Era el día de su cumpleaños y prepararon una gran fiesta.
Había muchos invitados y ella bailaba feliz ante ellos, reunidos en la sala de
música. Veía las caritas sonrientes de sus amigos y soltó un gritito de
contento. Lo mejor vendría al terminar su danza.
Sus padres estaban junto a las puertas dobles, sonriendo
trémulamente. Acababa de marcharse el Dr. Mesmer, tras asegurarles que el
procedimiento empleado era totalmente fiable.
—¿Crees que todo saldrá bien, James? Costó mucho ocultar el
incidente del año anterior...
—Es una eminencia en su campo, Katy. El doctor me ha
asegurado que trece son suficientes.
—¿Y si en el último momento se da cuenta? Podría revolverse
contra nosotros.
—Confía en Mesmer, cariño. Lo que ocurrió no pasará de
nuevo, te lo aseguro, hemos tomado todas las precauciones. Mi bolsa aún
recuerda lo que supuso callar a algunos investigadores...
Los aplausos resonaban en su cabecita, atronadores. Hizo
una reverencia y al levantar la mirada les vio distintos, difusos. No aplaudían
ni jaleaban, ¡se estaban burlando! Sus caras eran muecas retorcidas, de tanto
reírse de ella .
Trastabilló hacia atrás y su mano encontró el cuchillo para
cortar la tarta sobre la mesa. Se abalanzó y empezó a dar tajos a todos ellos,
frenéticamente, mientras aullaba de rabia.
Katy empezó a temblar al escucharla, recordando a los niños
heridos del año anterior. James obligó a su mujer a salir y cerró la puerta con
llave, dejando a su hija cercenando osos de peluche.