Una,dos ,tres...miraba embelesada
cómo él iba introduciendo los frutos rojos en su boca, mientras hablaba y
masticaba a la vez. Decía, o mascullaba, que la cena había sido excelente.
Tú sigue, le animó por dentro. En la cocina tenía guardada la
jeringa con la que había inyectado (sólo una gota) en cada una de las pequeñas
bayas el contenido del frasquito negro. Por eso no había abierto la botella de
vino, era mejor no mezclar. Se felicitó a sí misma; no sospechaba nada, ningún
sabor extraño. Eso sí, cuando empezara a bostezar tendrían que ir a sentarse en
el sofá, no fuera que al hacer efecto se cayera en el comedor, que pesaba lo
suyo él.
Diez,once, doce...no podía
apartar la vista de esa boca con un hilillo de jugo carmesí escapando de sus
labios. Claro, si comía mientras hablaba a la vez, normal que sucediera eso.
Asintió a un ruido gutural enfrente suyo, aunque en esta ocasión ni le
entendió.
Sólo sabía una cosa. Él, dormiría
toda la noche en el sillón, y ella gozaría de una noche maravillosa sin la
verborrea de su voz.
Feliz y silencioso
aniversario, pensó.