitalario se la acercó al pecho y comenzó a amamantarla.  Un grito desgarrador atravesó el silencio. La enfermera  contempló como la madre muerta mantenía entre sus brazos a su pequeña, que succionaba, engullía satisfecha los pechos descarnados de su  madre.