Las gotas de lluvia resbalaban
por el ala de su sombrero. Se subió las solapas de la gabardina para evitar que
el agua le empapase el cuello al tiempo que escuchó un repicar de tacones sobre
la acera mojada. Una rubia platino se acercó con una sonrisa provocativa
mientras él miraba sus piernas mojadas y su contoneo.
—Espero que no lleves mucho
esperándome —dijo ella mientras abría ligeramente su gabardina para mostrarle
que no llevaba nada debajo.
Como respuesta él la empujó suavemente
hasta un callejón en penumbra y terminó de abrirle la gabardina mientras besaba
su cuello y deslizaba la lengua hacia sus pechos.
La calle estaba desierta. Nadie
escuchó los gemidos de placer, ni escuchó sus jadeos acelerados poco antes de
llegar al clímax. Tampoco llegó a oídos de nadie el crujido del cuello de la
chica rompiéndose cuando él se derramó dentro de ella.