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Tras ver cómo jarreaba se había
animado a salir de su casa. Llevaba ya siete meses sin hacerlo debido a la
puñetera sequía y se estababa volviendo loco. Bajó hasta el portal y abrió la
puerta poco a poco, conforme con lo que veía. Con el paraguas dispuesto empezó
a andar con cautela, mirando a ambos lados. Por fin, giró a la izquierda y se
quedó clavado en el sitio, mascullando para sus adentros. Frente a él varias
bicicletas aparecieron aparcadas de forma desordenada a ambos lados.
Pero no, esta vez tenía que
conseguirlo. Apretó los dientes, clavó la mirada en el centro de la acera para
no verlas y con la cara lívida por el esfuerzo adelantó lentamente la prótesis
de su pierna derecha.