"No te fíes. No les mires
directamente, sino con tu visión periférica..."
Ojalá pudiera continuar, pero los
chillidos al abrir la puerta no le dejaron entender el resto de lo que el
hombre arrugado le dijo. Captó una palabra suelta, también: "Libros".
Eso era, algo de libros. ¿Qué debía hacer; leer en voz alta a los monos
dibujados en la pared?, por dios, ¡esto era de locos!
Ella, que emprendió el viaje
inspirativo en pos de la puñetera creatividad, aburrida de todo, ahora se
encontraba en "X", un lugar supuestamente misterioso, donde su
extraño guía la introdujo en una habitación anodina, de una casa más anodina
aún. ¿A qué venía tanta advertencia?
Dejó de elucubrar y se derrumbó
en el aparatoso asiento, único mueble de la habitación. Sin darse cuenta,
empezó a contarlos, y al contarlos, les miró directamente.
No podía apartar la mirada de ese
árbol que parecía muerto, atestado con esos veinticuatro monos. Incluso la
neblina que les rodeaba y antes le pasó inadvertida, parecía que quisiera
envolverla, tirando de ella hacia el mural...
La voz del guía, que parecía tan
viejo como el pueblo mismo en donde estaban, llegó en el último momento con
toda claridad, cuando empezó a respirar la niebla:
"...Sobre
todo, ¡no te sientes!, o serás una entre ellos."