-Pues
le repito que yo veo un enorme barco. ¡Un transatlántico! ¡Eso es! Navegando
entre un océano de flores y bosques... completamente rodeado de icebergs,
volcanes...
El
psicólogo abre la boca como queriendo tragar todo el aire de la consulta.
Aparta la cartulina impresa de ese manchón negro tan raro y lo mira tratando de
desentrañar cómo diablos se han metido ahí transatlánticos, bosques, icebergs,
volcanes....
-Comenzamos
de nuevo. ¿De acuerdo?- Me pregunta suplicante- repetimos la prueba. Ahí,
tumbadito en tu sillón, te concentras otra vez sobre el dibujo. Te relajas,
dejas vagar tu mente, volar tu espíritu y me dices qué surge de tu interior,
qué te sugiere esa mentecilla tan inquieta que tienes. Estas últimas palabras
lo dice con cierta sorna, lo capto. Vuelvo a la prueba, me concentro, mi
espíritu vuela, mi mente divaga sobre etéreos universos...
-¡Claro!
¿Cómo no me di cuenta antes? ¿Cómo no pude apreciar ese matiz que ahora veo?
Esas rayas....esas pequeñas manchitas cambian el sentido racional de todo lo
que antes percibí. El anterior contexto se derrumba para permitir el renacer de
una nueva percepción....¿Me siguen?...Es que soy un poco complicado...la
verdad. -Olvídese de lo que dije antes -me dirijo al adepto de Freud y, por supuesto,
detractor de Jung. ¡Faltaría más! -¿De veras? -Sí. -¿Si? -Si-. Repito por
segunda vez y esto ya se me hace ciertamente pesado.
-¿Qué
es lo que ves entonces?
-Veo
un enorme elefante que vuela sobre el fondo oceánico...pero tiene miedo pues un
tiburón, enorme, blanco, lo acecha. No obstante está esperanzado en que algún
delfín o alguna ballena acuda en su ayuda. Entonces, el volcán...
-¡Basta!
¡Basta!- El psicólogo comienza a anotar en su minilibretita frenéticamente. Lo
hace con frenesí, como queriendo solucionar el problema urgentemente y largarme
pronto de allí. ¿Será bueno para mí? ¿Será malo? Quién sabe...no, no pienso
empezar otra divagación filosófica para alivio vuestro... Creo que el problema
lo tiene él. Por enseñarme esas cosas tan raras...