Como cada noche, había dispuesto todos los peluches a su alrededor,
por el suelo, cubriendo el sofá. Amigos confidentes, jueces imparciales. Pulsó
el botón del mp3 hasta que apareció Shostakovich y seleccionó la pista
correspondiente al concierto para piano nº 2. Se había enamorado de la pieza
desde que la escuchó por primera vez en la película de Fantasía 2000, de Walt
Disney.
Cerró los ojos, inspiró y soltó poco a poco el aire mientras sus oídos
se bañaban con las primeras notas de la pieza. Lentamente alzó los brazos y su
cuerpo empezó a moverse siguiendo los compases con movimientos improvisados,
redondos, exactos.
Durante casi veinte minutos no hubo más mundo que el suyo. Cuando los
últimos acordes se apagaron, saludó con una tímida reverencia. El público,
puesto en pie, prorrumpió en bravos y aplausos. Los focos deslumbrando, cuerpo
bañado en sudor, jadeos contenidos.
Un sonido, una puerta que se abre un piso más abajo. Su madre ha
vuelto hoy antes del ensayo del ballet. Rápidamente se quita el traje y el
adorno del cabello y lo deja todo en su sitio. Se vuelve a poner el chándal.
Baja corriendo al recibidor.
—¡Hola, Javi, cariño! —saludó su madre— ¿Listo para que te lleve al partido?