miércoles, 9 de diciembre de 2015

EL FAROSCOPIO



Nos domina desde la distancia. Su luz nos da calor e ilumina nuestras opacas vidas. Pero sin él no sabríamos vivir. Ha conseguido crear una idílica imagen que queda grabada en nuestras retinas húmedas por las lágrimas amargas derramadas todas las noches en nuestra soledad. 
Si el faroscopio se apagara, cundiría el pánico. No quiero ni pensar en qué se convertiría este pueblo pacífico donde todos los vecinos se saludan levantando sus sombreros y sonriendo a sus vecinos.
El faroscopio me mira. Él sabe que yo sé su secreto. Lástima que sea imposible cruzar el abismo que me separa de su existencia. Me acercaría, sigilosa, reptando por el suelo helado de sus rocas, silenciosa como una serpiente venenosa. Llegaría hasta sus entrañas y apagaría sus baterías que nunca se descargan.