domingo, 13 de septiembre de 2015

CUENTOS


Los ojos seguían mirándola, fijos, sin transmitir sentimiento alguno. La sirena no pudo evitarlo, se giró hacia la criatura y le dio un beso. El gran pez abisal abrió la boca en el momento en que los labios de la sirena llegaban a ella.
El sombrero de copa con el que había jugado fue descendiendo despacio rodeado de agua rojiza. Finalmente llegó al fondo, donde quedó inerte al lado del libro de cuentos.