Inspiró profundamente. El azahar
seguía impregnando la brisa. Abrió los ojos. Picos nevados sobre el horizonte.
Una sonrisa de absoluta paz se
abrió camino. Cogió la última frambuesa con delicadeza, la observó, la levantó
y brindó al sol.
Poco a poco
el sueño le fue invadiendo mientras la anafilaxia le ganaba la batalla. El
papel con el diagnóstico seguía prisionero tras la copa de vino.