Esta visita despertaba una
profunda inquietud en su interior. La figura que hablaba en susurros lánguidos
la perturbaba, siempre. Puso en la mesa una taza humeante acompañada de un
plato con aros dorados, una de las mejores recetas que conocía para tratar con
tal ser, y se sentó enfrente. Siempre se tenía que sentar una enfrente (jamás
en tangencial), eso era muy importante, y así mismo, ella camuflaba también su
verdadera identidad gracias a la luz, porque en completa oscuridad todo se
revelaba.
La primera vez que se presentó,
empalideció. La curandera reprime un estremecimiento al recordarlo...Llamaron a
su puerta y, al abrir, no vio a nadie en el umbral o en el terreno circundante.
Al girarse tras cerrarla, ahí estaba; una figura encapuchada. No quiso
calentarse junto al fuego ni sentarse, cuando se lo ofreció. Balbuceaba frases
incomprensibles, mientras emanaba poder disimulado. Tras unos momentos, pareció
centrarse y le preguntó su nombre. Al decírselo (fue incapaz de resistirse),
negó con una sacudida entre sombras y desapareció. ¡Desapareció en un parpadeo!
En su cama, por las noches, llegó
a imaginar que el encuentro era uno de sus muchos sueños, ya que su don era ver
entre mundos, pero sucedió una vez más, y otra...siempre diferente en sus
apariciones,siempre cambiante. Por eso, habitualmente tenía preparada una jarra
caliente y un plato de aros crujientes, parecía que le ayudaba a formar una
forma humanoide de presentación... Freya así se lo aseguró, antaño.
Ella, pese a ser una sanadora
experta, estaba mejor preparada ahora, pues lo que iba a hacer se lo había
enseñado también la primera madre, aunque nada era seguro, en realidad. La
vista era lo primero que adquiría su visitante, cuando empezaba a tomar una
forma sustancial(cárnica, como le gustaba decir). El olfato venía después, y el
tacto a continuación...
Empieza el canturreo mental,
apaciguador: "Emite calor, acércate. El cuenco lo contiene, como tú. Huele
la alquimia ascendente de lo mundano, acerca tus dedos, tócalos..."
La curandera sonríe al advertir
que una mano femenina, con las uñas de un color muy acorde a su espíritu, surge
de las sombras hechas ropajes y se dirige a uno de los aros crujientes, para
degustarlo...Por un momento, sólo un destello difuso y vibrátil en sus ojos,
percibe en la transición de las sombras a la luz mortecina de la pequeña
habitación, la visión de unos huesosadelantándose...
Parpadea deprisa, mas la visión
permanece. Ahora era cuando la situación se ponía peligrosa. Ha visto unos huesos
amarillentos, unos tendones descarnados manchados, y el extremo de sus dedos es
el color de la sangre negra, no una uñas decoradas. Agradece el gran capuz que
oculta el rostro, prefiere ni atisbarlo.
"No es un descuido ¿de veras
quiere que la veaasí?... Es hora de su terapia, entonces".
Da un sorbo a su propio café (el
mejor de Midgard) y suspira por dentro. El dios tuerto no le paga lo suficiente
por sus servicios.
—
Bueno,
flaca, dime qué tal vas con el asunto de tu amnesia...